viernes, 13 de abril de 2018

INSTANTE CRUENTO




Sólo la naturaleza sabe con precisión cuándo llega la primavera. Los sabios nos dicen que un día a tal hora llega la primavera, lo dicen como si lo sintieran en su cuerpo. Con voces engoladas dicen que el equinoccio de no sé qué tantos ya llegó. ¡Falso! Falso porque a la hora que los niños del jardín desfilan por las calles del pueblo y la multitud los aplaude desde la banqueta, comienza a llover y hace un frío como si fuera temporada de invierno. Las niñas que van disfrazadas de flores o de árboles buscan los brazos de sus mamás, huyendo del agua. Terminan como flores en florero, con las caras manchadas porque la pintura corre por las mejillas.
¿Quién puede decir el instante preciso en que la inocencia termina? ¡Nadie! Todo mundo habla de la inocencia de la niñez. Hay, incluso, una fecha en el calendario que conmemora el Día de los Inocentes; es decir, la inocencia es una característica humana que se pierde, así como se pierde la virginidad, por ejemplo.
Los inocentes siempre son niños. La inocencia tiene que ver con la edad. Llega un momento en que el niño pierde la inocencia y deja ese mundo tan de cristal pleno. Cuando a algún viejo le dicen: “Ay, te pasaste de inocente”, lo que en realidad le están diciendo es que se pasó de tonto, porque (ya se dijo) la inocencia es don de la niñez.
Pero, ¿en qué momento se pierde la inocencia? Ningún humano puede dar fe de ello. Tal vez depende del carácter del niño, porque hay infantes que son inmaculados frente a otros que son unos verdaderos demonios. Estos últimos perdieron su inocencia en algún momento precoz. Porque eso sí, todos los niños, al nacer, traen la estrella de la inocencia pegada en su frente, pero en algún infausto momento tal bendición se extravía.
Pau ¡perdió la inocencia! Ayer, en la tarde, fui a su casa y la hallé sentada en el piso en un rincón de la sala. Por lo regular siempre corre hacia mí y me abraza. Ayer estaba con las manos abrazando sus rodillas y con la cara hacia abajo. Llovía. Así que la escena fue un poco dramática. El cristal de la ventana estaba empañado, como empañada su cara. Su mamá me llevó al patio y me dijo que había perdido la inocencia. ¡Qué! Pero, ¡cómo!
Sí, dijo ella, y puso la misma cara que yo puse cuando de niño me enteré que habían matado a los conejos de la casa para hacerlos barbacoa.
Y me contó. Me contó que Pau se sorprendió la primera vez que escuchó la palabra “maravilla”, su rostro se iluminó y terminó “maravillado”. Desde entonces la dividió en tres segmentos: Mar a Villa, e imaginó que el Mar era una mariposa que volaba hacia la Villa, donde todo era una convivencia ideal: las personas no trabajaban porque todo les era dado por la naturaleza, de tal suerte que la gente se dedicaba a comer, pasear, leer y llevar a sus hijos a los parques donde había mil juegos. La mamá de Pau me contó que ella se “maravillaba” cuando su hija pronunciaba la palabra (ya convertida en tres): Mar a Villa, y la repetía, y la cantaba, y saltaba la cuerda mientras la volvía a decir, una y otra vez: ¡Mar a Villa!, ¡Mar a Villa!…
Pero, ayer en la mañana, mientras la mamá preparaba el desayuno, Pau entró, con su sonrisa de ámbar, de siempre, y le preguntó qué significaba “Mara” y la mamá, mientras cortaba una rebanada de pan integral, le explicó que Mara era… bueno, el lector sabe. Entonces fue cuando la carita de Pau se transformó, fue como si un árbol comenzara a tirar hojas, como si la primavera hubiera concluido de manera brutal, sin aviso.
Luego supe que, sin explicación alguna, la palabra se había transformado en su cerebro de Pau. Ella, como siempre, jugaba en el patio con sus muñecas y cantaba las tres palabras: ¡Mar a Villa!, ¡Mar a Villa!… pero hubo un momento en que, como si fuese una piedra, algo se atravesó en su garganta y las tres palabras se volvieron dos: ¡Mara Villa!, ¡Mara Villa!… Cuando su mamá le explicó, la frase, de manera bestial, se convirtió en la Villa Mara y ya el lector puede deducir lo que se metió en el cerebro de Pau, y en su corazón.
Lo que era la imagen de la inocencia: Mar a Villa, se convirtió en una imagen violenta: Villa Mara.
Sí, Pau abandonó la inocencia. La abandonó de manera brutal, sin que ella lo supiera, sin que ella lo deseara.
No la busqué, ya no me acerqué a ella. No sé qué recomendaría una sicóloga. ¿De qué manera se acerca uno a la sobrina que el mundo le acaba de arrebatar su inocencia?