viernes, 10 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, CON RETAZOS DE LA VIDA DEL AMADO TÍO AMADO

Querida Mariana: el tío Amado nació con una bendición debajo del brazo. Sus papás sembraron luz en su espíritu al bautizarlo con ese nombre, porque todos sus amigos y familiares lo amaron profundamente y él correspondió con generosidad a tal cuerda de afecto. La tía Elena, hermana mayor de Amado, contó que su hermano llamaba viernesí, al viernes; sabadós, al sábado; y domingol al domingo. ¿Por qué? La rutina de vida del tío, de lunes a jueves era la siguiente: se levantaba a las seis, corría en el patio de la casa, a las siete se bañaba, luego el desayuno, a las nueve abría la sastrería. Laboraba hasta las dos de la tarde, cerraba, entraba a comer a la casa, dormía una siesta, a las cuatro en punto abría la sastrería hasta las ocho de la noche, hora en que cerraba el taller, entraba a cenar, escuchaba el noticiario nacional en la radio; a pesar de que había dos baños en la casa, a las nueve y media o diez iba al sitio y orinaba viendo el cielo, sintiendo el aroma de los pinos. A las diez se ponía el pijama, oraba y dormía. De lunes a jueves, religiosamente cumplía con este ritual. Pero de viernes a domingo todo se modificaba. En principio el taller permanecía cerrado. El tío Amado amaba su trabajo, pero también amaba el divino ocio, así que trabajaba febrilmente de lunes a jueves y descansaba, plácidamente, de viernes a domingo. ¿Por qué al viernes lo llamaba viernesí? Porque, mucho antes que el mundo dijera: ¡es viernes y el cuerpo lo sabe!, él le decía sí al viernes, desde temprano entraba a la cocina y preparaba paquitos de frijol y de chorizo con huevo que colocaba en una canasta de mimbre, en una bolsa de mandado metía un enormísimo termo con limonada. Ya toda la sobrinada lo esperaba en el corredor, le daban los buenos días, ayudaban a llevar la bolsa y la canasta y cuando el tío Amado soplaba el silbato que se colgaba al cuello, los niños cantaban: “somos los exploradores y vamos al río, a nadar, a bucear, a pescar, a pasear…” El tío Amado, al frente del grupo, marchaba con paso marcial hasta llegar al campo donde los niños se sentaban a su alrededor y mientras desayunaban les contaba cuentos infantiles. Al término del desayuno improvisaban juegos de grupo, trepaban a los árboles, corrían, jugaban pelota. Regresaban a las dos o tres de la tarde, donde ya la tía Elena había dispuesto una mesa donde comían tortas de pierna mechada. A las seis de la tarde, el tío Amado colgaba una piñata y los niños la quebraban y sus caritas se iluminaban a la hora de aventarse para recoger los dulces y frutas. Todos los viernesí eran una gran fiesta. El sabadós, justo a las dos de la tarde, el tío Amado tocaba en la puerta de la casa de Lochita, una de las dos amantes amigas que tenía, la otra era Mechita. A Mechita le tocaba recibir al tío a las cuatro de la tarde, dos horas después. Ambas mujeres le servían dos tequilas antes de la comida y luego pasaban a la recámara donde disfrutaban de juegos de cama, en dos ocasiones. El tío Amado cumplía así su sabadós, con dos tequilas en cada casa y dos actos de amor con cada una de sus muchachas. ¿Y el domingo? En el nombre está inscrito el destino de ese prodigioso día. Temprano iba a misa, luego pasaba a desayunar en casa de su primo Efraín, a las ocho tomaba su maletín con la ropa deportiva, trepaba a su camioneta e iba a la cancha donde le correspondía “jugada” al equipo de su corazón. Después del encuentro tomaba dos cervezas con los compañeros futbolistas, regresaba a su casa y durante toda la tarde, en la televisión, veía repeticiones de juegos de fútbol de las ligas españolas e italianas. Siempre que había una jugada fenomenal comentaba: ¡Estos sí saben jugar al fútbol! Posdata: el tío Amado enfermó, cuando ya tenía noventa y un años de edad, como pajarito comenzó a trincar el pico. Estaba en esas cuando un sobrino dijo: “Mirá, el tío se nos muere en domingol”, el tío abrió los ojos, exigió que llevaran un televisor a la recámara para ver partidos de fútbol y murió a la una de la madrugada del día lunes, un día como cualquier otro. ¿Cómo iba a morir en pleno domingol? No, jamás.