martes, 14 de febrero de 2023
UNA PANTALLA QUE NO APANTALLA
Imaginá que sos una pantalla de televisión, de esas planas tan de moda, tan de última generación. Imaginá que estás en la recámara de los niños de casa y que sustituís a la nodriza, a la mamá y al que antes contaba cuentos al lado de la lámpara de buró; imaginá que sos como la nana que duerme a los niños con caricaturas de súper héroes que lanzan dardos láser para acabar a los enemigos.
Imaginá que estás en un bar y servís para que los bebedores vean los partidos de fútbol soccer o las peleas de boxeo, donde un Canelo vence a un Pomelo.
Imaginá que sos una pantalla gigante y estás en una plaza para que los caminantes ocasionales vean un programa de ballet o un recital de poesía, mejor si es el que Sabines ofreció en el interior de Bellas Artes.
Por supuesto que también podés estar en un estadio para mostrar las imágenes de lo que sucede en el campo o eventuales pasones en las tribunas, donde una pareja se besa o un tipo bebe una cerveza o un grupo de aficionados amarillos se va contra un grupo de aficionados rojos y las jugadas de la cancha pasan a segundo término, porque siempre el morbo jala a las audiencias.
También podés ser pantalla de esas que colocan en los grandes edificios para anunciar bebidas alcohólicas o para exhibir videos musicales, de esas pantallas que ocasionan accidentes vehiculares, porque los automovilistas desatienden el camino.
Imaginá que tenés posibilidad de elegir. ¿En dónde te gustaría estar? ¿Qué imágenes te gustaría que aparecieran en tu panza para que la gente sin quehacer disfrute? Porque, hay que decirlo, las pantallas no son para la gente trabajadora. Nunca he visto que en la milpa los campesinos se pongan a ver películas mientras, con sombrero y morral, caminan entre surcos para sembrar las semillas de lo que será, primero Dios de la lluvia, matas de maíz.
Sabés que no serás completamente autónoma, porque el dueño tendrá en su mano el control remoto y con ello el poder de que vos reproduzcás las imágenes que él desea ver.
¿Ya imaginaste si, por esas torceduras que a veces da el destino, llegás a ser pantalla de un televisor de motel? Sí, nada de caricaturas. Tus imágenes servirán de estímulo para parejas cachondas. Mostrarás imágenes con hombres y mujeres sin pudor, que andarán haciendo travesuras como, se dice, Dios los mandó al mundo. Qué frase tan boba. Dios no los mandó así, sobre todo cuando mirás los rifles que se cargan los hombres en el campo de batalla y los fosos de ellas, que son trincheras por donde han transitado cientos de machos cabríos.
Acá entre nos, ¿en dónde te gustaría estar y qué clase de imágenes te gustaría transmitir? ¿Serías feliz en una telesecundaria, exhibiendo imágenes aburridas para estudiantes aburridos? ¿Te gustaría ser pantalla de una sala de espera de consultorio? En estos lugares casi nadie pone atención, porque mientras la chica de la telenovela descubre que el aparatito dio positivo al embarazo, la chica real, la que espera el llamado para pasar al ginecólogo, pide a Dios que sus análisis den negativo, que no esté esperando pichito, porque ¿qué dirá a sus papás?
Imaginás qué sucedería si fueras pantalla de un asilo para ancianos o estuvieras en una inmensa sala con los ventanales clausurados de un hospital psiquiátrico, donde todos los residentes visten túnicas blancas y algunos caminan de un lado para otro, mientras los demás miran la pared o el vacío y hablan solos o lloran sin motivo o gritan.
Imaginá que sos pantalla y te sentís poderosa por apantallar a más de uno.
¡Tzatz Comitán!