jueves, 2 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTOGRAFÍA DE MONTEBELLO

Querida Mariana: comparto la fotografía de una fotografía, de una postal de hace muchos años, de tiempos donde no todas las personas tenían la posibilidad de tomar fotografías, como se hace en la actualidad. Hoy, la fotografía digital permite que todos los que tienen un teléfono celular tomen fotografías de los espacios visitados. La fotografía que acá se ve, en glorioso blanco y negro, mide 8 x 10 cm. En la parte inferior tiene el siguiente letrero: “Montebello”, Comitán, Chis. Foto – Cancino. En todo mundo hubo fotógrafos profesionales que tomaban fotografías para postales. Los visitantes compraban las postales, para enviarlas, por correo, a los amigos y familiares. Hubo personas que las compraron para su álbum personal, como testimonio gráfico de una visita especial. No me gustaría que este tema, hoy tan sencillo, se diluya. Al principio dije que es una fotografía de otra fotografía. Ahora es común este ejercicio. En este caso es sorprendente, porque une dos tiempos: el de la fotografía analógica y el de la fotografía digital. Los actuales chunches tecnológicos permiten esta magia: rescatar instantes pasados. Hay expertos que, en la actualidad, pueden limpiar estos tesoros. En manos de un especialista, esta foto quedaría sin las ajaduras que tiene y esa mancha que acá le da un toque sepia al agua (¿una premonición de las manchas de suciedad que actualmente tienen las aguas de esta prodigiosa zona?) No debemos perder el encanto de la mirada. Acá está una imagen que fue tomada hace más de cincuenta años. Te invito a hacer un ejercicio de imaginación. Imaginá que tu bisabuelo, ya mayor, viajó a Chiapas, viajó a Montebello y luego, en una tienda de Comitán, compró esta postal. Al reverso, como era costumbre escribió algo como esto: “Querida bisnieta, la vida es ingrata, nunca te conoceré. Tú sí me conocerás, no físicamente, pero sí a través de una fotografía. Para que cuando alguien te enseñe a tu bisabuelo en una fotografía, en sepia, no te represente una persona desconocida, te escribo estas letras para que me tengas cerca de ti. Hoy estuve en Montebello, una región bellísima de Chiapas, estuve parado en el lugar donde estuvo parado el fotógrafo. Pienso en ti, en la bisnieta que nunca conoceré, pero a la que amo profundamente y deseo que sea una mujer exitosa. Si alguna vez viajas a Montebello, cuando estés parada en este lugar piensa en mí, ora por el descanso infinito de tu bisabuelo que te quiere”. ¿Mirás? Por eso dije que este acto sencillo no sea vanal, puede ser toda una historia de vida. Voy a atreverme a decir que Foto – Cancino corresponde al estudio fotográfico de don Enrique Cancino. Existe otro fotógrafo excelente con el mismo apellido paterno: Cancino Villar y él siempre firma así su archivo. Me atrevo entonces, sin tener la certeza. Los comitecos de los años sesenta y de los años setenta recuerdan con precisión a don Enrique Cancino, quien fue el fotógrafo profesional que se paró en esta orilla del lago y tomó la fotografía que luego convirtió en postal, para hacer eterno el instante tan frágil, tan voladizo. El otro día, en un Platicatorio, el gran fotógrafo Carlos Gordillo recordó a su maestro Enrique Cancino, él impartía el Taller de Fotografía, en l Escuela Preparatoria. Muchos preparatorianos tuvieron el privilegio de recibir clases de fotografía con un gran maestro. A mí siempre me ha gustado el arte de la fotografía, pero cuando me tocó elegir taller, me incliné por la pintura. El maestro Homero Recinos fue el responsable del taller de pintura. Él, siguiendo la prédica de los impresionistas, nos llevaba a tomar apuntes y a pintar en escenarios naturales. ¡Fuimos a Montebello! Sí, acudimos a esta maravillosa región natural, después de pintar íbamos a una palapa y en la mesa compartíamos los desayunos. Ah, tiempos geniales. Pero conocí al maestro Enrique Cancino, porque el padre Carlos enviaba a todos los alumnos del Colegio Mariano N. Ruiz a tomarse las fotos oficiales en su estudio. Posdata: por ahí tengo fotografías que don Enrique me tomó siendo niño. Hay una donde estoy con un traje folclórico. Esa fotografía es en blanco y negro, pero está coloreada. Don Enrique era un gran artista. Como muchos fotógrafos de ese tiempo, él tomaba el pincel y los colores especiales para darle color a la imagen. Esta postal no fue retocada. Es una fotografía en blanco y negro. No se advierten los maravillosos colores distintivos de Montebello, pero sí se aprecia, ¡qué bendición!, la vegetación tan pródiga que existía, así como la claridad del agua y del cielo.