sábado, 9 de marzo de 2019

CARTA A MARIANA, CON HISTORIAS LOCALES




Querida Mariana: Romina juega a veces el juego de: Si tuvieras que vivir en otro lugar, ¿cuál elegirías? Vos, ¿cuál elegirías? Yo elegí. En un tiempo viví en Puebla, pero cuando, después de nueve años de vivir ahí, jugué el juego, elegí Comitán. Comitán fue mi lugar de nacimiento y luego fue mi lugar final de elección. Ahora ya no juego el juego, porque no me veo viviendo en otro lugar, no lo deseo, pero si tal cosa se diera no elegiría Florencia, ni París, ni Buenos Aires, ni Osaka, ¡no!, ¿sabés qué lugar elegiría? ¡La Trinitaria!, la antigua Zapaluta, un lugar donde el tiempo camina con una tranquilidad que sublima.
El lunes 4 de marzo hubo un acto sublime en La Trinitaria, el Ayuntamiento de ese pueblo nombró al maestro Benito Vera Guerrero, como Cronista Municipal. ¡Ah, qué satisfactorio constatar que se honra a la dignidad y a la inteligencia local! El maestro Óscar Bonifaz asistió y le dijo al presidente municipal que era un acierto el nombramiento del elegido. El cronista Amín Guillén también acudió y en su intervención mostró su respeto hacia el nuevo cronista municipal de Zapaluta.
El maestro Benito fue elocuente en su mensaje de aceptación, entre otras cosas reconoció que hay más voces y más plumas que contribuyen a proteger el legado de identidad de La Trinitaria, como sucede en todos los pueblos del mundo. Dijo también que no poseía el don de ser charlista, pero con su voz mesurada y llena de luz cautivó a la audiencia que llenó el Salón Montebello, en el Parque Hundido.
La ficha biográfica del maestro José Benito dice que nació el 29 de noviembre de 1932, en aquel pueblo; es decir, tiene ochenta y seis años. Por eso, al agradecer el honor conferido, mencionó que está en la cúspide de su vida, en el último tramo de una vida dadora de luz. Su hija dijo que estaba segura que su papá recibía este honor con un gran compromiso, como lo ha hecho en todas las actividades de su vida. El maestro Benito, desde esa tarde, inició, con ánimo redoblado, con ánimo juvenil, lo que ha realizado en los últimos tiempos: recopilar información para entregarla decantada.
El maestro confesó no ser un gran charlista, dijo que corría el riesgo de aburrir a la audiencia, pero no lo hizo, no aburrió a la audiencia, compuesta por muchos hermanos de la Logia y amigos de aquel pueblo y parientes y estudiantes de nivel secundaria y de bachillerato. No aburrió, porque habló con sapiencia de la cultura de su pueblo, pero, sobre todo, porque lo hizo con la humildad que siempre le ha caracterizado, lejos de poses altaneras compartió conocimientos, dijo que el pueblo de Zapaluta es un pueblo Coxohg y dijo que el río Sabinal fue testigo de una historia trágica.
Cuando el cronista contó la historia de Bartolo, todos escucharon con atención. La historia de Bartolo es una tragedia. Lo ideal es que hubieses estado ahí para escucharla en la voz de don Benito, pero como no estuviste hago trampa y, en lugar de contar lo que escuchó la audiencia, copio el relato escrito que aparece en el libro “Apuntes monográficos del municipio de La Trinitaria. Historia, costumbres, relatos, anécdotas, tradiciones de un pueblo”, cuyo autor es el maestro Benito. En el apartado de “El río Sabinal”, el maestro cuenta que en el río Sabinal hay un punto de convergencia de dos ríos tributarios, lugar en que se retienen las aguas y forman un arroyito de aguas claras que desembocan en la poza de Bartolo. Acá es cuando el cronista hace una pregunta: ¿Por qué esta poza es conocida con el nombre de Bartolo?, y entonces cuenta lo siguiente, copio literalmente:
“En tiempos lejanos, a finales del siglo XIX había un terreno cultivado de maíz, frijol y calabazas, propiedad del Juez Municipal. Cuando el fruto maduraba, estaba al cuidado y vigilancia de Bartolo. Él era peón de campo y, por un pequeño sueldo, se empleaba con el funcionario municipal. Completaba su tiempo de trabajo como curandero. Una epidemia de enfermedades del estómago atacó a la población y cobró víctimas, especialmente en la gente de bajos recursos económicos. En una junta secreta de habitantes de un barrio pobre, surgió la denuncia: “Bartolo es brujo y es el que le está haciendo mal a la gente””.
