miércoles, 21 de abril de 2021

CARTA A MARIANA, CON PEDAZO DE UN INSTANTE

Querida Mariana: para vos ¿qué es un momento? ¿Una breve fracción del tiempo? Para no fallar busco en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española y encuentro que momento, en su primera acepción es: “Porción de tiempo muy breve”, pero en su segunda acepción, el bendito diccionario dice que momento es: “Lapso de tiempo más o menos largo que se singulariza por cualquier circunstancia”. ¡Uf! El momento puede ser un cachito de tiempo, pero también puede ser una extensa sábana. ¡Pucha! Los ejemplos del diccionario son muy reveladores. En el primer caso dice: “Lo vi un momento esta tarde”, y en el segundo caso dice: “Aquella guerra civil fue el peor momento del siglo”. Y digo esto, porque el otro día hice una llamada telefónica a una institución y la contestadora automática me dijo que “…por el momento, todos nuestros ejecutivos atienden otra llamada. No cuelgue, en un momento será atendido…” Ay, Señor. Seguro que vos has pasado, como medio mundo, por la experiencia de un tipo de estas llamadas. Hastiado, colgué cuando pasaron quince minutos y los ejecutivos seguían atendiendo otra llamada. Cuando llamé supe que sí, que los ejecutivos estaban atendiendo otra llamada, así me lo dijo la contestadora y le hice caso a esa voz femenina que, después de quince minutos, se me hizo odiosa y colgué. Porque, a cada “momento” me repetía el mensaje. ¡Pobre de mí! No supe, no intuí que ese mensaje usaba la palabra momento en la segunda acepción. Ah, iluso, bobo, yo pensé que lo usaba en la primera acepción: un momentito, Alex, en un ratito serás atendido. No, después de quince minutos supe que el momento de la institución corresponde a la segunda acepción, un lapso de tiempo más o menos largo que se singulariza por cualquier circunstancia, y el ejemplo del diccionario bien podría ser: “Aquella llamada telefónica duró lo que ha durado la cuarentena por covid”. Estoy seguro que muchas personas hacen lo mismo que yo: cuelgan cuando se dan cuenta que el momento no es la porción breve de tiempo, sino un lapso que se estira como liga irrompible. Pero ya aprendí. Para la próxima vez, avisaré en casa que realizaré una llamada y estaré fuera del aire por un momento, pero aclararé que uso la palabra momento en la segunda acepción; es decir, puedo estar horas y horas sentado ante el teléfono; asimismo, prepararé mi desayuno y comida y cena de una vez, en un contenedor colocaré los alimentos por si el momento abarca todo el día; también tendré a la mano un pato por si me dan ganas de hacer pis. Para casos extremos estaré al lado de la cama y prepararé una buena dotación de libros y de películas para entretenerme mientras un ejecutivo termina de atender otra llamada y atiende la mía. Es preciso tener a la mano, también, una tijera, para cortar las eventuales telarañas que se formaran alrededor de mi cuerpo. Aprendí que la palabra momento es ejemplo significativo de la Teoría de la Relatividad, de Einstein. Tratar de hablar a una institución que atiende veinticuatro horas durante los trescientos sesenta y cinco días del año puede ser como viajar a una velocidad superior a la que viaja la luz y lo que es una eternidad de tiempo para el común de los mortales, sólo es una micra de tiempo para quien está en la otra ventana. Nuestra palabra momento española viene de la latina momentum (palabra genial) que significa movimiento. ¡Ah, qué bobo! Mi ignorancia impidió que entendiera el mensaje de la institución a la que llamé. El tiempo es movible. Yo, bobo, pensé que momento era como juntar las yemas del pulgar y del índice, como es costumbre en Comitán, para decir ahora te atiendo, un momentito. No, el momento institucional es sinónimo de las referencias geográficas que hacen en las comunidades rurales: ¿en dónde está tal lugar? ¡Acá tras lomita!, es la respuesta, y para llegar detrás de la lomita es necesario caminar muchos kilómetros, muchos. El tiempo es relativo. Ah, tonto de mí, nunca he entendido esta ley. No es necesario acudir a la Universidad de Harvard para comprender la teoría de Einstein, ¡no! Basta tener una urgencia en tu casa y llamar a la institución que trabaja veinticuatro horas los trescientos sesenta y cinco días del año, para escuchar en el teléfono el mensaje genial: “Por el momento todos nuestros ejecutivos atienden otra llamada. No cuelgue. En un momento será atendido”. Posdata: otro día te platicaré acerca del concepto colgar. No cuelgue te dicen. Y te dejan colgado por un larguísimo momento, casi eterno.