lunes, 2 de diciembre de 2024
CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO
Querida Mariana: “¿te acordás?”, es la pregunta que escucho con frecuencia. Esta pregunta lleva una carga de años que pesa más que un costal lleno de café. La pregunta se refiere a un tiempo pasado y, se entiende, ese pasado no es inmediato. Incluso, la pregunta: ¿te acordás?, conlleva una pesa de esas que se usaban antes en las tiendas para dar completo el kilo de azúcar. Se sabe que la memoria es endeble. Me ha tocado contrastar recuerdos con gente de mi generación y he comprobado que si hablamos de un suceso único las versiones son diferentes. Soy, lo sabés, de memoria pichancha, jamás he sido memorioso, admiro a quienes sí poseen ese don, pero, cuando tengo un recuerdo bien sembrado en mi mente, sé que así fue, y no como cuentan los otros. ¿Por qué hay recuerdos que tienen diversas versiones? ¿Qué sucede en las mentes que “inventan” sucesos, que le dan otra cuerda?
Los científicos han explicado que hay sucesos que nos impactan más que otros y esto hace que el recuerdo tenga momentos inolvidables, precisos, y otros que son nebulosos, incluso ¡falsos!
A veces escucho a una amiga que cuenta algo que vivimos ambos y su recuerdo no coincide con mi versión. ¿A quién creerle? Yo, como dicen los chavos, le doy el avión, pero sé que ese avión vuela por un cielo que no corresponde a lo sucedido, no hace justicia a la verdad.
Bueno, acá es inevitable recordar lo que el famoso Gabo García Márquez, Premio Nobel de Literatura, dijo en una ocasión: “la vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda”. Podría parecer una mera declaración, pero el sentido va mucho más allá. ¿Tuvo razón Gabo? ¿De verdad la vida no es lo vivido sino lo recordado? Acá entramos a otra habitación: la de la invención. Los expertos también nos explican que los mentirosos, los grandes inventores de falsedades, son, a la vez, prodigiosos memoriosos, porque lo que se sacan de la manga, el invento instantáneo, deben volverlo parte de su vida, para que la historia siempre sea la misma.
En el pueblo hemos tenido gente brillante, con una memoria sorprendente. Recuerdo a Doña Lolita Albores, que cantaba cancioncitas que aprendió en el kínder. ¡Dios mío! Muchas otras personas, las desmemoriadas, dicen: “ah, cómo podés pensar, no recuerdo lo que hice ayer, menos lo de tiempo atrás”.
¿Te acordás?, dice el amigo y cuenta. En sentido estricto no habría necesidad de la pregunta, porque su plática da cuenta precisa de “su” recuerdo. A veces me quedo sorprendido por lo que escucho y pienso que eso no fue cierto, que su memoria lo engaña, pero como dijo Gabo: somos los grandes inventores del mito, de nuestra vida.
Te conté que en una ocasión, mi amigo Fer, compañero de la primaria, dijo que recordaba (como si hubiese sido ayer) el momento que el presidente de la república, Díaz Ordaz, vino a Comitán a inaugurar el nuevo edificio de la Escuela Primaria Fray Matías de Córdova (edificio actual), momento en que yo había sido el alumno elegido para dar el mensaje de bienvenida. ¡Dios mío! No se burlaba, me lo decía convencido de que él había visto que yo me paraba frente al micrófono y soltaba mi rollo. ¡Falso! Ya te conté que ese día histórico, el maestro Víctor, director de la escuela, me comisionó que fuera al Hotel Los Lagos y cuando llegara la comitiva corriera a avisarle: ¡ya viene el presidente, ya viene! Eso fue lo que hice al correr a media calle, en medio de las vallas de alumnos de todas las escuelas, como era un niño gordo, medio mundo se burló de mí y fui motivo de sus puyas, pero yo, cumpliendo mi misión, no dejé de avisar que el presidente ya había arribado a Comitán y pronto pasaría por ahí. Al llegar a mi escuela busqué a mi director y le avisé. ¡Había cumplido mi encargo! ¡Había sido el elegido, entre cientos de alumnos, para cumplir una importante misión! ¡Había sido el Hermes comiteco y había cumplido a cabalidad! Ah, qué momento tan brillante en la historia de este pueblo, pero mi amigo Fer me vio dando el mensaje frente al micrófono y no acezando a media calle, la calle donde estaba mi casa, porque, sí, el presidente de la república pasó frente a mi casa, un día de 1968.
Posdata: los seres humanos olvidamos muchas cosas, los expertos dicen que eso es una ventaja, de lo contrario, nos resultaría imposible vivir cargando esos enormes costales llenos de tanta luz y de tanta mierda. Somos selectivos para los recuerdos, los mayores critican a algún amigo que se hace el olvidadizo, dicen: “recuerda sólo lo que le conviene”. ¿El recuerdo es convenenciero?
Te mando una foto mía, lo hago sólo para que me sirva de recordatorio de cómo andaba mi cara una mañana de noviembre de 2024. ¿Me mandás una foto tuya? ¡No el pack! ¡No! De tu carita nomás.
¡Tzatz Comitán!