sábado, 28 de diciembre de 2024
CARTA A MARIANA, CON UN RÍO, CON UN MAR
Querida Mariana: vuelvo a decirlo: no me gustan los espacios cerrados. Me encanta el espacio sin paredes. Pero como soy un viejo achacoso, tampoco me gusta el espacio donde el viento helado picotea mi cuerpo. Una vez vi un documental donde aparece el estudio de Pamuk, sí, el gran escritor turco. Dicho estudio está en una colina de Estambul, frente al río Bósforo. Desde ahí, Pamuk ve los barcos, el vuelo de las aves, las mezquitas, oye el canto del muecín convocando a la oración. Estambul está atrapado en la atarraya de su mirada, da la sensación de que Orhan puede adueñarse de toda la ciudad con un simple movimiento de la mano.
Hablo del estudio de un gran escritor, Orhan Pamuk, de un ganador del Nobel de Literatura; hablo de Estambul. Cuando vi la gran ventana desde donde Pamuk tiene a su pueblo a los pies, pensé que era uno de los seres humanos más privilegiados del mundo. Cuando vi el documental y lo vi pararse frente al gran ventanal casi sentí lo que él siente al pararse en ese espacio calentito, resguardado por un cristal.
Resulta que el otro día conocí a otro ser privilegiado, el arquitecto Sergio Iván Aguilar Espinosa, de la empresa AECOR, tiene su estudio en lo alto de una colina comiteca, como si Comitán fuera el Bósforo, él tiene el pueblo a sus pies, su mirada vuela, como gavilancillo, sobre todos los techos. Desde su lugar de trabajo, de inspiración, él ve las torres de muchos templos católicos. La mañana que estuve con Iván supe que hay seres que construyen su nido al lado de las águilas, porque sus sueños les injerta alas para el vuelo. Conocí a Iván y lo pensé como el Pamuk comiteco, él no escribe, pero diseña y en su escritorio construye edificios para que sus clientes formulen historias de vida.
Iván es generoso, sabe que la existencia se justifica al dar. Él comparte con todos los visitantes un espacio donde la mirada tiene alas. Al lado de su estudio ha construido un restaurante bar que se llama “Tarima”. Ya el otro día te hablé de ese espacio, un espacio que deben conocer todos los del pueblo y todos los visitantes, llegados de otros pueblos del mundo.
En los años ochenta, nietos y nietas de mi papá vinieron a saludarlo y él los llevó, entre otros lugares, al Mirador, para que desde ahí vieran el pueblo. Estoy seguro que si mi papá viviera y vinieran sus nietos y nietas los llevaría a Tarima, porque es otra ventana, una ventana más cercana, más íntima, es otro mirador, lindo. Mucho antes, en los años sesenta, algunos compañeros de la escuela primaria llegaban al salón y contaban que habían ido de excursión a la Piedra de La Ametralladora. El estudio de Iván está cerca de ese lugar, en el mismo cerro, pues. Ningún estudioso me ha contado la historia de la famosa piedra. Se supone que en algún momento hubo un enfrentamiento entre dos grupos (no sé cuáles) y uno de los grupos, se supone que el de los defensores, colocaron una ametralladora en el lugar, un lugar estratégico y desde ahí activaron el arma. De entonces a la fecha la piedrona fue conocida con el nombre de Piedra de La Ametralladora. No, no hay casquillos que sean testimonio del hecho. En fin, es asignatura pendiente para historiadores. Si hablan de una ametralladora debió ser en tiempo de los Carrancistas, pero esto que digo es una mera chaqueta mental. No tengo ningún dato para comprobarlo. Pero no sólo por la piedra es conocido el territorio del arquitecto Iván. Él me invitó a que cualquier día demos una vueltita por la Cueva del Zopilote, que es una famosa hondonada, donde los compañeritos de la primaria también se atrevían a bajar (un día vi un video donde una chica bonita hacía rapel). ¿Por qué el nombre de la Cueva del Zopilote? Ah, porque dicen que en ese lugar la gente iba a botar desechos de animales, vísceras, y llegaba la zopilotada a darse un banquete. No suena muy agradable, pero entiendo que ahora ya no existe esa costumbre. Iván dice que ahora lo que hay es fauna de la región y es un lugar para disfrutar la flora, además del agregado de aventura que eso significa.
