viernes, 14 de mayo de 2010

POR LOS CAMINOS DEL ATARDECER



Me encantó lo que dijo don Alfonso: “No, no, ya no puedo ir con ustedes. Yo ya camino por los caminos del atardecer”. Sus hijos lo invitaron a ir a Sudáfrica para apoyar a la selección nacional de fútbol.
Don Alfonso verá el mundial por la televisión. Mientras sus hijos echan porras en vivo, él las echará de manera virtual.
El viejo es de “armas tomar”; es decir, siempre toma la vida por los cuernos. Tiene setenta y tres años, pero como si fuera un adolescente: nada todas las mañanas en la alberca de su rancho; monta caballo; asiste a las “hierras” y capa uno o dos toros; come las “criadillas”; echa su trago y, como es viudo, de vez en vez se refina a una muchacha bonita del rancho a quien le regala cortes de tela y caja de galletas (como si fuera hacendado de inicios del siglo XX). Pero, así como es de “armas tomar” también es consciente del instante que vive. Por esto me gustó cuando dijo que él ya camina por los caminos del atardecer. Son caminos donde la luz es como reflejo de un campo sembrado con trigo. Cuando lo dijo pensé de inmediato en las pinturas de Van Gogh. Los cuadros de Vincent siempre me han provocado una luz sosegada.
Por encima de cualquier hora del día, me gustan las tardes. Esa hora en que el sol comienza a declinar. Jamás he visto al crepúsculo como símbolo de decrepitud. Al contrario, lo veo como el proceso normal del día, con la misma intensidad del amanecer. Si don Alfonso dice que camina por los caminos del atardecer es porque ya caminó por los del orto y los del mediodía.
El otro día me contó que ha visto en tele todos los mundiales, desde 1970. ¡Ha visto diez mundiales!, y va por el onceavo. Y esto es así porque antes del mundial del setenta, en Comitán no había televisión. El viejo disfruta ser espectador. Cuenta que nunca jugó fútbol, pero sí ha sido un espectador de “hueso colorado”. De joven jugó basquetbol en la cancha “José Pantaleón Domínguez”, dice que fue compañero de juego de Roberto Bonifaz Caballero y de Jorge de La Vega Domínguez. Don Jorge, igual que él, camina por los caminos del atardecer; y don Roberto ya camina por los caminos de la luz infinita.
Es tan aficionado a ver el fútbol por la televisión que ya tiene todo preparado para ver el partido inaugural entre México y Sudáfrica. Como en su casa tiene un cuarto especial con una de esas teles con súper pantallas ya mandó participaciones a quince de sus mejores compas para que lo acompañen. En el cuarto tiene un refrigerador que siempre está lleno de refrescos; un estante con bolsas de papitas, salsas y dips. El cuarto está junto al patio de servicio y ahí tiene un asador para las carnes. En fin, todo está listo para la fiesta. Sus amigos saben que ahí nadie toma bebidas alcohólicas. Don Alfonso recibe a medio mundo con el corazón abierto, les sirve platillos exquisitos como botana, pero no ofrece ninguna bebida alcohólica, bueno, con decir que no acepta ni una cerveza de esas que tienen cero grados de alcohol. ¡Nada!
Lo único que no le pregunté a Don Alfonso es el horario de los juegos. ¿A qué hora será la transmisión? Lo digo porque en una ocasión, cuando vivía en Puebla, me tocó ver un Mundial cuyos partidos los veíamos en México en la madrugada. ¡Qué poca educación!