jueves, 2 de febrero de 2023

CARTA A MARIANA, CON TOSTADAS

Querida Mariana: vos no, pero yo sí. De niño tuve una mala impresión de la tostada. En varias ocasiones escuché que fulano de tal era ¡un hijo de la tostada!, lo decían con coraje, como si ser hijo de la tostada fuera lo peor de lo peor. Y ahora veo que dentro de la gastronomía comiteca, la tostada es ignorada. La comemos, la disfrutamos, pero no la colocamos en el lugar de honor que le corresponde. Todo mundo habla del pan francés. ¡Pucha, tal vez por el nombre internacional nos sentimos chentos! El Día de la Candelaria nos unimos a la multitud nacional que celebra con tamales. Ah, el tamal, todo mundo lo alaba. Somos hijos del tamal y andamos orgullosos, como si nada. ¿Y la tostada? La tostada es más versátil. ¿Dónde has visto que preparen tamales de pata? En cambio, ah, qué ricas las tostadas de pata. En el pueblo todo mundo habla del pan compuesto, ¿qué pasa con las chalupas? Tal vez algo de esa discriminación de infancia subsiste en nuestro imaginario colectivo. Los niños de los sesenta ofendíamos a los que nos ofendían diciéndoles que eran ¡hijos de la tostada! ¿Por qué decíamos eso? No lo sé. La modesta tostada carga con esa rémora. Romualdo dice que la culpa es de Pedro Infante, bueno, no de él, sino de Ismael Rodríguez, el director de la película “Pepe, El Toro”; bueno, tal vez ni él sino del escritor del guion. En esa película lacrimógena aparecen dos borrachitas, una es “la guayaba” y la otra “la tostada”. Romualdo asegura que a quienes eran “pedantes”, no por antipáticos sino por bolos, les comenzaron a decir que eran hijos de la guayaba o hijos de la tostada; es decir, su afición por los alipuses se debía a una carga congénita, heredaron el gusto por el traguito; pero, por extensión, a cualquiera que era un ser tan miserable como los borrachos, se le aplicaba que eran unos hijos de la guayaba o hijos de la tostada. ¡Pucha! ¡Qué destino tan cruel para un ingrediente maravilloso de la cocina comiteca! No hay cosa más rica que una tostada de manteca, se come sola o como acompañante de platillos o como elemento fundamental de una exquisitez gastronómica. La tortilla, el pan y la tostada son los elementos más polifacéticos. La tostada es casi casi como la mera madre de la tortilla. Sara, la sirvienta de casa, me daba una tostada todas las noches. Aprendí entonces que la podía comer como ella me la daba: con crema; o podía comerla con frijolitos, con guacamole o con cualquier guiso. Cuando mis papás estaban de buenas mandaban a comprar órdenes de chalupas con tío Jul. Ah, qué delicia. Mis papás se apresuraban a cenarlas, yo dejaba que se aguadaran, las doblaba como quesadilla y así las comía. La tostada es acompañante genial. Bueno, con decir que conozco gente que come los tamales con tostada. ¿Butifarras? Con tostadita. ¿Hueso? Con tostadita. Hay personas que ponen pedacitos de tostada al interior del pan compuesto y dicen que ese “crocante” le da un sabor sensacional. Somos unos hijos de la tostada si continuamos denigrando a ese riquísimo complemento. Mucha gente prefiere cenar tostadas en lugar de pan, son igual de ricas, pero engordan menos. Cuenta Micky que en los Estados Unidos de Norteamérica comen guacamole a la hora del Súper Bowl, lo acompañan con tostaditas comerciales, de esas que fabrica Sabritas. En Comitán, los aficionados comen su guacamole con tostaditas de manteca. Ah, qué delicia. Basta de hacer menos a la tostada, basta de darle preeminencia a otros elementos gastronómicos. Coloquemos a la tostada en el nivel que le corresponde. Las como sin aceite, horneadas. Mi mundo es más afectuoso gracias a la tostada, con orgullo digo que soy un hijo de la tostada, sin freír. Se me hace que uno de los grandes inventos de la cocina es la tostada. La tortilla se descompone pronto, la tostada ¡no! No sé cuál es el secreto para ello, pero he visto fotografías de personas que tenían haciendas y llevaban redes de tostadas para un mes. La tostada es hija consentida del maíz; por lo tanto, como el primer hombre maya, provengo del maíz. Posdata: la tradición dicta que el Día de la Candelaria se comen tamalitos. ¿Por qué no inventamos un día donde se celebre con tostadas y que todos los comitecos seamos orgullosos hijos de la tostada? Dicen que San Juditas es rete milagroso, pues que haga el milagro para que su día lo celebremos con harta tostada, tostada de pata, tostada con frijolitos refritos y muchas órdenes de ricas chalupas. ¡Tzatz Comitán!