lunes, 11 de mayo de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN LIBRO MOJADO CON AGUA DEL SENA




Querida Mariana: Releo “Rayuela”, de Julio Cortázar. Comencé releyendo algunos de sus cuentos y ahora comienzo a leer la novela que revolucionó la literatura de América Latina.
No aguanto las ganas de decirlo: “Rayuela”, lo dijo Julito, “es muchos libros, pero sobre todo es dos libros”.
Los grandes libros siempre son muchos libros, siempre admiten muchas lecturas, y en cada relectura asoman nuevas ventanas. Pero “Rayuela” es una novela grandiosa, porque como dice Julito: “Sobre todo es dos libros”. Uno se lee del capítulo uno al 56 (“al pie del cual hay tres vistosas estrellitas que equivalen a la palabra Fin.”), y el otro empieza en el capítulo 73 “siguiendo luego en el orden que se indica al pie de cada capítulo.
Es un juego literario bien locochón. He leído “Rayuela” en dos o tres ocasiones. La primera vez lo hice leyendo del capítulo uno al 56 (donde me topé con las tres estrellitas.); luego, me tocó leerlo con el orden sugerido por Julio, que es saltando de un lado a otro y cuyo inicio es el capítulo 73.
Y acá aparece lo que quería decirte: El libro fue publicado por primera vez en 1963. Jamás en la literatura latinoamericana, un escritor había dado un paso tan importante. Acá sólo menciono una obviedad: Es una novela que comienza en el capítulo 73. ¿Mirás la genialidad?
En Puebla conocí a una maestra de la universidad que comenzaba todas sus lecturas por el final. Leía el último fragmento de la novela, si le decía algo, entonces leía la novela completa. Si el final no le resultaba atractivo no leía la novela y buscaba otra. Jamás entendí su costumbre, pero era algo inusual, algo Cortazariano.
Los estudiosos de la obra de Julito han demostrado que el autor destinó mucho tiempo para armar ese rompecabezas literario; es decir, cada salto propuesto (en caso de que el lector lea la novela siguiendo el tablero de números) tiene un hilo de conducción que une puentes inexistentes. El gran hallazgo de Julito es ese: Que materias inconexas de pronto se unan para producir algo inexistente.
La rayuela que propone el juego de Julio viola las reglas (en Comitán, los niños de antes, a la rayuela le llamaban avioncito. ¡ah!, era un nombre bien bonito.) Y digo que altera la reglas porque el juego no necesariamente inicia en el uno y concluye en el cielo. ¡No! El lector de la novela puede, incluso, alterar el orden propuesto de Julio y buscar nuevos caminos.
Julio no se molestaría con ese desenfado de un lector activo. No. Él siempre tomó a la literatura como el gran juego. Lo jugó con la seriedad con que cualquier niño juega carritos o muñecas. En todos los juegos hay reglas, pero cuando éstas son aprendidas a la perfección pueden violarse para hallar nuevas ventanas.
¿Comenzar a leer una novela en el capítulo 73? ¿No terminarla nunca porque el antepenúltimo capítulo es el 131, que manda al penúltimo capítulo, que es el 58, y este penúltimo manda al último que es el 131? Un círculo infinito del que nunca se sale o se sale con un hilo de luz que no existía.
No sé si vos te topaste en tu infancia con algún amigo que siempre era muy hábil para resolver todos los misterios en los juegos. Hay niños que ven de más, que abren ventanas en el muro del aire. Yo, de viejo, me topé con un Julito juguetón que es maravilloso.
Le he aceptado todas sus propuestas, todas son ingeniosas, inteligentes. No me canso de decir que amo a Julito, niño maravilloso.
Nunca he hecho lo que hacía la maestra universitaria. ¡No! Cuando tengo una novela nueva inicio por el principio, siempre. Pero, cuando me topo con Rayuela, a veces juego el juego que me propone Julito y comienzo a leer la novela a partir del capítulo 73, capítulo que es prescindible para los lectores que sólo leen la novela siguiendo el orden lógico del 1 al 56. La primera lectura es insuficiente, deja muchos ríos navegables, harto estimulantes para el espíritu.
Julio es un gran mentiroso (dejaría de ser niño si no lo fuera). Es un gran mentiroso porque sus tres estrellitas no significan la palabra Fin. En realidad, esta novela (como toda gran novela) no tiene fin, sus calles, a veces, van a dar al Sena, pero, en cualquier instante el lector puede toparse con un sendero que lleva a una montaña o a un acantilado o al mar. ¿Al mar? Sí, al mar, a la Vía Láctea.
Durante mi vida me he topado con muchos amigos lectores que hablan de su fastidio, de su aburrimiento, de su hartazgo, de que no comprenden Rayuela, de Cortázar. Sí, los entiendo, no a todo mundo le gusta pasar por puentes movedizos, muchos prefieren los caminos encementados.
Posdata: Tengo muchos libros pendientes para leer. Pero ahora los he dejado en el buró o en la mesilla. Como “el cordero fiel de la leyenda” he vuelto a las playas del mar de Julito. Desde que lo conocí he leído a muchísimos más autores, muchísimos, muchos de ellos se han vuelto mis grandes amigos, pero (lo reconozco) sé que jamás volveré a conocer a alguien tan cercano a mis sueños, a mis ideales. Los campos sembrados por Julio me han sido muy satisfactorios. Me detengo y siento el aire jugar por mi cabello; me detengo y extiendo mi mano y corto los frutos de sus árboles. Esos frutos son jugosos, limpios, llenos de vida. Así estoy ahora ¡lleno de vida!, de vida trasfundida por Julio, el buen Julito.