¡No, no!, le dije a Iván cuando me invitó a hacer ese recorrido. Le cambié la invitación para que una mañana llegue a su estudio, saque la libreta y escriba el inicio de un cuento o, en la libreta de dibujo, haga un boceto. Esa mañana me sentí un poco Pamuk, viendo el río, el mar, que se presentaba frente a mí. Porque sé que, desde ahí, hay instantes, en la madrugada, que el valle de Comitán se convierte en un río donde fluye la niebla, se convierte en un mar lleno de nubes. Iván asegura que la vista de los amaneceres que él disfruta es algo inenarrable, no alcanzan las palabras para transmitir el sentimiento. Yo pensé en la posibilidad y, viejo achacoso como soy, niño viejo cuidado, supe que me sentiría bien al presenciar un amanecer desde un cristal. Disfrutaría la vista sin sentir las espinas del viento helado. Estaría en ese espacio viendo el Bósforo comiteco tomando un té de limón, bien calientito.
Los terrenos donde están el estudio de Iván y su restaurante (sólo da servicio en la tarde y noche) son parte de un cerro lleno de piedras. El ingenio del ser humano lo ha convertido en un lugar muy agradable, en el estacionamiento vi una mesa con tres sillas, cerca de una barda de piedra con plantas, Iván dijo que ahí sembró una ceiba (la vi, es una ceiba pichita, con pequeños brotes en el tronco, pero ya habla de su grandeza, del porqué fue considerado árbol tutelar de los mayas). Ah, en una mañana agradable, el lugar es ideal para practicar el galano arte de la contemplación o leer una novela o escribir o dibujar, todo acompañado con una bebida caliente o una cerveza bien helodia. Ahora se sube en auto, ya no hay necesidad de escalar, pero para los espíritus aventureros siempre está abierta la posibilidad de hacer caminatas o rodadas en bicicleta.
Iván y su hermano me contaron que esos terrenos fueron del bisabuelo. El bisabuelo se dedicó a la venta de pulque (aún se ven magueyales en la zona) y el abuelo fue albañil. Ahora los nietos se dedican al ramo de la construcción, tienen la empresa AECOR que, como muchas cosas que ellos han emprendido, también tiene su vara de genialidad. Te cuento, lo de COR es por corporativo y la A es por Aguilar y la E por Espinosa; pero, además, es un gran homenaje al papá y a la mamá, porque la mamá de los muchachos se llama Amparo y el papá se llama Emilio. Qué maravillosa conjunción, es un espléndido doblete. Aprovecharon las iniciales de sus apellidos y las iniciales de los nombres de las ceibas que los nutren.
Iván, igual que yo, es egresado de la UNACH, institución que en este ya agotado año 2024 celebró su cumpleaños cincuenta. Ahora entraremos al 2025 con nuevo rector: el Doctor Oswaldo Chacón Rojas y con nueva secretaria general, nuestra querida y admirada Doctora María del Carmen Vázquez Velasco. Nosotros, en Arenilla, sólo atenciones recibimos del anterior rector Carlos Natarén Nandayapa; celebramos ahora la nominación del nuevo rector, deseamos que tenga una gestión que dé brillo a nuestra universidad. Por el lado de nuestra paisana, la Doctora Mary Carmen sabemos que hará una labor que dará prestigio a la UNACH.
Si me permitís haré un parangón, ahora ellos, igual que Pamuk, igual que Iván, están en la cima de la montaña mágica. Desde arriba la perspectiva es diferente, todo se aprecia de manera diferente. Cuando hay una buena intención las ideas vuelan y se paran en el dintel de la gran ventana, basta extender la mano para tomarla y para darles más alas, para beneficio de la sociedad. Iván, un día, se paró en medio del pedregal, vio la ciudad a sus pies y pensó que era posible hacer lo que ahora es una realidad: su estudio de arquitectura y el restaurante Tarima. El genio del hombre modifica para bien el entorno, le da cauce a la idea luminosa.
De niño, Iván iba a tomar agua miel a las cinco de la mañana en los magueyales, tenía amigos que eran muy buenos con la tiradora y ellos iban a cazar conejos. Iván creció bajo la mirada rigurosa del papá y la caricia amorosa de la mamá. Ellos, en un balance soberbio, le hincaron los valores que ahora son eje central de su vida.
Posdata: esa mañana, mientras Roberto Carlos y Paty Cajcam, con amigos invitados, hacían el sorteo navideño de Mira Quién en Tarima, yo tomé un café con Iván en su estudio, me paré frente a la gran ventana y vi el pueblo, mi pueblo, nuestro pueblo y pensé que cuando Iván me permita ir a su estudio te invitaré para que veás, con tu mirada de gran cineasta, ese oasis divino.
¡Tzatz Comitán!