Uf, ¿mirás todos los elementos que confluyen en esta historia? Bartolo es acusado de brujo (en lugar de curandero) y de provocar la epidemia. ¡Qué historia tan dramática! Pero, bueno, continuemos con la historia. El maestro Benito cuenta el desenlace:
“Se nombró una comisión para que en la madrugada lo sorprendieran en la choza que le servía de refugio en el cuidado del sembradío:
―¡Tú eres el malhechor!, con tus malas artes has dañado al pueblo, ahora tienes que sanar a nuestros familiares enfermos o morirás.”
Dios mío, ¿cómo lo ves? ¿Qué podía hacer Bartolo ante ese reclamo popular y violento? Tal vez se hizo para atrás, hasta topar con la pared, mientras veía cómo los hombres lo amenazaban; tal vez alcanzó a decir que él no era el culpable, que él no podía hacer algo para evitar la enfermedad, antes que recibiera dos puñaladas en el corazón.
Don Benito contó que los asesinos tomaron el cuerpo, lo amarraron, le ataron piedras y lo aventaron al fondo de la poza.
Hasta acá la historia es tremenda, pero don Benito cuenta el final y el final también es de película:
“Su perro se salvó escondiéndose en los matorrales y fue testigo de tan funesto acto. Muchos días buscaron inútilmente a Bartolo, hasta que las piedras se soltaron y el cuerpo flotó. ¡Es Bartolo!, gritó el primero que se enfilaba a su parcela. El juez tomó nota para iniciar las averiguaciones. El perro fue adoptado por el propio juez (seguramente por alguna intuición del funcionario) y desde entonces se hacía acompañar de él. En su oficina se acurrucaba debajo de la mesa, era un perro tranquilo y jamás molestaba y mucho menos atacaba a nadie. Muchos fueron los sospechosos que llamaron a declarar. Todos tenían una coartada. Un día llegó a declarar un vecino, de buen trato, educado, respetuoso; pronto dictaminó el juez que era inocente. Se despidió cortésmente y, todavía no traspasaba la puerta cuando el perro se le echó encima, lo asió del pantalón para retenerlo. El buen juez reprendió al perro, pero éste desobedeció; entonces tomó su bastón y lo amenazó. Humildemente, el perro tomó su lugar debajo de la mesa, pero un momento después salió como disparado, alcanzó al hombrecillo aquel y lo volvió a detener asiéndolo del ruedo del pantalón. El juez sospechó y después de un amplio interrogatorio y amenazas del perro declaró: ¡Yo maté a Bartolo!”
¿Cómo lo mirás? Es una historia fascinante. El maestro Benito dice que el culpable denunció a sus cómplices y todos fueron a dar a la cárcel.
En la historia hay elementos de ignorancia popular y ciertos resabios de linchamiento. En un pueblo llamado Canoa, del estado de Puebla, en los años sesenta, un cura azuzó a la población a que lincharan a un grupo de estudiantes universitarios acusándolos de comunistas. El pueblo asesinó a los muchachos.
¿Recordás la historia de Lope de Vega? El pueblo de Fuenteovejuna se inconforma con el proceder del Comendador y éste es linchado, cuando las autoridades llegan y preguntan ¿quién mató al Comendador?, todos responden: Fuenteovejuna, señor.
En la historia de la Poza de Bartolo, el cronista dice que “en una junta secreta de habitantes de un barrio pobre” deciden que irán a la choza de Bartolo, porque lo acusan de ser brujo y causante de la enfermedad que asola a la población. ¿Quiénes fueron las personas que terminaron en la cárcel? Los culpables fueron los que llegaron a la choza y apuñalaron a Bartolo, pero ¿qué pasó con todos los demás? Nuestro cronista no dice el nombre del barrio, no tiene caso. La historia es tremenda, es parte de la historia de un pueblo.
Pues bueno, el maestro Benito Vera se mostró esa tarde de su nombramiento como un gran charlista, pues mantuvo a su audiencia, como dicen los clásicos, al filo de la silla. Contó pasajes históricos de su pueblo, demostró que, como dijo Óscar Bonifaz, es un acierto su nombramiento como Cronista Municipal, de La Trinitaria.
Posdata: Si me viera obligado a abandonar Comitán y me dieran a elegir mi próxima estancia no dudaría en elegir a La Trinitaria, un pueblo tranquilo, sosegado, culto. En estos tiempos la desgracia de Bartolo ya no se repetiría. Esa desgracia fue propiciada por ignorancia de un sector. ¿Quién mató a Bartolo? Los habitantes de un barrio pobre, señor.