jueves, 16 de febrero de 2023

CARTA A MARIANA, CON POESÍA REUNIDA

Querida Mariana: siempre tengo cuatro libros en mi buró. Uno es la novela, libro de cuentos o de poesía que leo en ese momento, los tres restantes son libros a los que siempre regreso. Sí, la Biblia y dos más, uno de poesía y uno de cuentos. Los cuentos son magníficos porque permiten abarcar el mundo a través de pildoritas. Ahora tengo el libro de cuentos de Bashevis, escritor genial; los poemas también son gránulos de luz, ahora tengo el volumen I de un libro del poeta Óscar Oliva: “Iniciamiento. Poesía reunida”. Cuando Miguel fue a París me dijo que llegó a la Gare de Lyon y se quedó parado sin caminar. Pensó que estaba en un edificio tan soberbio que, sin conocerlo físicamente, era suyo porque lo había caminado a través de películas, novelas y cuentos leídos durante su vida. Era una estación más cercana que el otoño, me dijo. Anoche quedé como Miguel ante la espléndida estación donde llegan muchísimos trenes cargados de palabras reunidas por Oliva. Y no fui más allá, porque en la ficha biográfica del maestro hallé que “en 2013, por auspicio de la Universidad Autónoma de Zacatecas fue homenajeado en el Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde, en donde se le galardonó con la medalla Ramón López Velarde y el Premio Internacional de Poesía”, y recordé que en esa ocasión junto con el poeta Oliva, su esposa Sonia Quiñones y el poeta Mario Nandayapa, estuve presente en ese acto maravilloso en aquella tierra que ahora sufre de una violencia que no corresponde a su grandeza cultural. En aquel 2013, Zacatecas se nos mostró en su esencia fundamental: una ciudad bellísima, llena de arte. Llamó mi atención que la ciudad no tenía un solo grafiti en sus paredes de color piel de ángel. Nuestro anfitrión, el maestro Sampedro, dijo, con gran orgullo: “los mismos grafiteros aman la ciudad y la mantienen limpia. Todos la cuidamos”. Eso significaba que el arte del grafiti se plasmaba en otros lienzos. La ciudad se nos mostró impoluta, fue una bandera de aire para recibir al poeta Óscar Oliva. Y anoche ya no caminé más, porque encontré que Mario fue quien compiló la obra del maestro Oliva; y, como si fuera un tren llegando al andén, vi que en una ventana aparecían los rostros y las mentes de los chiapanecos Luis Arturo Guichar y Gustavo Ruiz Pascacio, quienes aparecen en este libro con textos luminosos acerca de la obra del poeta mayor de Chiapas. Esta obra es una coedición del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (padre putativo de la actual Secretaría de Cultura), el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, la UNACH (mi universidad) y la UNICACH. Y seguí parado, admirando el frontispicio de este maravilloso edificio intelectual, porque hallé que el director general de Coneculta Chiapas fue mi distinguido amigo Juan Carlos Cal y Mayor, y el director de publicaciones, mi admirado Marco Antonio Orozco. Tiempos donde el trabajo editorial de esa institución fue generoso (estos dos volúmenes son muestra innegable de eso). Hoy son otros tiempos, de una escasez editorial apabullante, casi miserable. Los ensayos escritos por Gustavo y por Luis Arturo aparecen en el volumen II. Esta mañana lo tomé del librero y lo coloqué en mi buró. Los releeré con atención y con el gusto de quien saborea un sorbo de luz. Así leo la poesía del maestro Oliva: una estación con la belleza de la Gare de Lyon. Posdata: me encanta pensar que en mi buró no sólo está la lámpara que me ayuda a leer. Todos los libros también son lámparas. Al lado del despertador hay teas que iluminan mi espíritu, los libros son despertadores. El título de los libros de la poesía reunida de Oliva habla del momento primero, donde la oscuridad se retira y aparece la luz. Pucha, querida mía, qué bendición: hace diez años, en 2013, tuve el privilegio de ser testigo de ese instante sublime, cuando Oliva recibió el Internacional de Poesía, en el marco de una espléndida ciudad. Que los dioses de la palabra hagan el conjuro para retirar las sombras que hoy molestan a Zacatecas. Esta noche comenzaré a caminar por el bosque de Oliva, volveré a entrar a sus senderos. ¡Tzatz Comitán!