sábado, 1 de mayo de 2010

LOS DESLUMBRES


Lo vimos y nos deslumbramos. Fue a las siete y media de la noche, hora en que el sol se oculta. Llovía ligeramente y, de pronto, el cielo se iluminó como si fuese de oro. Mi mamá y yo vimos hacia el cielo. Ella dijo que parecía una aurora boreal. Instantes después, como si alguien hubiese apagado el foco brillantísimo, todo tomó su cara de normalidad.
Son fenómenos físicos como destellos del alma. Deben ser para decirnos que por todos lados ronda Dios. Nos iluminamos, en comprobación que somos uno con Dios. Que su Aura nos inunda, nos rebosa.
Tal vez algunos de ustedes también lo presenciaron. Fue un instante en que el cielo iluminó de más todos los patios y los espíritus de los hombres.
El chiste del asunto es no dejar que esta llama se apague en nuestro interior. Recordar, para siempre, el canto de un canario o esos cielos que parecen sembradíos de trigo.
Es como si alguien abriera una ostra y hallara una perla y luego ésta cayera al fondo del mar. ¿Quién puede arrebatarle ese instante de arrobo al descubridor? Los bienes sólo son tales cuando podemos conservarlos en el corazón y en el alma.