viernes, 26 de marzo de 2021

CARTA A MARIANA, CON LA GLORIOSA GENERACIÓN 68-71 (Parte 2)

Querida Mariana: ¡mirá la fotografía! ¡A todo color! Nunca la tuvimos así. Ayer, la Doctora en Derecho Leticia Bonifaz Alfonzo me la envió por WhatsApp. ¡Ah, qué obsequio tan genial para todos los integrantes de esta generación! La foto, en 1971, nos la entregó don Roberto Gordillo en blanco y negro; Lety Bonifaz, en 2021, nos la entrega a color, para que los integrantes de esta generación veamos el esplendor de aquella mañana que hoy rememoramos. Mano generosa la de Lety, quien estudió la educación secundaria en la gloriosa Escuela Secundaria y Preparatoria de Comitán. Ahora voy con la tercera fila, contando de acá para allá, de izquierda a derecha. ¿Quiénes están ahí? Acá va la relación: Óscar Enrique Guillén Ramos, quien, me cuentan, es un empresario gasolinero, no lo sé, pero si no es cierto, estoy seguro que él no se enojará por esta mención; Marcolfo Guillén Flores, que ya dije es hijo del maestro Chaparrito, hermano del cronista Amín, amiguísimo del altísimo Luis Ortiz y quien, junto con Carlos Efraín Conde Aguilar, se llevaba todas las medallas de aplicación en la ceremonia de fin de cursos; luego está Enrique Robles Solís, quien es notario público y radica en Comitán; en el cuarto lugar está Eduardo Cruz Trinidad, a quien le perdí la pista, nadie me informa acerca de él, recuerdo que vivía en la colonia Miguel Alemán; a continuación está Julio César Gordillo Tovar, quien estudió para maestro y, antes de la pandemia, de vez en vez me topaba con él en las calles de Comitán; en el sexto lugar está Luis Armando Alfaro Molina, de quien también no sé su paradero, recuerdo que era portero, a la hora en que jugábamos al fútbol en el recreo. En seguida está Julio César Figueroa Avendaño, me apena, pero tampoco sé por dónde anda. Del que sí te puedo dar informes, más o menos precisos, es del que sigue, porque ese soy yo, Alejandro Benito Molinari Torres; estoy al lado de Ramiro Suárez Argüello, quien, igual que su papá, es un tipazo, porque aparece en esta foto de generación, pero como debió repetir el tercer grado, también aparece en la foto de generación 69-72; a continuación, está Roberto González Alonso, catedrático de la ETI, reconocido por muchos alumnos. Roberto estudió Comunicación en la Facultad de Humanidades de la UNACH, pero como los estudios fueron avalados por la UNAM, su título fue emitido por la máxima casa de estudios de México, radica en Comitán; en seguida está Ranol Oel De León Villatoro, quien, en una ocasión, anotó un gol olímpico en el estadio, tampoco sé por dónde anda; luego aparece Óscar Gerardo Núñez González, quien, hasta donde recuerdo, también vivía en la colonia Miguel Alemán. Tal vez invento, pero él llegó al pueblo proveniente de alguna ciudad del norte del país; y el último de la fila es José Antonio Guillén Jiménez, él estudió para profesor, ya debe estar jubilado, se ha dedicado al periodismo y es un gran promotor del deporte, vive en Comitán. Digo que recuerdo a Luis Armando como portero, porque debo decir que los integrantes de esta generación tuvimos tres espacios deportivos, uno fue el patio trasero de la escuela (donde ahora funciona la primaria del Colegio Mariano N. Ruiz), otro fue la cancha que construyó el padre Carlos y que es el espacio deportivo que está al término de la bajada de doña Mariana; y el tercero fue una calle lateral del parque de San Sebastián, frente a la casa de don Chepón y de don Tito Caballero. En esos años el tráfico era muy moderado, entonces, a la hora del recreo, mis compañeros jugaban al fútbol, colocaban piedras pequeñas para delimitar las porterías y en la calle practicaban una cascarita. Sólo empleaban dos piedras para las dos porterías, porque uno de los “postes” era el pequeño murete que delimitaba el parque. Cuando en la esquina aparecía un carro, el portero pateaba la piedra izquierda y la pegaba al lado del murete, para que el carro no fuera a aventarla con una llanta. Pasaba el auto y regresaban las piedras para señalar el otro “poste” y las acciones regresaban. Mientras tanto, mis compañeras se sentaban a comer, a platicar y a esperar que los muchachos de otras escuelas, como ardillas, se aparecieran por ahí para coquetear. Nunca a nadie de nosotros se le ocurrió ser cronista deportivo, nadie hizo la crónica de esos encuentros de media hora, que hacía que los jugadores, a la hora del toque del silbato del padre Carlos, anunciando el término del receso, se limpiaran el sudor de la frente con la manga de la camisa y corrieran a comprar una “gorda”, de Cirito, que eran gorditas rellenas de carne molida y papa. Tampoco a nadie se le ocurrió enviar el dato a los récords Guinness, porque, en el trayecto del parque a la entrada del colegio, no más de cincuenta metros, estos muchachos se zampaban la gordita y se limpiaban la boca, de tal suerte que cuando pasaban frente al padre Carlos, quien siempre esperaba a sus ovejas en la entrada, ya sus labios estaban limpios y sus bocas ya no imitaban el movimiento rumiante de las vacas y toros. Posdata: cuando ya estudiábamos la profesional en la Ciudad de México, Arnulfo Cordero Alfonzo llegó una vez al departamento de Avenida Cuauhtémoc 521 y dijo que narraría un partido de fútbol soccer que veíamos en la televisión. Bajamos el volumen del aparato y Arnulfo narró, en ese tiempo vislumbraba la oportunidad de hacerlo de manera profesional en lo que ahora es TV Azteca. Por vueltas del destino no siguió en ese camino, prefirió convertirse en un destacado empresario y luego ser presidente municipal de Comitán y más tarde diputado federal. Quien sí logró descollar en la crónica deportiva, en la televisión nacional, es Luis Enrique Alfonzo, quien estudió su secundaria en la ETI. En otra carta te platico algo de la segunda y de la primera fila, las filas donde están mis compañeras.