miércoles, 6 de marzo de 2019

CUANDO EL DÍA TOMA UNA CARA DE ESPEJO EMPAÑADO




La mamá de Aleks, cuando comienza una llovizna persistente, dice que “Se descompuso el día”. La frase es muy decidora: “Se descompuso el día”.
El nieto del maestro Óscar dice que el pan francés de la panadería “Está descompuesto”. En Comitán todo mundo sabe que cuando esta clase de pan está preparado se llama “Pan compuesto”.
Muchos amigos míos se han acostumbrado a leer Arenillas en donde divido el mundo en dos. Ahora que reflexiono en estas dos frases (una rotunda y otra simpática) pienso que el mundo, entonces, puede dividirse en un mundo compuesto y un mundo descompuesto.
Imagino a la mamá de Aleks regando las plantas del jardín, acompañada por un sol color de ámbar; la imagino tarareando alguna canción ranchera; la imagino preparando la masa para los tamales, sobre una mesa de madera; la imagino viendo el cielo por la ventana y oteando cómo cambia su color, su forma, su consistencia; la imagino corriendo a levantar la ropa mojada colgada en el tendedero; la imagino pensando que ya “se descompuso el día”.
Sí, había escuchado la frase con anterioridad, pero nunca me había sonado tan contundente, como ahora que lo escribió Aleks. Su mamá dice: “Se descompuso el día” y, a ella, no le queda más que dejar que poco a poco el día se vaya componiendo solito. Nada puede hacerse para componer un día descompuesto.
Imagino que en Coita la descompostura del día es una descompostura sencilla, de esas que no requieren grandes plegarias para ir juntando las partes. Imagino que cuando se descompone el día en la tierra de Aleks, el cielo deja su transparencia usual y se viste con una sábana color gris, húmeda, convocante de nostalgias y de recuerdos.
No conozco a la mamá de Aleks, pero la imagino en su casa, preparando café. Porque, lo sé, cuando los días se descomponen, algo en el interior del espíritu aflora. La naturaleza es pródiga y sabia. La naturaleza ha demostrado que hay una báscula que compensa todo, lo compuesto y lo descompuesto. Cuando el mundo parece estar compuesto aparece una grieta que abre otra en el platillo de la balanza y hace que la tierra se convierta en un territorio oscuro; por el contrario, cuando todo parece estar descompuesto, un sol de resina iluminada vuelve a aparecer detrás de las montañas.
Imagino que la mamá de Aleks es sabia, cuando el día se descompone no deja que su día se agriete. Es el día el descompuesto; es decir, el día de afuera. Su día interior debe estar siempre sostenido por un rayo de luz que hace que todo funcione.
La frase de la mamá de Aleks es brutalmente sencilla y decidora. Por ella (y por muchos más) sabemos que los días se descomponen, pero, asimismo, sabemos que tienen compostura, desde siempre ha sido así. Que para componer los días descompuestos nada debemos hacer, más que sentarnos en un butaque o recostarnos en una hamaca o preparar una taza de café bien cargado o mirar el cielo desde la ventana, ver hacia el horizonte, donde una línea de luz brilla como hoja de cuchillo.
Gracias a la frase hoy sabemos que hay días compuestos y días descompuestos, así como, gracias al nieto del maestro, sabemos que hay panes compuestos y panes descompuestos.
Gracias a Mica, quien es actriz universitaria, sabemos que el monólogo que representa es una pieza teatral compuesta que habla de un mundo descompuesto, porque, según lo que dice sobre el escenario, en el que no hay más objeto que una radio antigua sobre una mesa desvencijada, el mundo no tiene compostura, cada vez se deteriora más y más, y llegará el día que, como gelatina expuesta al sol, se hará agua, se hará nada.
Mientras tanto, imagino el cielo de Coita recuperando su sonrisa, porque esa tierra nos ha prodigado a la mamá de Aleks y a la frase más ingeniosa y sabia del mundo: “Calma, Coita, que vamos ganando”; es decir, a veces el día se descompone, el mundo parece descomponerse, pero no debemos preocuparnos ni apurarnos, más tarde o más temprano el día se recuperará, volverá a estar sano, ¡con su caparazón completo!
¡Calma, Coita!, dice la mamá de Aleks frente al espejo, frente a la ventana, frente a la puerta del mundo. Si el día se descompone, bien podemos quitarnos la camisa, salir al patio, alzar los brazos y dejar que la llovizna nos eche la bendición; bien podemos esperar tiempos mejores. Nada podemos hacer, nada debemos hacer. Solito se compone el día.
En Comitán, muchos comen panes compuestos (son riquísimos), pero hay otros que prefieren comer los panes franceses sin aderezos. Hay personas en todo el mundo que disfrutan los panes descompuestos.
Mica debería visitar Coita, visitar la casa de la mamá de Aleks. Hallaría que el mundo descompuesto es el de afuera. Los días interiores son como la sonrisa de la mamá de Aleks.