miércoles, 18 de abril de 2018

UNA PARED QUE YA NO ESTÁ




Es muy atrevido decirlo, pero esta imagen puede ser la síntesis de estos tiempos. Caminaba por la calle y hallé esta imagen: un par de albañiles tiraba esta pared iluminada. Es una pared de bajareque, se ven los postes de madera, las varas horizontales que funcionan a manera de amarre y las plastas de lodo. No es casual que en un temblor estas paredes cedan con más facilidad. ¡Eran tan frágiles! Sin embargo, en el Comitán actual hay muchas casas que ahí siguen tan campantes.
Entré y le pedí permiso al maestro albañil. Le pedí que me permitiera tomar una fotografía a esta pared, antes de que la derribara (Tal vez en este momento, la pared ya no existe más, sólo pervive en esta fotografía).
Entiendo que el propietario está sustituyendo las paredes de bajareque por paredes de ladrillo, con cimientos, trabes y columnas con varilla y cemento, para que la propiedad garantice su supervivencia por treinta o cuarenta años más. Entiendo que son tiempos que exigen mantenimiento para que las casas sean seguras. En los últimos meses, la Tierra (por estos lugares) se ha vuelto más bailadora que antes, a cada rato anda bailando al ritmo del chachachá y esto ocasiona fracturas y grietas en las casas con paredes de bajareque.
Tomé la fotografía y luego vi con atención el paisaje. Pensé que los albañiles (sin saberlo bien a bien) habían tirado un árbol y un pedazo de cielo. ¡Dios mío! Lo que pensé era una exageración. Lo que ellos habían tirado no era más que pedazos de resane y piedra y lodo. Pero, como dije al principio, pensé que esto podía ser como una síntesis de estos tiempos. El otro día fui a la Ciudad de México y desde la ventanilla del avión supe que ya estábamos llegando cuando vi una nata de smog cubriendo la ciudad; es decir, los seres humanos, así como estos albañiles, también tiramos pedazos de cielo. ¿Los árboles? ¡Ay, Señor! En las carreteras de Chiapas, vemos a cada rato enormes camiones que llevan decenas de troncos de árboles que fueron talados de manera inmisericorde.
El propietario de esta casa la está arreglando. Por eso decidió sustituir el bajareque por el cemento. ¿Qué hace el mundo? Está botando los cielos y los árboles de la naturaleza y, de igual manera, los está sustituyendo por cemento. Esto último sí es una apuesta equivocada, es una estupidez.
Vi el mural y pensé en su simple belleza. Ahora (lo más seguro) es que la pintura ya no existe, el muro ya cayó (dicen los analistas políticos que de igual manera caerá el muro que Trump levantará). Vi el piso y ahí vi fragmentos con pintura azul (tepalcates) y supe que ahí, ya en el suelo, estaban los pedazos de cielo; ahí en el suelo, también, estaban los fragmentos de la fronda del árbol. Casi casi oí un ligero piar, como si ese árbol hubiese tenido un nido y los pajaritos, que esperaban a su madre, para que les diera la comida en el pico, habían caído también y ahora piaban y alzaban sus alitas queriendo volar. Pero deseché la idea, porque era una locura. Mas luego pensé que no lo era tanto en la Selva, porque en la Selva, todos los días, los taladores botan decenas, centenas, de árboles y muchos nidos caen y los pájaros mueren. ¿Cree la humanidad que luego los sustituirá por aves de cemento?
El río refleja el azul del cielo, corre alegre por en medio de pendientes de tierra roja y de césped color Irlanda. En la pendiente se aprecia un hato de flores y hojas y unas mariposas jugando el infinito juego del aleteo de la vida. ¡Ya nada de esto existe! La pared ya cayó.
Dije que podía ser como una síntesis de los tiempos actuales. Nuestra pared de vida se está cayendo, se derrumba. Nos quedamos sin cielos, sin árboles, sin aguas limpias (basta ver lo que sucede en el Río Grande o en los Lagos de Montebello).
Me despedí. Dejé a los albañiles en su labor de derrumbe, para que luego acometieran la labor de reconstrucción. Caminé por la banqueta. Algo oprimía mi corazón. Me senté en una banca del parquecito de El Calvario y miré hacia arriba, necesitaba ese azul puro del cielo comiteco. ¡Lo necesitaba!