domingo, 13 de septiembre de 2009

LA PALABRA SECRETA


"La Dichosa Palabra" es un programa televisivo del Canal 22. Pero, la dichosa palabra, es más; también es la palabra secreta.
Ayer, en la noche, vi "La Dichosa Palabra". Me gusta ver el programa, a pesar de que Boullosa (hermano de Carmen, mi afecto)es medio sobrado; a pesar de que la chica (más o menos atractiva físicamente) tiene un acento españolizado difícil de tragar. La presencia del poeta Eduardo Casar es compensatoria. Eduardo no tiene poses ni pretensiones "intelectuales". Su colaboración es inteligente y fresca (a pesar de que no es lechuga).
Pero, anoche, Eduardo mencionó la "dichosa palabra". Su mente jugaba cuando se topó con una de esas palabras llamadas "altisonantes o malas" y reculó de inmediato. No la mencionó. Los televidentes debimos "completar" el sentido, decir la "dichosa palabra" mentalmente. Claro, decir una "malcriadeza" en un canal de televisión no es sencillo.
Por supuesto, hablo de programas inteligentes. En un canal de Televisa (Telehit) existe un programa de chistes que atenta, no contra la moral ni el pudor, sino contra el mal gusto. Un grupo de estúpidos se dedica a contar chistes plagados de palabras altisonantes. Los supuestos comediantes son tan malos que emplean el recurso de las groserías para encubrir su estupidez. ¿Hay alguien que se ríe de sus estupideces? Parece que sí.
A mí no me afecta ninguna palabra. Considero que deben usarse todas las palabras contenidas en el Diccionario de la Lengua Española (y aún las que no están contenidas ahí).
Óscar Bonifaz dice que no existen sinónimos; es decir, cada palabra designa algo en especial. Así pues, a veces, un tipo es tan cabrón que debe decirse que ¡es un cabrón! No es válido emplear sucedáneos.
Sin embargo, todo tiene un contexto.
Anoche, Eduardo se contuvo porque estaba en una transmisión televisiva a nivel nacional. Y como aún existe ese segmento de palabras mal llamadas malas, quien tiene aún un poco de decencia las evita.
La dichosa palabra (la palabra secreta) está reservada para otros momentos y en otros espacios.
Por esto apreciamos tanto los instantes que pasamos con los cuates. Ahí nada está prohibido. El territorio de la cuatitud es un espacio de libertad.
Doy clases en el nivel de secundaria y en el nivel Universitario. Es obvio que "la dichosa palabra" no asoma nunca en el primer nivel y si asoma en el nivel universitario la pronuncio como si dijera amanecer, lluvia o árbol. Jamás la resalto. Ya, cada quien, que le dé la entonación que quiera en su corazón.
Acá mismo, en este espacio, procuro que mi lenguaje no sea "ofensivo". Una cosa es la libertad y otra el libertinaje.
No hay palabras malas, pero sí existe eso que se llama "la dichosa palabra" y que corresponde al territorio de lo secreto, de lo íntimo.
No debería ser así, ¡pero así es!