sábado, 3 de abril de 2010

LAS HUELLAS DE UN VIOLÍN


Rieu viene a México. Este compa es holandés, toca el violín y dirige una orquesta. Al parecer se ha puesto de moda. Tengo dos afectos que aman su música. Los dos compas están entusiasmados con la idea de asistir al concierto, pero uno lo está más que el otro, porque ya compró boletos para asistir a dos de los conciertos. Me contó que cuando pusieron los boletos a la venta ya no alcanzó más que para la fila doscientos y pico. Pero cuando los organizadores abrieron otra fecha, él logró boletos en la fila número 8; es decir, tendrá a Rieu al alcance del oído y de la vista.
Mi otro afecto lo piensa dos veces. Si por él fuera no lo dudaría, pero el viaje, el dinero (los pretextos de siempre). Mi primer compa no pensó en ninguna restricción. Ya tiene los boletos en la mano y sólo espera que el plazo se cumpla, para viajar a la ciudad de México y luego tomar un taxi que lo lleve al Auditorio Nacional.
A mí no me atrae la música de Rieu. Pero lo que sí me atrae es la emoción que este músico crea en el espíritu de mis amigos.
A veces creo que me he perdido la emoción de ser "fan" de alguien. Tengo amigos que viajan para ir a un partido de Las Chivas, por ejemplo, al Estadio Azteca. Otros gastan su paguita y van al Festival Cervantino o asisten a un concierto de Maroon 5. Yo, pensándolo bien, nunca he dejado mi guarida por ir a aplaudir a alguien que llamara mucho mi atención.
Soy un lector fiel de Julio Cortázar, pero (imaginando que estuviese vivo) si anunciaran que Julio daría una conferencia en el auditorio de la Facultad de Humanidades, de la Universidad Autónoma de Chiapas, lo pensaría dos veces antes de ir. Solamente que (por esas razones extrañas de la vida) él declarara que acudiría a la tierra de Rosario Castellanos ¡no me lo perdería! (Concediendo que la entrada sería gratuita).
Nunca he asistido a conciertos especiales. Bueno, una vez fui a un concierto de Aute, el cantante español. Esto porque Radio Universidad de la BUAP regaló boletos y conseguí dos. Fuimos Paty y yo. Lo cierto es que disfruté mucho el concierto, no tanto por lo que el cantante interpetraba, sino por el ambiente que me rodeaba. Siempre ha llamado mi atención el prodigio de la multitud que acude a los conciertos. ¿Cuál es el resorte que los motiva a desplazarse, en ocasiones, cientos y cientos de kilómetros? ¿Cómo un fan logra conectarse con su artista favorito aun cuando esté sentado en la parte más alta del foro?
Trato de motivar a mi otro afecto a que vaya al concierto de Rieu. Le digo que no piense en la distancia ni en el dinero. Total, la vida sólo es una y, si de verdad, es fan de su música, pues tal vez le resulte una experiencia imborrable asistir al Auditorio Nacional y disfrutar eso que jamás volverá a repetirse.