jueves, 15 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, CON LA GLORIOSA GENERACIÓN 68-71 (Parte 7)
Querida Mariana: y llego a la última fila que, en realidad es la primera, la fila donde está el padre Carlos, el fundador de nuestro colegio.
En esta fila están: María Jovita del Carmen Briones Alfonzo, María Guadalupe Gordillo Montes de Oca, Zoila Gloria Román Gordillo, Rosa América Pérez Trujillo, Lilia Consuelo Gordillo Figueroa, Yolanda Eugenia Alfaro Aguilar, Bárbara Minerva Cadenas Gordillo, Verónica Edith Guillén Velasco, Cristina Domínguez Moreno, Dora Beatriz Caballero Domínguez y María Soledad Espinosa Morales.
Sí, qué pena, en esta fila también tenemos ausencias. Ya fallecieron Zoila Gloria, Cristina y, por supuesto, el padre Carlos. El padre Carlos falleció el 4 de diciembre de 1989. Qué coincidencia, niña mía. El 4 de diciembre de 1941 dio su primera misa solemne. Algo apareció en su memoria la mañana definitiva, porque, en su lecho de muerte, le dijo a Artemio, a quien quiso como hijo, que lo llevara al templo, que debía dar misa. Minutos después abandonó la vida.
Lamentamos ausencias, pero celebramos las presencias, aunque muchas compañeras anden desperdigadas y de algunas no se tengan noticias. Es inevitable. La mañana de la fotografía de generación sabíamos que muchas levantarían vuelo. La vida es un constante peregrinar.
En esta fila está Jovita, ella sí radica en Comitán, de vez en vez, antes de la pandemia, nos saludábamos en la calle; a continuación, está Lupita, ella vive en la Ciudad de México. ¿Sabés en qué colonia? En la colonia donde cayó el avión de Murillo, quien, en el momento del accidente era el secretario de gobernación. Por fortuna, nuestra compañera tiene la protección del Niño Fundador y cuenta el cuento desde su casa de la colonia Lomas de Chapultepec. Se casó hace cuarenta y tres años, tiene dos hijos y tres nietos.
Luego está Zoila Gloria, quien, ya lo dije, falleció hace tiempo. A mí (como a muchos) me encantaba nombrarla, decirle su nombre completo, a veces lo hacía por puro placer mío. ¿A poco no es bonito decir, en voz alta: Zoila Gloria? ¡Ah, el nombre de nuestra compañera era generoso! Fue generoso con ella, cuando lo pronunciaba, y fue generoso con nosotros, cuando la llamábamos. ¡Soy la gloria! Genial, simplemente genial. Hoy, cincuenta años después de ser grupo, volvemos a hacer pase de lista y todos nos ponemos de pie y decimos su nombre a coro: ¡Zoila Gloria!
Luego está Rosita. No lo sé, pero supongo que ella obtuvo diez de calificación en la materia de Mecanografía, porque nos llevaba ventaja, ya que su mamá, doña Maty Trujillo tenía una academia de mecanografía en su casa. Rosita vive ahora en el estado de Tabasco, y de vez en vez, se da una vueltita al pueblo. Está casada con mi primo Adrián Bermúdez, el güero.
El maestro Jorge Gordillo, quien es director general emérito de la institución, y a sus ochenta y tres años de edad sigue aportando su talento al colegio, nos impartía la clase de mecanografía. Ya dije que, en esos años, cuando nos tocaba la materia llevábamos la máquina mecánica portátil y la colocábamos sobre el mesabanco y ahí practicábamos. Recuerdo un ejercicio bello: retratos y diversas formas hechos a máquina, a color. Íbamos a la Proveedora Cultural y comprábamos hojas de papel carbón (papel copia) de diversos colores. Por lo regular, el papel carbón era de color negro, se colocaba debajo de la hoja donde las teclas formaban el original, y el papel carbón se colocaba arriba de otra hoja de papel, esa era la copia. ¡Pucha! Bueno, pues para el ejercicio que hacíamos como trabajo final, teníamos papel copia de diferentes colores, amarillo, rojo, azul, morado y, chiste local, también verde.
Hablo de hace cincuenta años, niña. ¡Uf! Para hacer estos ejercicios usábamos las figuras que vienen en patrones de punto de cruz. ¿Los has visto alguna vez? Las abuelas usaban estos patrones para bordar bellísimas figuras sobre tela. Bueno, nosotros, en lugar de usar aguja e hilos de diversos colores, usábamos pedacitos de papel carbón de color y, recuerdo, la tecla de la letra x. Al final entregábamos trabajos bellos: pájaros, rostros de Cristo, ángeles, flores, paisajes.
Posdata: fuimos una generación que comenzó el primer grado de secundaria un mes después de la matanza de Tlatelolco; de las Olimpiadas en México; vivimos la maravillosa aventura espacial del primer ser humano caminando sobre la luna; nos apasionamos con el Mundial de Fútbol, celebrado en nuestro país, donde soñamos con ver coronarse campeona a la selección de México, poco nos duró el gusto, pero celebramos el campeonato logrado por Brasil, comandados por el enormísimo Pelé.
Los sucesos locales eran contados. Todo transcurría con parsimonia. Recuerdo, como novedad, ir a la tienda de doña Mariana y comprar los Boing (riquísimo refresco) en su empaque tetrapak, con forma de pirámide y con popote; y, la gran novedad, fue la Coca Cola en lata. Por ahí andábamos muy chentos tomando la coca en lata, mientras dábamos vueltas en el parque de San Sebastián.