sábado, 25 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, CON EL PRODIGIO DE LA PALABRA

Querida Mariana: la palabra es lluvia bendita. Los escritores buscamos la palabra precisa; los poetas saben que la palabra ilumina. En Comitán amamos la palabra. La usamos en toda su gama y la escribimos no sólo en el pizarrón sino también en el escritorio del maestro, en las puertas del colegio y en las paredes de las casas. Ah, qué hermoso el muestrario inmenso de las palabras que usamos en nuestro día a día. En nuestro pueblo tenemos el mojol de lujo: el voseo. Cuando hablamos de vos nuestro cantadito es más auténtico, ¡único! Escribí la palabra mojol, es una palabra muy nuestra. No se emplea en todos los lugares de habla hispana, ¡no! En Tuxtla, el mojol lo nombran como coitán. ¡Ah, también es una palabra bien bonita! Pero, en la zona del centro de la república mexicana, ni mojol ni coitán, en la Ciudad de México se llama ¡pilón! Pero, como hemos dicho, los pueblos tienen la capacidad de nombrar en forma diferente a los objetos y a las acciones. La palabra es un hermoso pájaro y, a la vez, es un singular camaleón que adopta diversos colores tonales. Imaginá que llega una chica española al mercado de San Juan, en la Ciudad de México, y la vendedora de las fresas, al pesar el kilo solicitado, le dijera: “¡y acá va su pilón!” Pucha, no puedo imaginar la cara de la española. ¿Un pilón? En España, la palabra pilón es aumentativo de pila, es una pila enorme. A ver cómo se oye: ¡Arza, que eso es un pilón!, una pilota. La vendedora del mercado agregaría dos fresas y ¡listo! En México, pilón es un agregadito que se hace en los mercados, es el coitán tuxtleco, el mojol comiteco. En nuestra revista ARENILLA decimos que, siempre, agregamos un mojol de lujo, un agregado para el disfrute de nuestros lectores. A nosotros nos encanta usar esa palabra, que, en términos de mercadotecnia contemporánea, es el plus. En las empresas, los gerentes demandan a sus subalternos a dar el plus; es decir, a dar un poquito más del ciento por ciento. ¡Pucha! Es como un amigo político mío que dijo que estaba dispuesto a servir a la comunidad más de veinticuatro horas al día. ¡Eso es dar el plus! En nuestro amado pueblo hay una gran diferencia entre estar en armonía y tener armonía. En todo el mundo hispano estar y tener armonía es estar en plenitud, en Comitán ¡no! Si alguien dice que tiene armonía, la chica española pensaría que la persona está muy bien, pues ¡no!, los comitecos sabemos que si un paisano dice que tiene armonía, nos dice que está mal, tiene una inquietud mental que ¡no le permite estar en armonía! Así son nuestros modos. Y nuestros modos son tan especiales e inéditos que tomamos una palabra y la mandamos al otro extremo. Pero eso no es todo, hay más, como en botica. El uso del término abusado no es exclusivo de Comitán, pero sí de esta región de América. ¿Qué es abusar? Pues el diccionario de la Real dice: “Hacer uso excesivo de algo o de alguien”. Así se entiende. Al compa que abusa se le dice abusivo. Uf. Todo mundo ha tenido experiencias de trato abusivo, en la escuela, en el trabajo, en los diversos grupos de socialización y en la familia. Hay muchos abusivos y abusadores. El término abusado debe venir del verso abusar. La tía Herlinda decía, con un rostro ajado, por la tristeza y por el coraje, que ella fue abusada por un amigo de su papá, cuando tenía catorce años. Todo mundo entiende la contundencia de la oración. ¡Fue abusada! ¿En qué momento, en América, se comenzó a usar el término como sinónimo de lista? Andrea es muy abusada, dice alguien, y en América entendemos que Andrea es muy lista. Si revisás el diccionario hallarás que en América usamos la palabra abusado como sinónimo de listo o para alertar a alguien. Sí, en muchas ocasiones, cuando fui jovencito escuché la palabra dicha por un compañero que advertía la cercanía de un maestro: ¡abusado, ahí viene!, yo debía ponerme listo, dejar de hacer la maldad que realizaba en el salón. Tengo armonía, dice un compa comiteco, los paisanos sabemos que el compa tiene cierta intranquilidad. Soy muy abusado, dice el mismo compa, sabemos que nos está diciendo que es muy listo. En Comitán respetamos la palabra, ésta es la columna vertebral de la anécdota. Ya sabés que la anécdota comiteca es sensacional. Soy escaso, pero he estado en algunas tertulias con amigos, donde la palabra es un papalote maravilloso, que