viernes, 13 de diciembre de 2024
CARTA A MARIANA, CON UNAS MANOS
Querida Mariana: acá está el Maestro, así con mayúscula.
Pasé a saludar a mi amigo el doctor José Ramón y, generoso como siempre, me obsequió esta fotografía, que él tomó.
José Ramón capturó el instante, el tiempo fugaz donde el Maestro posó su mirada en una fotografía.
A mí, lo sabés, me seduce ese juego misterioso donde una ventana abre hacia otra ventana.
Acá hay un instante, pero están concentrados muchos otros.
José Ramón me contó que el Maestro, al ver la fotografía, señaló lo más evidente, la presencia de los familiares de Tío Jul congregados ante su fotografía. ¡Otra ventana! Generaciones unidas con una rama familiar y una cinta que continúa la empresa que fundó.
Esto es lo más visible, pero José Ramón me contó que el Maestro le transmitió, con palabras, lo que su mirada diseccionaba: un mantel y una reja de papel de china, las ollitas de barro y otros elementos de nuestra identidad. El Maestro los nombró uno a uno, porque sabía que cada objeto es, asimismo, una ventana.
Nombró el papel de china. Cuando José Ramón me lo dijo, mi espíritu escuchó el sonido del papel al doblarse para servir de envoltura de un regalo, a la vez recordé (y si Paco Flores me oyera, también él recordaría la revista que creó con ese nombre) un texto que el Maestro compartió, donde hablaba de sus recuerdos de niño, con respecto al papel de china. Texto prodigioso, porque el Maestro escribía en forma pulcra, culta, inteligente. Ah, cuántos ex alumnos lo recuerdan en sus cátedras de etimologías griegas y latinas.
Dije escribía, porque ya jamás volverá a sentarse ante su escritorio para tomar la pluma y el cuaderno; ya jamás volverá a pararse en el estrado de un salón frente a un grupo de estudiantes; ya jamás entrará al templo de San Sebastián o al de Santo Domingo o al de San José, que le quedaba a la vuelta de su casa; ya jamás volverá a nombrarse Francesco, porque Jorge se reinventaba en honor a San Francisco de Asís, era devoto del santo.
Ya jamás volverá a sentir la textura frágil, fragilísima del papel de china, papel que usan los que construyen los papalotes. Los sabios reconocen que ese papel frágil es el que permite el vuelo del papalote, la materia más frágil es la que otorga la grandeza de la Ascención.
El Maestro ya no volverá a tocar la violineta, y ya nunca, nunca más, romperá la reja de papel de china en el día de su cumpleaños (13 de diciembre). Ahora, su esposa, sus hijos, los nietos, las nietas y las nueras (¡ah, Verito!), tomarán el papel de china, doblado, con ambas manos lo sostendrán en su pecho en busca de alivio, de consuelo. El papel de china quedará para siempre en sus corazones.
El Maestro y José Ramón estuvieron juntos una noche, en San Caralampio. José Ramón, también sabio, supo que debía conservar el instante en su corazón, tomó el celular y sin que el Maestro lo advirtiera accionó la cámara para hacer eterno el instante.
Hace dos o tres días, el Maestro abrió la ventana del misterio y con sus alas de papel de china voló hacia la eternidad. Acá lo seguimos amando, lo haremos hasta donde el cordel alcance. José Ramón lo honró con este espléndido instante gráfico, con esta cinta que enreda el recuerdo y el corazón.
Posdata: descanse en paz, ¡el Maestro!
¡Tzatz Comitán!