martes, 26 de marzo de 2019

LOS HIJOS DE DON PENE




Se pusieron de moda, en todo México. A cada rato, cuando aparece una persona con un mal comportamiento, alguien comenta que ese tipo es un hijo de don Pene. Los hijos de don Pene abundan. Parece que don Pene hizo honor a su nombre y regó hijos por todos lados. ¡Un verdadero garañón!
Ahí los vemos estacionándose en lugares especiales para discapacitados, sin ser discapacitados; los vemos metiéndose en las filas donde los demás respetan el orden; los oímos criticando sin ver la viga en el ojo propio; los vemos haciéndose tacuatz a la hora de pagar deudas contraídas hace dos o más años.
Los hijos de don Pene han existido desde siempre, pero es ahora cuando se han puesto de moda. ¡Y cómo no! Los muchachos de secundaria, ellos y ellas, a cada rato mencionan la palabreja. Tal vez, por tanta mención ahora hay más hijos de don Pene que árboles en la selva Lacandona.
Por ahí, los sociólogos deberán comenzar a hurgar en estos símbolos actuales. ¿Por qué ahora, más que nunca, han proliferado los ninis, los mirreyes y los hijos de don Pene? ¿Por qué ahora, más que nunca, las llamadas feminazis insisten en dañar el lenguaje escrito, en ofender su inteligencia, colocando equis o arrobas en el lugar donde debe ir la o a la a?
Los hijos de don Pene, se entiende, recibieron su educación inicial en las casas paternas; en donde, tal vez, aprendieron comportamientos abusivos y groseros. Algunos, en lugar de recibir leche, fueron amamantados con poquitos de cerveza y de tequila; sus entornos fueron entornos contaminados con humo de cigarro o de otras bachitas. Crecieron en la calle, ahí en donde proliferan basureros, cadáveres de perros, putas tristes, niños delincuentes y picaderos. Pero hay otros que nacieron en cunas selectas y, por imitación, se convirtieron en lo que son.
No debe justificarse el comportamiento agresivo, pero los hijos de don Pene bebieron aguas lodosas en su niñez. Los ninis y los mirreyes bebieron también aguas contaminadas.
Los hijos de la luz cada vez son menos. ¡Uf, qué pena! Los hijos de la luz siempre se alimentaron de ella y son los ciudadanos que aportan cosas buenas a las ciudades, que son incapaces de dañar el bien colectivo, que son atentos, responsables, y entienden que la convivencia colectiva sólo es posible si existe respeto a los semejantes.
Los hijos de don Pene se estacionan en lugares prohibidos, son los que pegan los cristalazos y roban las carteras dejadas en los asientos de los autos; los hijos de don Pene también son llamados Los Jijos, porque la jota suena más fuerte que la hache, que en muchas ocasiones es muda.
Es una pena saber que los hijos de don Pene se convierten ya en modelos a imitar. Hubo un tiempo (pasado infinito), en que los jóvenes tuvieron como ídolos a actores y actrices de cine, a deportistas sanos (como Pelé, en el fútbol soccer) o a santos (y no hablo sólo de Santo, el enmascarado de plata. ¡No!, hablo también de santos católicos. Yo conocí a un amigo que admiraba la vida de San Martín de Porres (mi amigo era de color moreno subido), y en su modesta pretensión trataba de imitarlo en actos mínimos). Ahora, hay muchachos que siguen a Maradona, quien, es cierto, fue un futbolista excepcional, pero, a la vez resultó pariente de don Pene, con su comportamiento inescrupuloso.
En la actualidad, muchos jóvenes (¡qué pena!) imitan comportamientos torcidos. ¡Cómo no, si los hijos de don Pene andan por todos lados, a cielo abierto, enviando mensajes a los cuatro vientos! En la televisión triunfan muchos conductores hijos de don Pene. ¿De qué manera se puede llamar a quienes hacen los programas de cámaras escondidas? Estos tipos, como dicen los abogados, actúan con premeditación, alevosía y ventaja. Hacen bromas, sin el consentimiento de sus víctimas. Los muy hijos de don Pene se esconden detrás de un poste y cuando la víctima se acerca, de manera abrupta saltan al frente, con una máscara de chango y gritan y mueven los brazos peludos. La víctima se espanta. El hijo de don Pene se quita la máscara, abraza a la víctima, ríe (¡estúpido!) y señala hacia donde está escondida la cámara. Con este movimiento justifica su comportamiento irracional. El jijo gana dinero con esta afrenta, vende las imágenes a las cadenas televisivas. La supuesta gracia puede ocasionar daños a la víctima, desde un susto hasta un caso de diabetes provocado por el espanto o un posible paro cardiaco. Y el hijo de don Pene ríe, se divierte, disfruta lo que hace.
Los hijos de don Pene han existido desde siempre. Judas Iscariote fue un jijo que traicionó a su maestro. Pero, Judas era un ejemplo extraño de mal comportamiento. En los tiempos actuales, hay miles y miles de Judas, los vemos a cada rato. Judas Iscariote se ahorcó, porque no pudo con la carga de su conciencia. ¿Qué hacen los Judas de estos tiempos? Ríen, se carcajean. El cinismo es una de las características de los hijos de don Pene; la desvergüenza es otra. Son abusivos y atropellan la buena fe de los hijos de la luz. Los hijos de don Pene son unos jijos. Y ahí andan, libres, jodiendo al prójimo, jodiendo al mundo. ¡Y cada vez son más! Miles y miles de hijos de don Verga.