martes, 7 de junio de 2022

CARTA A MARIANA, CON UNA CASA Y UNA ALBERCA (segunda y última parte)

Querida Mariana: pero la casa de los Morante no sólo tenía una maravillosa terraza al frente, en la segunda planta, ¡no!, en la parte posterior, al mismo nivel, tenía una fascinante vista que llegaba hasta la Ciénega. ¿Imaginás el privilegio de correr la cortina de tu ventana, a la hora de despertarte y ver que tu mirada vuela hasta la Ciénega con sus matices húmedos, su arboleda, su cielo claro y las líneas blancas de las garzas. Todos los Morante son amigos generosos, durante los años setenta tuvieron muchos amigos en el pueblo, amigos que aún los recuerdan con emoción y cariño, así que ya podés imaginar lo que era esa casa en el día a día, pero, sobre todo, en vacaciones, cuando la alberca era aprovechada al máximo. Hacé la cuenta: anotá a los amigos de Alfonso, ¿cuántos se te antoja?; los amigos de Manolo (el coshito de la familia); los de Eva, los de Esperanza y los de Lula. Uf. Multitud maravillosa. Mi Paty es amiga cercana de Lula, tienen un grupo muy unido que se llama “La chusma” (cuando inició la pandemia Ana mandó a hacer cubrebocas con ese nombre). Bueno, los integrantes de la Chusma son más de cinco. Imaginá a la chusma reunida en la casa, más los amigos de Eva, más los de Esperanza, más los de Manolo, más los de Alfonso. Ah, qué guateque tan de todos los días. Los Morante, ya lo dije, no habitan más esta que fue su casa, que sigue siendo, para la bitácora de la nostalgia, la casa de ellos. De los integrantes de la familia, sólo doña Esperancita y Alfonso radican en nuestro pueblo, los demás muchachos y don Alfonso viven en otras ciudades. Pero, eso sí puedo asegurarlo, todos tienen maravillosos recuerdos de este pueblo y de esa casa. Desde la terraza que da a la calle, todos ellos, más la innumerable palomilla de amigos, presenciaron desfiles, marchas y el paso del día sensible de los comitecos. Pienso que ahora en tiempos de pandemia, cuando el mundo se vio obligado a confinarse, en la casa de los Morante, no hubo la zozobra de otros lugares, porque los habitantes de esa residencia pudieron cumplir con el encierro, pero sin encerrarse, les bastó asomarse a la terraza para ver el mundo con sana distancia. Esa terraza permite estar siempre, es uno de los balcones más generosos de Comitán, bueno, con decirte que es más ancho que el balcón de la presidencia municipal. Ahí se dieron maravillosas tertulias amistosas. ¿Ya viste bien la fotografía? Entiendo que cuando don Alfonso y doña Esperancita rentaron la casa ya estaba construida la alberca. Tal vez es parte del diseño original o la construyeron quienes rentaron antes que los Morante. ¿Ya viste que este tanque está especialmente diseñado para alberca? En un esquinero están las gradas para entrar y al lado las gradas para bajar; los muros de contención son gruesos para resistir el empuje del agua. Robé la fotografía del muro de Manolo. Esta fotografía fue tomada desde la segunda planta de la casa, desde el espacio interior, desde donde se veía la panorámica imponente de la Ciénega. Mirá qué prodigio de piso. No se ven flores alrededor del patio, pero no había problema, porque justo detrás de las bardas que acá se ven estaban los sitios de las casas vecinas, sitios que, ah, tiempos maravillosos, se encargaban de surtir de frutos a sus dueños y a los buenos vecinos, de apellido Morante. En esos huertos había árboles de durazno, de níspero y de granada. Ah, la buena vecindad del Comitán de tiempos más amables. Ahora, las bardas alcanzan alturas impresionantes. En la fotografía asoma la manguera que la llenó hasta una altura de chapoteadero, para que los niños disfrutaran el espacio sin riesgo. Por ahí hay una persona mayor que los cuida, una niña mayor que también está pendiente y un muchacho que revisa que todo fluya con la armonía que era característica del prodigioso Comitán. Posdata: estoy seguro que los Morante llevan este espacio luminoso en su corazón. Por eso me atreví a narrar lo que a ellos corresponde. Es sólo pretexto para enviarles un abrazo, en nombre de todos sus amigos, que son multitud. Había una vez, una casa, una casa increíble.