lunes, 23 de diciembre de 2024

CARTA A MARIANA, CON FESTEJO ÍNTIMO

Querida Mariana: con esta entrada van ¡cinco mil! Cinco mil Arenillas y contando. Nadie, sólo vos y yo sabemos lo que esto significa. Por esto, digo que es un festejo íntimo, porque sólo nosotros, querida mía, inscribiremos la fecha en el muro, con letras de oro. Sólo vos y yo. Porque así son muchas historias en el mundo. ¿Cuántas personas celebran el aniversario de una pareja de ancianos solos? ¿Cómo se celebra la aparición número tal del sol cada mañana? ¿Existe un registro científico que dé cuenta del número de veces que la luna se ha asomado en el cielo desde el inicio de los tiempos? Hay actos que son tumultuosos, cuyas celebraciones se desbordan en festejos multitudinarios; en cambio hay otros que se celebran en lo íntimo, porque nadie más podrá reconocer la valía. Recuerdo que mi papá (ya te lo platiqué en una ocasión), al final de su vida productiva, se dedicaba todas las tardes a contar pistilos. ¿Pistilos? Sí, mi mamá pedía pistilos de plástico en una fábrica que las mujeres comitecas compraban para colocar en el centro de flores artesanales que hacían. ¿Mirás lo que digo? De la fábrica llegaban los pistilos de plástico y las mujeres los colocaban en el centro de las flores artesanales que hacían, los materiales usados para hacer las flores eran diversos, sólo el pistilo era un hilo plástico. ¿Por qué? No lo sé. ¿Por qué no hacían los pistilos también del mismo material con que hacían las flores? Nunca supe responder esta pregunta, no sé, hasta la fecha, por qué era así. Pero gracias a esta costumbre mi mamá vendía pistilos en su tienda de estambres y boberitas. De la fábrica llegaba una gran bolsa con cientos de pistilos y mi papá dedicaba sus tardes a separar y contar. Los pistilos (cien) los colocaba en una bolsita de plástico que luego cerraba para su venta. Doña Hilda, decía la compradora, véndame pistilos y mi mamá abría una gaveta, de donde sacaba la bolsita con cien pistilos que había contado mi papá, pacientemente. Mi viejo, con la camisa arremangada, contaba diez pistilos y luego los separaba en un montoncito, cuando en la mesa tenía diez montoncitos llenaba la bolsita. No sé cómo los dioses inventaron el mundo, pero debió ser algo semejante, así se construye la vida, por montoncitos, armados con paciencia y con pasión. Bueno, mi niña, de igual manera he ido construyendo mi mundo, nuestro mundo. Ahora celebramos (gracias por estar conmigo) que en el blog hay un enorme archivo de Arenillas: ¡cinco mil! Las he ido haciendo de una en una, las he ido reuniendo en montoncitos y ahora ya son una enorme montaña de palabras, de conceptos. ¡Cinco mil Arenillas! Si el mundo fuera nuestro mundo, estoy seguro que respondería a las leyes que dicta el mercado, lo que dicta el protocolo de éxito, alguien díría en la sala del New York Times: ¡paren las prensas y cambien la de ocho!: “El blog de Molinari cumple cinco mil entradas”. Y por ahí se iría el mundo, la Torre Eiffel se iluminaría y las letras de mi apellido brillarían en francés; otros dirían: prendan de nuevo el árbol de navidad, que en lugar de estrella en el pináculo tenga un letrero luminoso que diga ¡Molinari! Que la ONU decrete a las Arenillas como Patrimonio Intelectual de la Humanidad. Que la Academia Sueca cree el Premio Nobel de las más grandes ceibas, en honor a la ceiba de las Arenillas. Pero el mundo funciona de manera diferente a como funciona nuestro mundo. A final de cuentas, todo es pura chaqueta mental, porque este mundo, nuestro mundo, no tiene los pies bien puestos en la tierra de los otros, porque los otros son eso: los otros. Nosotros, querida mía, sabemos que formulamos un mundo para que se acerquen los otros, para que ellos se detengan tantito frente a este aparador que está muy lejos de lo cotidiano, lejos de las grandes ventanas de la Quinta Avenida de Nueva York o de los más excelsos malls de Dubái. A los otros no les importa nuestro festejo, el mundo de los otros está metido en otras vainas, en otras vanidades. ¿A quién puede importarle que hoy estemos festejando la Arenilla ¡cinco mil!? Acá, en estas cinco mil Arenillas están condesadas ideas que, como aire acondicionado, circulan por las tuberías de las más selectas habitaciones como por las viviendas más humildes. Acá está concentrado un poquito de nuestra identidad. Por esto, hoy que se cumplen cinco mil entradas, celebramos con harto confeti. En este pueblo, que es la Capital del No Regateo, vos y yo no regateamos nuestra contentura. Cuando menos tenemos ¡más damos! Y ahora damos más, porque comienza el camino que nos conduce a las diez mil entradas. Llevará tiempo, porque estas cinco mil entradas se han construido en el trabajo dedicado, honesto y apasionado, de más de diecisiete años, ¡diecisiete! La primera entrada es de 2007. Son muchos años de siembra, muchos años de estar trepado en el tractor, haciendo surcos en el campo de la creación. Posdata: cinco mil y contando, cinco mil y ¡cantando! ¡Tzatz Comitán!