lunes, 21 de septiembre de 2009

CARTA A MARIANA, DONDE SE DA CUENTA DE UN “FULGOR ABSTRACTO INASIBLE”



Querida Mariana, ¿has leído el poema de Pacheco que habla de la Patria? “No amo mi patria. / Su fulgor abstracto / es inasible. / Pero (aunque suene mal) / daría la vida / por diez lugares suyos. / cierta gente / puertos / …” y ta ta ta ta tá.
Te invito a jugar el juego de “Alta Traición” (así se llama el poema). Me toca.
Mi patria es breve como un trozo de pan. Es la casa donde vivo, es mi familia; y es el gato, la perrita y las tortugas que a diario me acompañan. Mi patria es un territorio modesto donde a diario el Sol se oculta y sale. Mi patria es la lluvia, las plantas del jardín improvisado y el cielo lleno de estrellas; es la presencia constante de mis ausencias y es la sonrisa de la niña que vende la tortilla hecha a mano.
¿Mirás la diferencia? La tortilla no está hecha en una máquina con banda transportadora, la hace una mujer que se esmera en que salga redonda. Así es mi patria, querida Mariana, está hecha a mano, sus hombres la ponen a cocer al comal, amorosamente. Mi patria es el techo donde me resguardo; es el patio donde juegan los niños, el cuarto donde mi amada cuelga su hamaca. Mi patria es la esquina donde está la farola; donde hay montones de basura; donde -a medianoche- la puta ofrece su cuerpo. Mi patria es la cantina donde un hombre levanta el vaso y brinda; donde otro hombre lamenta su destino; donde la rocola canta una canción triste.
Mi patria es un árbol de tenocté; es la subida de San Sebastián; es la marimba en el atrio de San José; es la fuente frente a Santo Domingo; es el santo que no es tan santo porque es el enmascarado de plata. Mi patria es el Cine Comitán que ya no existe; es la casona donde estuvo la primaria Matías de Córdova; es Mingo y Manuel trepados en un carretón; es la tienda de doña Pijuy (Una vez mis compas me hicieron una travesura pesada. Me dijeron que entrara a una tienda donde una señora vendía dulces típicos y me dijeron que comprara dos “trompadas”, cuatro “africanos”, tres “turuletes” y dos “pijuyes”. Entré y pedí los dulces en ese orden. La señora fue colocando en una bolsa de papel estraza los dulces pedidos, pero cuando pedí los dos “pijuyes” sacó un machete de abajo del mostrador y me amenazó “Pijuy, tu chingada madre, muchachito pendejo”. Yo no sabía que ese era su apodo. Afuera de la tienda mis compas se retorcían de la risa). Esto, Mariana, esto que acabo de contarte también es mi Patria, porque mi patria es la resbaladilla, el trompo, las canicas, la cola de una ardilla, los cenzontles, los libros y el aroma del viento.
Mi patria es el patio donde una mujer borda; donde un hombre apila la leña; donde una mujer se arremanga la falda y lava sus pies y piernas. Mi patria es el pilar donde me escondo para ver a la muchacha bonita que me gusta. Mi patria es el ave que pasa fugaz por mi cielo; la nube de algodón que se deshace en agua. Mi patria es la madrugada que es polvo de oro en medio de mis ojos; y es la tarde donde los zanates buscan su refugio en los árboles del parque.
Mi patria es el Cine Montebello que ya no existe. Porque mi patria, Mariana, es lo tangible, pero también es aquello que no ven mis ojos, lo que no ven los otros, pero que ahí está, porque la patria más que la realidad es el deseo que cada hombre formula en su corazón. Mi patria es el mortero donde macero mis sueños.
Mi patria tiene un nombre: Se llama Comitán; se llama papá, mamá, hijo, abuela, abuelo; se llama tierra, agua, fuego, viento. Mi patria tiene una patria y ésta, a veces, toma la forma de la mujer amada.
P.d. ¿Y vos, Mariana? Doy por descontado que amás a tu patria, pero ¿de qué nubes está formada? ¿Me contás? ¿Sale?