jueves, 1 de abril de 2010

DONDE MUERE EL CARACOL



En la foto: Hernán y Fer (hija de Fernando y Paty).






Hernán Becerra Pino, escritor tapachulteco, me invitó a hacer un comentario la tarde que presentó su libro de poesía: "Donde muere el caracol", acá, en la ciudad de Comitán. Paso copia de lo que leí:




UN LUGAR PARA VIVIR DE LA POESÍA
Hernán, autor de este libro de poesía, sabe que en Chiapas a los caracoles les llamamos “shutis”. Hernán es tapachulteco y como ha andado por todo el mundo, tal vez en algún restaurante francés un día pidió un platillo con caracoles, que allá les dicen escargots y sólo Dios o Víctor Hugo saben cómo se pronuncia. Acá, en Comitán, la gente se topa con caracoles en el Río Grande, o en los patios de las casas. Los que saben dicen que también hay caracoles de mar y que los marinos acercan las conchas a sus orejas para oír los cuentos que cuenta el mar. Parece que la propuesta de Hernán es darnos un caracol, no de tierra, no de río, no de mar, sino de aire; parece que su propuesta es que cada lector acerque a su oído esta espiral hecha de palabras.
Los caracoles son animales que cargan sus casas por un lado y por otro, como si eso fuera una manda que deben cumplir. Los caracoles, entonces, son animales benditos que tienen la sentencia fatal de “cargar la casa con el sudor de su frente”. Alguna falta cometieron durante su estancia en El Paraíso.
¿Por qué Hernán llamó a su libro “Donde mueren los caracoles”? El caracol, ¿en dónde muere y de qué manera? Mientras no conocí el libro de Hernán anduve tranquilo por la vida, ignorando casi todo acerca de los caracoles. Por lo regular, los seres humanos no nos inquietamos por saber dónde mueren las hormigas, las cochinillas o los caracoles. Los chiapanecos acostumbramos comer tzizimes o “shutis” sin ningún remordimiento.
Pero desde que tuve el libro entre las manos, a cada rato pienso en los caracoles y me pregunto: ¿qué relación tiene el camino que un caracol realiza con el viaje que realiza la palabra? El libro que Hernán presenta el día de hoy está trepado en el viaje de la palabra. A cada rato me pregunto: “¿Dónde viven los caracoles?”, porque, después de todo, Hernán sabe que lo importante es el lugar donde viven las palabras, el nacedero donde brota esa agua maravillosa que se llama poesía.
El autor me ha sorprendido con este libro. Quienes conocen a Hernán saben que es un conversador fascinante. Con él he pasado dos tardes agradables bebiéndome la taza de su conversación. A veces no sé dónde está la frontera entre la realidad y la imaginación de lo que cuenta, pero me dejo llevar por su plática, como si su palabra fuera un río o el viento y yo una hoja, simplemente.
La memoria de Hernán Becerra Pino está llena de lámparas; cuartos húmedos; callejones con mendigos; puentes que la gente no cruza por temor al vacío. Su memoria es un arcón lleno de mujeres que llevan la saudalle en sus ojos y en su piel. Mil ventanas de mil lugares están colgadas en la pared de su memoria. Asimismo, su memoria está llena de infinidad de conversaciones que ha sostenido con cientos de personajes que ha entrevistado, porque ustedes deben saber (si es que no lo saben): Hernán es Premio Nacional de Periodismo, por su trabajo de entrevistador. Por esto digo que ahora Hernán me sorprende. El otro día me urgió a que le diera mi opinión acerca de su poesía y yo, maravillado todavía por la plática de sus viajes, le dije que me gustaban los malabares que hace con esas piedras que pepena por los caminos y si él cree que la poesía es una buena piedra puede intentar hacerla de equilibrista.
Hernán ahora es un caracol, ya se echó una casa de aire sobre su espalda. No es poca responsabilidad asumir esta espiral infinita del verbo en las manos del poeta. Pero, digamos que Hernán comenzó con el pie derecho pues ya obtuvo el Premio de Poesía Ydalio Huerta Escalante. Por esto, después de acá, irá a Palenque a presentar este libro.
A Hernán le advertí que estos tiempos no eran buenos tiempos para presentar el libro, porque las vacaciones fomentan otro tipo de intereses. Pero, después pensamos que para la poesía todo tiempo es bueno. La poesía jamás ha convocado multitudes. La poesía, desde siempre, ha sido materia selecta para espíritus selectos. Quienes nos acompañan esta noche son los elegidos para recibir la espiga de trigo que el autor pone en sus manos. Ojalá que la siembra augure buenas cosechas, buenos y mejores tiempos para la poesía.
¿En dónde mueren los caracoles? Tal vez su espiral no tiene fin, es infinita.
Deseo, de corazón, que el trabajo de Hernán pueda alcanzar el lugar que él busca. ¿Hasta dónde llegará? ¡No lo sé! El oficio del poeta no es sencillo. El narrador descuelga palabras de los árboles y forma sus historias de manera más o menos sencilla; pero el poeta tiene que treparse a lo más alto de los árboles porque la materia prima se encuentra en las nubes. Por esto es muy difícil ser poeta, pero, bueno, Hernán ya tiene una escalera. Le deseo la mejor de las suertes y que su poesía sea un lugar donde viven las palabras.