lunes, 9 de abril de 2018
AL LADO DE UNA MODELO DE VOGUE
“Vogue” -todo mundo lo sabe- es la revista de modas más prestigiosa del mundo. Ahí sólo aparecen las modelos más reputadas del orbe (eso de reputadas se refiere al sentido estricto de la palabra, que indica la vasta experiencia en el ejercicio de la profesión).
Pues acá muchos pondrán en tela de juicio lo que ahora escribo: Estoy sentado al lado de una modelo de “Vogue”, una mujer que apareció en la portada de dicha revista. Revista donde han aparecido en portada las mujeres más bellas del mundo, de acuerdo con los cánones de la belleza que tales medios tienen establecidos.
Algunos (muchos) dirán que ella es Frida, Frida Kahlo, la pintora, la mujer de Diego Rivera. En efecto, es Frida. Entonces esos algunos (muchos) dirán que no es cierto lo que digo, que Frida jamás aparecería en “Vogue”, porque (habrá que decirlo), esta revista tiene, digamos, ciertos candados estéticos. Sería muy extraño (de veras muy extraño) que en portada de esta revista apareciera una mujer con ligero bozo. ¡No! ¡Imposible! Y sin embargo, medio mundo sabe que nuestra amada Frida Kahlo jamás se depiló, tenía su bigotito (Julia decía que no podía imaginar la escena donde el revolucionario ruso Trotsky besaba a Frida, pues era bigote con bigote).
Y sin embargo, si algún lector duda puede revisar en el Internet y comprobar que lo acá dicho es cierto. Esta fotografía apareció en la portada de “Vogue”, la revista más prestigiosa de modas del mundo.
¡Claro! Cualquiera dirá que Frida es Frida, es decir no es una simple Juana de vecindad. Porque Juana de vecindad nunca aparecerá en dicha revista. ¡Cómo! Juana de vecindad (tal vez algún lector la conozca) usa chanclas (por eso le dicen chancluda) y en la mejilla derecha tiene un lunar donde, justo a la mitad, crece un vello (un horrible pelo) que es como una palmera en medio de una isla.
Bueno, uno nunca sabe. A veces suceden prodigios como este de Frida o como el de Cindy Crawford, top model, quien tiene un enorme lunar en un lado superior de sus labios. Cindy dice que de niña ese “defecto” la irritaba y servía para que sus compañeros de la escuela se burlaran. Si en esa época alguien hubiese dicho que Cindy estaba “condenada” a aparecer en portadas de revistas de todo el mundo, por su belleza y sensualidad, nadie lo hubiera creído. Lo mismo habría pasado si alguien, cuando Frida era adolescente, hubiese dicho que ella sería portada de “Vogue”. Y sin embargo…
La imagen de Frida es una fotografía tomada por Nickolas Muray (amigo íntimo de ella, más que íntimo). Es una fotografía bellísima. Ella mira a la lente de la cámara, tiene una mirada que está alejada de los abismos por donde ella hizo mágicos equilibrios. Tiene las manos entrelazadas sobre los muslos y está sentada sobre el piso. Viste (¡ah, esto es el secreto!) un traje típico de alguna región de Oaxaca. El bordado de la falda es excelso, asimismo es prodigioso el tocado de flores que lleva en la cabeza. ¿Bigotito? ¿Quién se fija en nimiedades ante lo soberbio de la imagen total?
El lector, ya en este momento, sabe que la fotografía de Frida tiene muchas connotaciones, muchas lecturas inteligentes. La primera y más obvia es que cualquier mujer puede ser portada de revista, sin importar en lo más mínimo que no corresponda a los cánones clásicos de la belleza occidental. Sabemos que en países africanos las mujeres con traseros de hipopótamo son las mujeres más codiciadas; sabemos que Nueva York (ciudad madre de la estética occidental) promueve, en pasarelas, mujeres delgadísimas, muy alejadas de aquellas bellezas rollizas que Rubens pintaba.
Las lecturas que propicia esta fotografía (me refiero a la fotografía de Frida) motiva mil lecturas. Una más es la que habla de autenticidad. Frida (ahora medio mundo lo reconoce) fue una mujer que se atrevió a ser auténtica, ¡única! Prefirió vestir lo que las mujeres de nuestro país vestían. Ella pudo vestir lo mejor de las boutiques de Nueva York, cuando viajó con Diego a Estados Unidos, pero no cayó bajo el influjo de lo otro. Decidió ser ella, auténtica, genial, con bigotito y con las cejas que se dan la mano sobre el puente superior de la nariz: Bella gaviota en vuelo permanente.
Si alguien, cuando fui niño, hubiese dicho que iba a estar al lado de una mujer portada de “Vogue” ¡nadie lo hubiera creído! ¡Vaya por Dios!