sábado, 22 de mayo de 2010

LOS TEMBLORES INICIALES



Mario entró a la librería y, sin aviso, preguntó: “¿Cuándo fue tu primera vez?”. Dos clientes voltearon a verme, y abrieron sus bocas como abiertos estaban los libros en sus manos. En Mario había una urgencia. Era como si su espíritu se estuviera orinando y no resistiera más. Me senté en la banca de madera y a Mario le dije que me acompañara. Se sentó, se limpió la frente con un paliacate y esperó la respuesta.
La respuesta, lo sabe medio mundo, no es única. ¿La primera vez de qué? Los dos clientes se decepcionaron ante mi silencio y volvieron a los libros que curioseaban. Afuera llovía intensamente.
Para don Eusebio, dueño de la librería, es bueno que llueva. La gente que se ve atrapada en el diluvio de la calle entra a la librería y, a veces, compra algo. La lluvia es buena promotora de la lectura.
¿La primera vez de qué? No sé los demás, pero yo no tengo buena memoria. No recuerdo con precisión el instante en que vi el Sol por vez primera, el instante cuando una niña bonita tocó mi mano por primera vez. Es más, no sé cuándo alguien me preguntó por primera vez cuando fue mi primera vez. Es una pregunta tan sobada, que a veces pienso nunca hubo una primera vez.
¡Miento!, sí recuerdo la primera vez que estuve frente al mar. No sé qué mar era, pero sí recuerdo la ola de asombro que me cubrió.
Miento, sí recuerdo la primera vez que mi papá ya no estuvo a mi lado. Caía una llovizna en el instante en que su ataúd era enterrado.
Pero no sé cuándo leí la primera palabra, cuándo balbuceé la primera letra, cuándo dejé de gatear y logré hacer mi primer “solito”.
No sé en qué momento descubrí el fuego por primera vez, ni cuándo tuve mi primer sueño, ni cuándo entré a la primera cantina.
No recuerdo a la primera muchacha bonita que me dejó tocarle un pecho; tampoco recuerdo el momento en que tuve sexo por primera vez. Recuerdo, en cambio, la primera vez que fui al prostíbulo, entré al cuarto con una chaparrita simpática y no logré hacer algo porque no tuve una erección. Recuerdo el día, más bien la tarde, en que recibí el documento de pasante en la facultad.
Conforme pasan los años voy recordando más “primeras veces”. Pero no recuerdo la primera vez de muchos actos. Es triste, porque los entendidos dicen que nuestro Ser está marcado con las primeras acciones. Mis complejos más acendrados tienen su origen en la primera vez que tuve miedo en la oscuridad de un cuarto, en la primera vez que cerré los ojos ante el peligro, en la primera vez que no me atreví a cruzar el puente.
Dejó de llover y los potenciales clientes dieron las buenas tardes, agradecieron y salieron sin comprar nada. Don Eusebio sonrió y siguió fumando. Mario se paró, volvió a sacar su paliacate, se lo colocó alrededor de la nuca y se despidió. Don Eusebio sonrió y siguió fumando. Me di cuenta que la pregunta de Mario no era urgente, fue un simple pretexto para pasar el aguacero a cubierto. Me di cuenta que no era la primera vez que me hacían la pregunta. Es una pregunta tan sobada. ¿Cuándo fue la primera vez que pensé esto?