martes, 8 de septiembre de 2009

HORMIGA O MERCADER


¿Crees en la reencarnación?, me dijo. Se paró y fue hasta el balcón. La calle estaba concurrida, llena de estudiantes, de carros, de ruidos y de niños acompañados por sus mamás.
Se quedó en el balcón viendo el ajetreo del día. Era un día común y corriente en una ciudad llamada Comitán.
Antes me había dicho que él fue un vikingo en una vida pasada, y luego fue un príncipe en un país europeo. Esto fue lo que le dijo una vidente en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas.
Me preguntó si alguna vez alguien me había "leído" mi pasado. Le contesté que no. Una vez, una mujer, en Xalapa, me leyó la mano, pero no me dijo nada de mis vidas pasadas.
En todo caso, si me diera la curiosidad, no me interesaría conocer qué fui en vidas pasadas sino en dónde viví en vidas pasadas.
Sin necesidad de pitonisas intuyo que viví en este pueblo, en algún tiempo pasado.
Estoy seguro que nunca fui un príncipe de palacio europeo; casi puedo apostar que tampoco fui esquimal o un famoso pirata.
¿Que si creo en la reencarnación? No sé, no puedo negar la posibilidad. Una vez mi papá preguntó si era real la posibilidad de la reencarnación. No supe qué decir. Él ya estaba enfermo y tal vez meditaba en la frontera más allá de la muerte.
Por aquello de las dudas, siempre que un ser vivo, por alguna razón se acerca a mí, lo trato con respeto. No vaya a ser cierto eso de la reencarnación.
¿Qué fui en una vida pasada? No lo sé. La única certeza que poseo es que viví en este mismo pueblo, por esto ahora es como si volviera a casa y me siento tan a gusto en estos cielos comitecos.
Se retiró del balcón y me vio. A mí me gustaría reencarnar en águila, me dijo. Se sentó en la mecedora, se cubrió con una manta. Hacía frío. Afuera la tarde continuaba con su ajetreo diario: bocinazos, pasos apresurados y gritos. Adentro él y yo meditábamos acerca de qué personalidad habíamos tenido hace muchos muchos años.
¿Alguna vez fuimos hormigas? me preguntó. No supe qué responder.