vuela por todos los cielos, por todos los espíritus, iluminándonos. Sí, la palabra comiteca es luminosa, sintetiza la vida. En este pueblo nació Belisario Domínguez, quien tuvo a la palabra como su principal aliado en defensa de la libertad; en este pueblo nació Rosario Castellanos, quien usó la palabra para comunicar su pensamiento, lo hizo en muchos géneros literarios: poesía, cuento, novela, ensayo y teatro. México reconoce a ambos personajes, en tal reconocimiento está implícito el respeto con que ellos trataron a la palabra. En el ambiente político escuchamos con frecuencia frases de los discursos de tío Belis; y en el ambiente intelectual escuchamos frases y versos escritos por Rosario. Sus palabras siguen siendo estandarte de libertad. Los comitecos nos sentimos chentos por el respeto que ellos demostraron ante la palabra. La palabra seria y comprometida de Belisario; la palabra profunda, reflexiva e irónica de Rosario. Pero, asimismo, sabemos que muchísimos paisanos más siguen fomentando esta flama bendita. Lejos de los reflectores en donde están ambos personajes, las palabras sencillas siguen iluminando nuestros cielos, son ramitos de begonia para nuestro espíritu. Basta ir al mercado para ser testigo de esa maravilla sinfónica. Con qué alegría vuelan esas mariposas; la marchanta ilumina los rostros de sus compradores cuando platica; lo mismo sucede a la hora en que nos reunimos con los amigos a tomar la cerveza y comer las riquísimas botanas, tzisim y chicharrón de hebra incluidos. Sí, es tanto nuestro amor a la palabra que en muchas ciudades del mundo nos tachan de chismosos; es decir, que hablamos de más, que le echamos salsa picante al comentario. No somos monedita de oro ni somos santos. La palabra, con su magnífico poder, no sólo sirve como bálsamo para el alma, ¡no!, también sirve para joder al prójimo. Ya dije que en la escuela, en el trabajo, en la familia, siempre nos hemos topado con jodones, con abusivos, abusadores, ellos se piensan abusados (listos), en realidad son personas que enlodan honras ajenas. Ah, qué difícil es lidiar con esa clase de personas. Su palabra es cuchillito que hiere. Por fortuna, como dice la sentencia popular: son más los buenos, más quienes honran el prestigio bendito de este pueblo, más quienes respetan la palabra. Por ahí dicen los que saben que, al principio fue El Verbo. Todo está en su origen. Los documentales que hablan de la evolución de la vida, nos presentan a los primeros seres humanos sobre la tierra, son personas con características físicas muy semejantes a los hombres y mujeres actuales, pero ellas no poseen la sensacional capacidad del habla. ¿En qué momento el ser humano comenzó a gozar de esta habilidad intelectual? Los científicos no logran determinar lo que es indeterminado. Pero, en algún momento luminoso, los seres humanos lograron comunicarse a través del lenguaje y éste se diversificó en muchísimos idiomas. Los compas de estas tierras poseyeron hermosísimas lenguas antes que llegaran los conquistadores con su idioma español; los conquistadores portugueses llegaron a tierras del actual Brasil, por ello, en América Latina, los brasileños hablan portugués. Acá, muy cerca de nosotros, además del español que recibimos escuchamos lenguas indígenas, soberbias. Esos sonidos volaban mucho antes que se escuchara el murmullo y grito del castellano. Cada uno de esos idiomas tiene un repertorio genial de palabras, con sonidos de cascada de aire. El tojolabal, el tzotzil, el tzeltal, el chuj son lenguas que acuerpan la lengua castellana, la que heredamos los mestizos. Comitán tiene un profundo respeto por la palabra, pero, ya quedó plasmado en esta carta, este reconocimiento está lleno de vida, por lo tanto, nos sirve para decirnos te amo, para rezar, para bromear, para brincar la cuerda y para ofender, ¡faltaba más! Posdata: en comunidades rurales, cercanas a la ciudad de Comitán, aún emplean la palabra alentado para decir que alguien se ha curado de una enfermedad. Ah, es maravilloso escuchar que Rosa ya está alentadita. ¿Mirás? Es como mojol de la vida, de la divinidad. No sé de dónde proviene la palabra alentado, pero es una palabra bella, sobre todo como la usan en nuestro entorno: ya está alentadito; es decir, ya está buenito, ya está curado. Bendito Dios. En Comitán amamos la palabra, la disfrutamos a la hora que nos reunimos con los amigos, es la cinta que da origen a la anécdota.