domingo, 19 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN PARASOL

Querida Mariana: ¿tu mamá te recomienda: llevá paraguas, cuando te ve salir en la tarde? A mí me encanta ese chunche que tiene dos usos: sirve para protegerte de la lluvia y para protegerte del sol. Pocos chunches en el mundo sirven para dos cosas tan antagónicas. ¿Conocés algún otro objeto que tenga este abanico tan grande en su uso? Me encanta que se llame paraguas, pero que sirva para que la señora que vende chayotes hervidos en la banqueta se proteja del sol. Mi abuela Esperanza llamaba sombrilla al paraguas. A mí me encanta esa palabra: sombrilla, que es como un cachito de sombra. Tal vez se llama así, porque produce un pedazo de sombra, donde uno se refugia de los rayos inclementes del sol. Hay algo en la terminación “illa” o “illo” que me provoca nostalgia y ternura. Este regusto palideció tantito cuando el ex presidente de la república, Vicente Fox, comenzó a tratar a todos los niños y niñas con los términos de chiquillos y chiquillas. Pero, fuera de eso, que resultó motivo de burla, las palabras que terminan en “illa” o “illo” suenan como un pase de danzón. Mirá, oí: ¡quesillo!, no tiene la rotundez de la palabra queso, por eso, cuando vamos al mercado y pedimos una quesadilla, la tortilla toma una sonrisa de campana. La quesadilla es una tortilla con queso, pero, sólo digo como juego, no pudo llamarse de otra manera, porque la terminación así lo exigía. ¿Por qué la tortilla se llama así? Si eliminamos el sufijo illa, podría quedar torta, que es como la abuela hinchada de la tortilla. Del queso ¡el quesillo!; de la torta ¡la tortilla! Del peso ¡la pesadilla! En la novela “Rayuela”, de Julio Cortázar, aparece la palabra “Pureza”, un personaje dice: “Pureza, horrible palabra. Puré y después Za”. ¿Mirás cómo fraccionando una palabra que define un concepto hermoso se vuelve algo horrible? De punto viene puntilla; de puta viene putilla. Esta palabra pierde su agresividad, su golpe al plexo. El muchacho ofuscado que reclama a su novia por ser una ¡puta!, se suaviza cuando ella baja los ojos y dice: no, mi vida, soy tu putilla. ¿Y qué pasa con la palabra orilla? ¿Qué con la palabra periquillo? ¿Qué con grillo? Todo lo que termina en “illa” o en “illo” tiene algo como una cuerda divina, hace que el universo suene menos de piedra. Sé que ahora estás pensando qué sucede con la palabra “pillo”, que, según el diccionario, por su origen, está relacionado con alguien que roba o saquea. Pero, ¿cuántas veces oímos que la abuela dijo que Martincito era un pillo?, y Martincito no era un ladrón, lo que sí hacía era robarnos nuestro cariño, porque era un travieso simpático, sus pillerías eran como regocijo de iguanas. Me encanta el paraguas que sirve para protegerse de la lluvia y del sol; y me encanta el nombre que mi abuela le daba a ese objeto: sombrilla, hija de la sombra mayor, cachito donde el sol nos hace los mandados de mediodía. Querida mía, ¿tu mamá te ha dicho: me tenés hasta la coronilla? Coronilla, qué bonita palabra. Recuerdo una canción que decía: “Y era una reina tan pequeña, que, en lugar de tener corona, tenía coronilla”. Es una canción bonita. No soy rey, pero la edad me ha colocado una coronilla en el lugar donde tuve una mata tupida de cabello. ¡Nobleza obliga! Posdata: hay quesadillas que no llevan queso. Romeo dice que taquilla no es la mamá del taco, porque si no, en las salas cinematográficas, en lugar de dar boletos darían tacos de nana o de tripa. Me encantan las manecillas del reloj, hijas de la mano. La única palabra que no debería llevar la terminación “illa”, es la hija de lo pesado que se llama pesadilla. Esta palabra sí tiene una gran carga, es, como la “pureza”, de Cortázar, es una palabra horrible. De ahí en fuera, a mí me encantan todas las palabras que terminan en “illa” o “illo”. No me gusta la lluvia, detesto mojarme, pero me fascina ver, desde una ventana, a las personas en la calle, caminando como signos de interrogación, protegidos debajo de un paraguas, sombrilla. La lluvia no toca sus coronillas, todo se abre como un hongo húmedo.