sábado, 12 de septiembre de 2009

SER O SÍ SER


Existe un libro interesante que se llama "¿En qué creen los que no creen?". Es un título acertado. Un afecto me dice que no es creyente. No le creo, porque mi lógica indica que si bien no cree en Dios ¡debe creer en algo! De lo contrario sería un "bulto"; es decir, un ser en estado de coma (o más bien: de punto y raya).
¿Y los que se dicen "apartidistas", en tratándose de cuestiones políticas, en qué creen?
Las convicciones ya no tienen la solidez de antaño. Los priístas de "hueso colorado" son pocos. Ahora abundan los "chaqueteros". El mismo fenómeno se repite en materia religiosa. Mi mamá, a veces, en voz baja me cuenta acerca de fenómenos "migratorios religiosos". Mientras teje me dice: "Fijate que fulanita de tal ya se cambió de religíón". Lo dice con cierto coraje, segura de que ella no caerá en las "garras" de los evangelistas, mormones y demás vainas místicas.
Mi mamá es "católica" de hueso colorado. Acepta las noticias de los curas pederastas y demás triquiñuelas terrenales de los representantes de Dios, pero le duele. Cada noticia mala la toca en su ser más íntimo. Ella cree en Dios y a Él se encomienda y con Él pone toda su voluntad. Admiro esa certeza. Mi mamá es mujer de convicciones, es mujer de una sola pieza.
Ahora los cambios están a la orden del día. La panista coquetea con el petista y el priísta se vuelve perredista. ¿En dónde quedaron las convicciones? ¿En dónde la fe hacia un ideario político?
Parece que en política sobresale la fe en el interés económico. Por esto, ahora los políticos no piensan en el bien común sino en el bien personal. ¿Y los "creyentes" en qué piensan cuando se cambian de religión? Tal vez los ateos son un poco como los apartidistas. No "creen" porque las opciones no satisfacen sus expectativas.
El mundo de la política es un cochinero, independientemente del partido que esté en el poder; el mundo espiritual también es un callejón oscuro, independientemente del Dios que nos presenten.
El apartidista cree en sí y, parece, el ateo hace lo mismo.
Saramago dice que, a pesar de que "no es creyente", se define como un buen hombre, porque procura no hacer el mal. Parece que los apartidistas también son de esta estirpe: no hacen el daño que sí hacen los partidarios.
Tal vez es hora de mirar hacia el mundo de los ateos y de los apartidistas. Parece ser que ellos son hombres de convicciones, no son chaqueteros.
¿En qué cree el que no cree? Cree en sí. Y esto, en el fondo, es creer en la energía universal que mueve al mundo; es ¡tener fe! Una fe inquebrantable. Parece entonces que los ateos y los apartidistas son buenos hombres, en el sentido que lo plantea el Premio Nobel de Literatura: ¡No hacen daño al prójimo!