viernes, 8 de mayo de 2020

CARTA A MARIANA, DONDE SE PLATICA DE UN DÍA




Querida Mariana: Sí, a veces el recuento de nuestras vidas es a través de un día. Recordamos el día de nuestra primera comunión; el día que nos dieron un beso por primera vez; el día de nuestra ¡primera vez!; el día que nos graduamos en la universidad; el día que aprendimos a nadar; el día que estuvimos frente al río Sena, en París; el día de nuestro cumpleaños; el día de la muerte del abuelo; el día que caminamos juntos por los Zanjones y resbalamos y nuestros pantalones se llenaron de barro amarillo, chicloso.
Los días nos definen. Hay días buenos y hay días que definimos como malos, porque siempre deseamos que el mundo se acomode a nuestros deseos, pero, en el fondo, sabemos que la vida se mueve con el zigzag del vuelo de una mariposa aleatoria.
Hoy, con tu permiso, te hablaré del día que conocí a mi Paty. Que, ahora puedo decirlo, fue un día fragmentado, como de piezas de rompecabezas que fui armando.
Me gustaba, sí, era una niña linda. La había visto en las calles, caminando con su palomilla, palomilla que aún la sigue frecuentando, queriendo. Ellos, los integrantes de su palomilla (como es usual en estas historias) llegaron antes que yo a la vida de Paty. Ellos se habían conocido desde que Paty llegó a Comitán, procedente de la Ciudad de México, ciudad donde nació, donde sus papás atendían las paleterías que habían formado. Doña Amelia atendía una y don Roberto atendía la otra. Paty, al salir de la escuela, pasaba a la paletería para ayudar a su mamá, quien iba al departamento a preparar la comida. Paty siempre ha preferido el sabor de grosella, cuenta que comía muchas paletas de ese sabor. Don Roberto hacía unas paletas gigantes, eran tan grandes que cuando Paty las daba a los compradores debía sostenerlas con ambas manos; asimismo, había un congelador lleno de mini paletas, cubiertas con chocolate. Paty cuenta que toneladas de muchachitos llegaban a comprar de esas paletas pequeñitas, porque eran muy baratas y muy sabrosas.
Cuando Paty llegó a Comitán conoció a varios de sus amigos que hasta la fecha tiene, integrantes de su palomilla, que se llama Chusma; luego hizo más amigos en la secundaria y luego en el bachillerato. Cuando yo llegué a su vida, tenía una gran palomilla.
Me gustaba, sí, era una niña linda, delgada, con un carácter muy amistoso. Yo, como hasta la fecha, era antisocial y tímido. Ahora, cuando a Paty le preguntan dice que, la primera vez le caí mal, dice que le parecí un tipo muy alzado (pedante).
Vencí mi proverbial timidez un día que Miguel (en paz descanse), quien andaba con una amiga de Paty, integrante de la palomilla, me dijo que Paty había comentado que no le resultaba tan desagradable mi presencia. Tomé valor y una mañana vi que Paty iba en su Volkswagen amarillo, con cristales traseros abombados y con el Gigio a su lado (Yiyio), que era su mascota, un chucho xoloitzcuintle, y me puse a su lado y pregunté: ¿Qué raza es tu perro? Y ella me contestó, molesta: No sé (qué manera tan tonta de romper el hielo). Pero, bueno, ya había dado el primer paso. El destino hizo que volviéramos a topetearnos otro día (bueno, esto era previsible, era el Comitán de los ochenta, con una población no tan grande). La saludé de lejos, me sonrió. Tomé valor y, como si me urgiera pasar ese examen, le dije que la invitaba a cenar. Ella, por supuesto, puso una cara de ¿Y éste?, pero un minuto después vi que una sonrisa apareció en su rostro y aceptó. ¿Lo imaginás? Aceptó. Yo estaba acostumbrado a que las chicas que me gustaban siempre me decían: Mañana te digo. Yo, no sé por qué grieta sicológica, cuando alguien no aceptaba mis propuestas, me daba media vuelta y jamás regresaba (debe ser porque como hijo único me acostumbré a tener de inmediato todo lo que pedía.)
Paty aceptó. Ese día pasé por ella a su casa (vivía en una casa del barrio de San José). Cenamos en un restaurante que había en los altos de un edificio que servía para reuniones del Club Rotario, al lado del bulevar. Luego la llevé a su casa y le pregunté si podíamos vernos otro día. Dijo que sí y yo volví a mi casa iluminado por dentro. Saqué mi diario y escribí que a Paty le gustaba cenar enchiladas suizas y le gustaba el sabor de grosella.
Posdata: Una vez, ya casados, hace dos o tres años, sin ser experto cocinero, le guisé unas enchiladas suizas.
Durante el noviazgo, proceso lógico, su palomilla me vio con recelo. Como yo soy escaso (insisto, padezco una timidez proverbial) no hice mucho para ser recibido en su grupo. Por fortuna para mí, Paty comenzó a darme espacios, a robarle un poco de tiempo a su palomilla; íbamos a la Rejoya y comíamos allá; íbamos seguido al cine Comitán o al cine Montebello. En ocasiones tuve que ser recíproco y la acompañaba a los bailes donde se topaba con su palomilla; en esos momentos yo volvía a ser un chipote, pero todo se equilibraba a la hora que ella se sentaba a mi lado y me servía un vaso de refresco, pasaba su mano sobre la mía y se quedaba ya todo el resto de la noche conmigo.
Cuando me preguntan cómo conocí a mi Paty, digo que la conocí un día que tiene muchos días. No lo cuento, porque es una historia larga, pero a vos sí te confío algunos destellos de un día memorable.
A veces, en los últimos tiempos, no falta quien dice que Paty y yo somos una pareja ejemplar (nos casamos en el 82). ¡No, por favor! Ella ha sido muy tolerante, ella me quiere y sabe, bien que lo sabe, que yo la quiero mucho, muchísimo, de acá a la luna del espejo, del espejo al reflejo, del reflejo al punto emisor de luz, de la luz infinita. Agradezco a Dios por mandármela, para que me acompañe en este trayecto.
La foto que ilustra esta carta es la de una tortuguita que Paty tejió hace cuatro días. Ella tiene muchos dones, uno de ellos es hacer estas figuritas tejidas. Ella ha tejido nuestra vida en común y la ha llenado con maravillosos colores. Sí, no somos una pareja ejemplar, somos una pareja como millones en el mundo, con alegrías y tristezas, con desavenencias, pleitos, pero todo lo hemos superado. Hemos formado un árbol un poco torcido que tiene muchas ramas donde algunos pajaritos hacen sus nidos y esto nos da mucho gusto.