martes, 27 de diciembre de 2022
CARTA A MARIANA, CON HISTORIA
Querida Mariana: Raúl, hace años, me contó una historia. No la recuerdo bien, pero trataré de contarte lo esencial. Dice que iba con un amigo en un auto, en una terracería, polvosa, sin tráfico. El amigo le contaba que tenía dudas acerca de la fidelidad de su novia, Raúl trataba de darle ánimos, conocía a la novia del amigo, bella, linda, pero decente, Raúl decía que ella era incapaz de serle infiel. Iban en esas cuando vieron, como a cien metros, un auto rojo estacionado debajo de la sombra de un árbol, la puerta del copiloto estaba abierta, una chica estaba recargada en el auto, ella abrazaba al chico. El chico escuchó el auto de Raúl, se separó de ella y ésta se sentó en el asiento, el chico vio hacia el otro lado, la chica bajó la mirada. Raúl y su amigo ignoraron a la pareja, el amigo dijo: “están dándose un fajecito” y el auto pasó al lado del carro rojo. Metros adelante, Raúl vio por el retrovisor que el chico se agachó, debía seguir besando a la chica, la puerta siguió abierta.
Raúl dice que entre él y su amigo se hizo una burbuja de silencio opresiva. Un buen tramo, dando tumbos, por lo irregular de la terracería, ninguno de los dos comentó algo, hasta que el amigo le dijo que la blusa de la chica se parecía mucho a una que usaba su novia. No, no, dijo Raúl, no vayás a decirme que creés qué…
El amigo preguntó si podían regresar, sólo para asegurarse que no era la novia. No, le dijo Raúl, no podemos hacer eso, el chico puede molestarse, no sabemos si tiene una pistola, no sabemos quién es, además es una bobera lo que decís, no puede ser tu novia, ¿no viste que su cabello era corto? Tu novia, dijo Raúl, tiene el cabello largo. Es cierto, reafirmó el amigo, ¡es cierto!, sonrió, bajó completamente el cristal de la ventanilla y aspiró.
Hasta acá lo que sucedió en el camino de terracería. Raúl pasó a dejar al amigo a su casa, vivía con los papás, y luego pasó a la de él a sacar un suéter, porque iría al cine con su novia. Cuando llegó a casa de la novia, ésta salió, subió al auto, lo besó. Raúl sintió cierta turbación, sintió algo feo en el estómago, un calor le subió al rostro, porque se dio cuenta que el color de su blusa era igual que el de la chica de la terracería. Raúl apagó el auto, abrazó a su novia y halló que en el hombro había una hoja, pequeña. La tomó y se la mostró a la novia, ésta sonrió, dijo que tal vez era del sitio, había estado cortando unos duraznos. Raúl le preguntó si había salido esa mañana, ¡no!, dijo ella. ¿Cómo puedo estar seguro? Su novia se echó para atrás, se soltó del abrazo y le preguntó qué le pasaba. Nada, dijo él. No, sí, a ti te pasa algo, algo extraño, me preguntas como si me acusaras de algo. ¿Qué te pasa?, y se separó en forma total.
Esto me lo contó hace muchos años. Raúl me dijo que hubiese querido decirle la verdad, pero sabía que ella estallaría, porque ¿qué podía decirle si la estaba acusando de una infidelidad absurda?
No acabó ahí la cosa. Raúl prendió el auto, dijo que sólo eran preguntitas, que no debía molestarse, le había llamado la atención la hojita en la blusa y por eso había preguntado si había salido, tal vez era hoja de un árbol de la calle, porque había hecho mucho viento. La novia, entonces, le preguntó, ya en un tono irónico, si él había salido en la mañana. Si, dijo él, estuve con Santiago, fuimos a su ranchito. Ah, ya, dijo la novia, cuando se abrió la puerta de la casa, salió su mamá, Raúl saludó, ella le preguntó: ¿cómo estás, hijito? Bien, dijo él, ¿y usted? Bien, gracias, vayan con Dios, no regresen tarde, esta niña ha estado fuera de casa todo el día, y se despidió, iba a comprar tortillas. Raúl dice que sintió que el calor del infierno subía a su cara, vio a su novia y vio que ella también estaba con la cara toda roja. Tan tan.
Posdata: ¿Y?, le pregunté a Raúl. Me dijo que nada. Que arrancó y fueron al cine, pero que algo, como un cactus espinudo, tenía trabado en el pecho. Siguieron siendo novios una temporada muy corta, como a los tres meses de este suceso terminaron por algo banal. Él comenzó a salir con otra chica y su ex novia estuvo sola por varios años. El amigo de Raúl se casó con la novia y dos años después se divorciaron, porque ella le fue infiel. Gracias a Dios no tuvieron hijos.
Raúl me dijo que guardó la hoja del árbol, que estuvo tentado a ir al sitio para verificar, pero no fue necesario, porque al día siguiente le preguntó a la suegra, en un rato que estuvieron solos, por qué había dicho que su hija había estado fuera de casa todo el día, la suegra, mientras cortaba unas papas para la sopa, dijo: “Ah, es que estuvo toda la mañana en el sitio”. Tan tan.
¡Tzatz Comitán!