viernes, 15 de marzo de 2019

LECCIÓN APRENDIDA




Pau y yo fuimos a la biblioteca pública, en Comitán. En el patio central del edificio está el busto de don Esteban Alfonzo, músico comiteco, quien compuso el “Danzón Juárez”. El patio es bello, lleno de luz, con caminos rodeados de flores y plantas. Después que Pau leyó un cuentito infantil, salimos de la sala y nos sentamos en uno de los corredores. Fue cuando pensé que debía darle algunos datos a Pau. Le dije que ese personaje había sido un gran músico y que sus hijas también se habían dedicado al arte, dos de sus hijas habían sido grandes actrices. Pau miraba hacia el frente y asentía conforme mis palabras fluían. Cuando hice una pausa, ella me preguntó:
- ¿Y las olas, tío?
- ¿Las olas?
- Sí, las que están sobre el mar de tejas.
Vi, entonces, los plásticos que los albañiles colocaron en el techo de la biblioteca, tal vez para evitar las filtraciones de agua. Iba a decirle a Pau lo que acabo de escribir, cuando ella dijo:
- ¿Así que fue un músico?
¡Sí!, dije yo, entusiasmado, porque mi comentario había caído en suelo fértil. Pau tendría, poco a poco, elementos culturales para hallar su identidad comiteca.
- ¿Y componía danzones?
¡Sí!, volví a exclamar entusiasmado, y como preví que la siguiente pregunta era: ¿Qué cosa era un danzón?, con mis escasos conocimientos musicales dije que era un género musical cubano y comencé a tararear, bajito, un poco desentonado, el danzón llamado Nereidas: Tan tan tan tan tan tan tantán, tantantán, que era interpretado por Acerina y su danzonera, y lo dije, porque cuando me gradué de bachiller, la mesa directiva de la Asociación Estudiantil trajo a este grupo al baile que se efectuó en el Club de Leones (y de paso le conté que ese mítico salón, ahora lo remodelan y será un templo religioso. Donde hubo rugidos ahora habrá alabados. ¡Bendito Dios!).
- ¿Y sus hijos fueron también artistas?
¡Sí!, volví a afirmar, con un gusto enorme. Gusto que comenzó a ahogarse cuando escuché que Pau decía:
- Nunca había conocido un dinosaurio artista.
¿Por qué le decía dinosaurio a don Esteban? ¿Por viejo? ¿Porque nació en el siglo XIX? ¡No! Pau hablaba de la otra figura, la escultura floral. Pau, desde que nos sentamos, había visto esa figura y relacionó todo mi palabrerío con lo que, su imaginación, vio como un dinosaurio, un dinosaurio que, igual que don Esteban, ve hacia el mismo sitio (el acceso al edificio), y entonces, igual que Pau, comencé a ver que el dinosaurio caminaba hacia la puerta, pasaba frente a nosotros, con paso firme, rotundo, y le dije a Pau que el dinosaurio tal vez era dinosauria, porque tenía un coqueto tutz sobre su cabeza.
- ¡Sí! Su mamá le puso un moñito. ¿Adónde va, tío?
¿Qué se dice en estos casos? Dije que buscaba la salida, que su mamá lo había enviado al mercado a comprar verduras.
- ¿Qué verduras, tío? ¿Zanahorias?
Dije que sí, que iría a comprar zanahorias para tener buena vista.
- ¿Y las olas, tío?
¡Las olas! Ya había olvidado el techo cubierto con plásticos. ¿Qué iba a decirle? Por lo regular, las olas están sobre la tierra y no en el cielo. ¿Podía decirle que eran nubes congeladas? Por fortuna, Pau intervino y yo me salvé.
- Cuando lleguemos a casa le diré a mi mamita que conocí a un dinosaurio artista, y no sólo eso, le diré que conocí al último dinosaurio vivo y que está en Comitán. ¿Sabías que sus abuelos murieron hace miles y miles de años?
Y entonces dije que no, que no sabía, que nada sé. Y Pau me explicó, y yo admiré la tarde, el aire, y vi cómo el sol calentaba las olas congeladas en el techo.