miércoles, 27 de marzo de 2019

CARTA A MARIANA, CON AROMAS Y SABORES EXTRAÑOS




Querida Mariana: Esta pieza de cerámica es una réplica. La pieza original fue hallada en Colima, es del periodo Clásico. Sí, es un chuchito, con una mazorca. Así lo dice la ficha, que, además, agrega un dato que no todo mundo sabe: “Debido a que desde épocas tempranas en Mesoamérica el perro sirvió de alimento, era común que algunos pueblos lo cebaran con maíz, para después ser consumido en fiestas y banquetes”. Y bueno, ahora nos alarmamos cuando nos enteramos que en la taquería fulana de tal servían tacos de carne de perro. ¡Nos alarmamos! Tal vez nuestra alarma debería ser moderada, ya que esta práctica no es más que el reflejo de nuestra herencia cultural: Somos un pueblo taquero que siempre ha comido carne de perro.
En la materia de Historia de México enseñan que los pochtecas (no creo que sean ancestros de los alegres bebedores de posh, en Chiapas) vendían chuchos en el mercado de Tlatelolco (xoloizcuintles). Estos perros estaban en el mismo petate donde ofrecían tortugas, conejos y armadillos; es decir, todos eran para el paladar exquisito de los antiguos moradores del valle de México.
A mí me han contado historias de mascotas que terminaron en la olla. Roxana contó que un tío le obsequió un corderito que se convirtió en su animal favorito y que, sin saberlo, se convirtió en el platillo de su festejo de quince años. Roxana lloró toda la tarde de su festejo. Su alegría inicial se convirtió en una gran tristeza y luego en un coraje de piedra cuando se enteró que en el recado de la barbacoa reposaba su animalito. El tío fue a su rancho para reponer el animal, pero, por supuesto, Roxana rechazó la propuesta. Ella sabía que era imposible su exigencia, pero zarandeaba al papá y le exigía que le regresara a su “Heriberto”, que así había bautizado a su mascota.
La historia de Roxana se ha repetido cientos de veces en todo el mundo. Ya te conté que a mí me tocó también ser víctima de esta atrocidad. Los conejos y patos son animales que casi casi nacen condenados a ir a la olla de vapor. ¡Tan bellos animalitos, tan amorosos, tan amigos!
Y cualquiera diría que la historia de los pochtecas ya pertenece al pasado. ¡No! Romina cuenta que en mercados de China venden carne de perro. Dice que una amiga china le contó que existe una especie de mafia que se dedica a robar mascotas o a atrapar a perros callejeros para alimentar el mercado negro. Los chinos consumen la carne de perro sin mayor problema.
En México tal práctica no es común. Dicen que, a veces, cachan a un taquero lazando perros callejeros o subiéndolos a la góndola de su camioneta; dicen que, a veces, a la hora de darle la mordida a un taco de carnitas, el taco parece quejarse con un tierno aullido; dicen que, a veces, en el momento en que alguien dice buen provecho, el comensal dice guau guau, por decir ¡guau!
Tengo amigos que son amantes de sus mascotas (chuchitos, la mayoría), los cuidan y los protegen en exceso. Ellos manifiestan el lugar común que dice que mientras más conocen a los humanos más conocen a sus chuchos; también alaban el concepto de fidelidad. En efecto, los chuchitos son animales tiernos, amorosos y fieles. Claro, cuando uno se entera que un chucho feroz atacó a un niño, un sentimiento confuso se apodera del espíritu humano. Nunca falta el que dice que está bien que sacrifiquen a esos animales, pero ¿quién aprueba la cacería de animalitos indefensos y nobles como los french poodle, si son tiernas cascaritas esponjosas?
Posdata: El otro día, Jesusa Rodríguez (artista, ahora metida a senadora) declaró que cada vez que alguien consume un taco de carnitas festeja la caída de Tenochtitlán. Fue una de esas declaraciones que los políticos avientan para hacer polémica, para levantar polvo y para que la sociedad se vaya por la orilla y deje de lado la reflexión importante. ¿Nadie le enseñó a Jesusa, en clase de Historia de México, que los aztecas se aventaban taquitos con carnita de xoloizcuintle? Parece que hay una consigna: desempolvar el pasado y echar la culpa de nuestras culpas a la conquista española. Lo peor y risible es que la declaración de Jesusa la hizo en castellano. ¿Nadie le enseñó, en clases de Español, que la lengua que hablamos nos la trajeron los conquistadores y evangelizadores? ¿Resulta ahora que cada vez que hablamos este maravilloso idioma festejamos la caída de Tenochtitlán? Jesusa, para ser nacionalista, debió hacer su declaración en Náhuatl. ¡Boba! (¡Xetoca!)