viernes, 2 de diciembre de 2022

CARTA A MARIANA, CON FOTOGRAFÍAS

Querida Mariana: hoy todo mundo tiene cámara en el teléfono celular. En los años sesenta sólo los privilegiados tenían cámara fotográfica. En la avenida de San Juan de Letrán, en la Ciudad de México, había fotógrafos callejeros. Era un oficio singular. Ellos tomaban fotografías a todos los que caminaban por esa avenida. Era un registro constante. No existía el prurito de hoy donde hay gente que se molesta cuando les toman una fotografía. ¿Qué artista o figura pública puede controlar ese acecho? Pues, en esos años todo mundo, como si estuviera en una pasarela, era retratado. Como comprenderás, estos fotógrafos vivían de vender esas fotografías. Hasta la fecha no entiendo cómo funcionaba el negocio. Imaginá que vos ibas caminando por ahí y te tomaban una fotografía, vos seguías tu camino. ¿Cómo sabías que te habían tomado una fotografía y tiempo después estaría disponible? Imagino que al lado del fotógrafo había un compañero que entregaba tarjetitas explicando esto. Te tomamos una fotografía, querés conservar el recuerdo, acá la encontrarás. Estas tomas son un registro gráfico importante de la historia de México. Estoy casi seguro que en tu casa existe una de estas fotografías en un álbum. Yo, ingenuo provinciano, caminé por ahí un día en los años setenta. Iba bobeando, maravillado ante las vitrinas de los negocios, los carros, el mundo de gente que iba de un lado a otro cuando sentí una presencia que se fijaba en mí. Volví la mirada y me topé con el fotógrafo que capturó el instante donde caminaba por esa avenida anchísima, como jamás existió una en Comitán. Ahora le pregunté a mi mamá y dice que sí, que ella fue retratada en los años cincuenta, dice que esas fotografías se llamaban “instantáneas”, pero ella jura que la foto se la entregaron al instante, jura que vio cómo de la parte baja de la cámara salió la foto. ¿De verdad? Pues mi mamá lo asegura. A veces enredamos sueños. En el Internet dice que en esa década apareció la primera Polaroid en Estados Unidos, y ya te conté que acá en Comitán, a finales de los años sesenta, don Polo Torres me impresionó al tomar una fotografía que fue expulsada de una cámara, la foto la sacudió al aire y luego me llamó para que viera la impresión. ¡Magia!, pensé. No, era una cámara Polaroid de fotografías instantáneas. Era un día de campo en Los Lagos de Montebello. Es una leyenda urbana, pero algunos aseguran que en la avenida detrás de la Biblioteca Municipal había un fotógrafo callejero al que le decían el cieguito. ¡Cómo! No lo creo, pero un día necesité, de urgencia, una fotografía tamaño infantil para algún documento en la preparatoria y fui a que me tomara la foto. Me colocó contra la pared, tomó la foto, manipuló la placa y diez o quince minutos después tuve entre mis manos la fotografía tamaño infantil, toda húmeda. No, tal vez oímos mal, tal vez era el mudito. Sí, eso. Cómo un fotógrafo ciego. De Ripley. A veces, cuando veo un álbum de fotografías hago un ligero repaso a la historia de la fotografía. Es impresionante el avance que han tenido las cámaras. Mi papá me regaló la primera cámara que tuve, una muy sencilla; luego compré una (a dólar) en un supermercado de Bronswille, Texas; más tarde, tuve una (maravillosa) que era una cajita que me ponía en la panza, porque el visor estaba en la parte superior, era genial; luego tuve una profesional, que Quique hizo favor de comprarme en Canadá; y ahora, ahora, como todo mundo no profesional, utilizo la cámara del celular. Si la foto que le tomaron a mi mamá fue “instantánea”, ¿cómo debemos llamar a las que ahora tomamos para el archivo digital? Tardan uno o dos minutos para impresión, pero ahora tenemos la oportunidad de enviar una foto a cualquier parte del mundo a través de los chunches tecnológicos, ahora tomo una fotografía y, de inmediato, puedo enviarla a un amigo que está en Buenos Aires, Argentina. Esto es más que instantáneo. ¿Qué palabra puede emplearse? ¿Qué palabra puede inventarse para decir que es más que cachinflín? Posdata: vos no te sorprendés de estos tiempos. Los de mi generación no acabamos de cerrar la boca. Para los jóvenes esta revolución tecnológica es lo más común, para nosotros, que crecimos antes de estos avances, cada clic en la computadora nos abre una ventana indescriptible. ¡Tzatz Comitán!