miércoles, 11 de abril de 2018

DETECTOR DE SEÍSMOS




Juan me dijo que había bajado una aplicación en su celular. ¡Es un prodigio! El celular avisa cuando la aplicación detecta un sismo. Me enseñó: “Sismo detectado. Magnitud leve”, habló el aparato. Juan dice que cuando escucha la alarma y luego la voz que dice: “Sismo detectado”, él se queda esperando que el aparato le diga si la intensidad del temblor es leve, moderada o intensa. Si es leve, él lo ignora y, si el celular sonó a las tres de la madrugada, se da una vuelta en la cama y vuelve a dormirse. Si la intensidad es moderada, él se sienta en la orilla de la cama y queda en espera de que su tío grite: “¡Está temblando, está temblando!”, abra la puerta y lo apure a salir, a colocarse debajo de una trabe de la casa. Si el celular indica que la magnitud del temblor es intensa y él siente el movimiento trepidatorio y su cama se mueve como barca a mitad de un mar furioso, se persigna y reza y pide: “Ya, Dios mío, por favor, ya para esta culebra”.
Ya en confianza dice que su vida se ha complicado desde que bajó la aplicación. Dice que no cree que le sirva de algo saber, treinta segundos antes, que su casa se le caerá encima. Vivía tranquilo antes de tal aplicación. La primera noche que bajó la aplicación, el aparato se accionó a las dos de la madrugada, oyó la alarma y luego la voz que decía: “Sismo detectado. Magnitud moderada”. ¿Moderada? ¿Qué significa moderado en la escala del movimiento de la Tierra? Se paró, despertó a todos los de casa. Gritaba que un sismo aparecería. Todos, en pijama, sentados en la sala, prendieron la televisión y esperaron la infausta noticia, porque, en casa, nadie había sentido un ligero movimiento. El tío prendió un cigarro y dijo que lo habían despertado por una bobera. Rosario pidió revisar el celular de Juan y comprobó que el aparato, en realidad, había accionado la alarma, pero el sismo detectado había sucedido en una región de Chile; es decir, a miles de kilómetros de Comitán. Sólo faltó que le hicieran pamba con picahielo a Juan. Todos volvieron a sus cuartos, pero al día siguiente (es decir, cuatro horas después) todo mundo se despertó quejándose que no había logrado conciliar el sueño. Juan tampoco había dormido. Dice que desde entonces despierta a media noche, porque escucha la alarma; dice que en muchas ocasiones ya es una mera proyección mental ficticia.
¿Y por qué no la desactiva? ¡No! No lo hace, porque siempre soñó que, cuando comenzara el fin del mundo, sería bueno saberlo. Y esto es un poco como saber que la hecatombe mundial sucederá. Sí, confiesa, es una bobera, pero luego me pregunta si alguna vez he pensado en la existencia de una aplicación para celular que detectara no sólo sismos sino actividades humanas. Le pregunto a qué se refiere. Entonces me cuenta.
Dice que sería simpático tener una aplicación para detectar pedos. ¿Qué? Sí, un celular que dijera: “Pedo detectado. Magnitud leve”. Así el poseedor del celular podría, en caso de estar con su novia, ignorar tal suceso y oler tal aroma que, se sabe, en etapa de enamoramiento es casi sensual. Cuando el poseedor del celular estuviera adentro de un elevador y el chunche advirtiera: “Pedo detectado. Magnitud soberbia”, podría, de inmediato, colocarse una máscara antigases para evitar el bochorno de tal asquerosidad.
“Corrupción detectada. Magnitud suprema”, diría el celular al entrar a una oficina de gobierno. ¿De qué serviría saberlo?, pregunto. Juan dice que, como en el caso de los sismos, sólo serviría para saber que el fin de la patria está muy cerca.
“Virgen detectada, virgen detectada”. ¿Adentro de un templo?, pregunté. No, dijo Juan, en el patio de alguna preparatoria particular u oficial. Sería maravilloso, dice Juan, detectar a una muchacha que aún permanezca virgen. ¿De qué serviría?, preguntó. Sólo para saber que el mundo no es tan perverso y que aún hay niñas que son inocentes; sólo para saber que la inocencia es todavía una esperanza en este mundo tan lleno de piedras picudas.
Sería bueno tener una aplicación que avisara que hay indicios de una erección de pene, para que el viejo avisara a su esposa. No importa que la intensidad fuera leve, de algo serviría.