sábado, 17 de abril de 2021

CARTA A MARIANA, CON MISTERIOS

Querida Mariana: la vida es un misterio. Hay muchas cosas que no se advierten a primera vista. A mí siempre me sorprenden los ruidos nocturnos. Estoy solo en la recámara y, de pronto, algún mueble parece quejarse. Pienso que el mueble es de madera inerte, así que no debería aparecer con una manifestación de vida. Entiendo que si hay un temblor (Dios nos libre) los objetos gruñan y se caigan. Pero, en dos o tres ocasiones, en mi vida, he sido testigo de objetos que, sin causa aparente, caen. En una ocasión leía, sentado en un sofá de la sala, y escuché un ruido leve, pero contundente. Estaba completamente solo, con las ventanas cerradas. Vi que un vaso de plástico que, segundos antes estaba en la mesa de la televisión, permanecía en el piso. Supe que el vaso había caído, que el ruido leve, pero contundente, apareció en el instante que el vaso cayó. Iba a decir ¡volado!, porque eso pensé al principio, porque el vaso terminó casi a mis pies, a dos metros de la mesa. Vi la ventana y constaté que estaba cerrada, así que descarté una corriente de aire. Asimismo, descarté la idea de que alguien, por travieso o por maldad, lo hubiese tirado, porque nadie había. Me levanté y revisé el vaso. Recordé que al maestro Bernardo los taxistas le jugaron una broma, al dejar un billete en la banqueta. Cuando el maestro vio el billete se agachó para recogerlo, pero el billete “caminó”. Los taxistas le habían pegado un hilo que jalaron a la hora que el maestro se agachó. El vaso nada tenía. Era un simple vaso de plástico. Deseché también la idea de un ligero temblor, porque de ser eso, habría provocado que cayeran otros objetos que estaban sobre la mesa. Deseché la idea de que fuera un fantasma travieso. Y decidí que era uno más de los misterios que se dan en la vida. Al final me comporté como un muchacho que llevó la materia de Física en la secundaria y dije que eso era una simple demostración de la Ley de Gravedad. ¡Claro! Me hubiese sorprendido y mi corazón hubiera caminado como el Tren Bala si el vaso, en lugar de caer, hubiese volado. Aunque, insisto, hubo un instante que pensé en la palabra volar, a la hora que vi el vaso a mis pies. La lógica, el conocimiento de la física elemental, me dijo: Si escuchaste un ruido leve, pero contundente, significa que el objeto cayó y ahí quedó, pero en este caso hubo un desplazamiento, como si el vaso hubiese sido una hormiga y, en carrera rápida, llegara hasta casi besar mis zapatos. Por eso pensé en la palabra volar, el objeto había volado hasta mis pies, de la mesa a mis pies. ¡Uf! Sé que mi experiencia no es única, este acto se repite a cada rato, en todo el mundo. Hay misterios indecibles. Ni le doy vuelta a estas cosas, porque es para volverse loco. A los misterios del mundo no hay que darle hilo, se acaba la cuerda y no logra uno descubrir el misterio. Los científicos del mundo y los visitantes se asombran ante la perfección de las piedras que forman el conjunto de Machu Pichu. ¿Cómo lograron los habitantes de esa región subir enormísimas piedras con corte perfecto? No le doy vuelta al misterio. Con decirte que a mí me sorprende un simple murete de piedra. ¿Has visto cómo están detenidos los muretes que delimitan algunos terrenos en los campos? Las piedras son colocadas una sobre otra, sin argamasa que garantice que no caerán. No caen. A menos que llegue un bolo y patee la piedra o un temblor aparezca. Entonces los muretes se van hacia abajo, porque así lo exige la ley de la gravedad, pero si algo extraordinario no ocurre, las piedras permanecen en un equilibrio que no logro explicarme. Y digo esto, porque el otro día salimos mi Paty, mi mamá y yo a dar una vueltita por la vereda que aparece en esta fotografía. ¡Ah, la mañana era soberbia! El sol, como lo mirás, se daba sin regateo y el aire besaba con su aliento a los árboles, a los muretes, a las palizadas, a la tierra, a las hojas secas, a las nubes y a los pájaros. No alcanzarás a verlos, pero arribita de una de las nubes (cintas blancas) hay dos aves en vuelo. No las verás, porque nadie los distinguiría. Hubiese sido necesario tener una cámara con lente especial, con zoom de 10x, para captar esos dos pájaros prodigiosos que aparecieron. No soy experto en nada, menos en reconocer pájaros, pero puedo decir que las dos aves que aparecieron mientras caminábamos tranquilamente eran dos gavilancillos, esos pájaros maravillosos que se detienen en un solo punto del aire, batiendo sus alas. Todo ocurrió como cuando estoy tranquilo, sentado en un sofá, leyendo, y un objeto se queja o cae, porque mi mamá y mi Paty caminaban con la vista hacia abajo, buscando palitos secos con musgo, mientras yo llenaba mis pulmones de aire y mis ojos con el verde de los árboles. De pronto brotó una algarabía en lo alto de la loma que se ve al fondo. Paty dejó de ver hacia abajo, levantó la vista y dijo, son chachalacas. ¡Sí!, chachalacas, dijo mi mamá. Pensé que tenían razón, mi mamá creció en una finca, en Acapetahua, está acostumbrada a los ruidos de la naturaleza. La alharaca de las chachalacas, como gritos de mujeres en un mercado, interrumpió la placidez del momento. Instantes antes todo era un mero murmullo del aire. ¿Qué había ocasionado tal parloteo inusitado? Paty señaló con un dedo, entonces los vimos, dos gavilancillos, como aviones en guerra, sobrevolaban ese pedazo de cielo. Se desplazaban en círculos y permanecían suspendidos en un punto. Mi Paty descubrió el misterio, dijo que, sin duda, las chachalacas tenían nidos con crías y los gavilancillos estaban con ganas de comer carne tierna. Mientras los gavilancillos sobrevolaban el área, las mamás avisaban la presencia del enemigo. Pensé en la tragedia que vivían las madres, afligidas por el riesgo de que los dos gavilancillos bajaran para llevarse a las crías. Nosotros presenciábamos ese suceso. En el lapso de un minuto todo se había transformado. Momentos antes escuchábamos el canto de algunas chicharras y los telegramas de algunos pajaritos que brincaban de una rama a otra, y de pronto, el parloteo intenso de las mamás avisando la presencia de dos enemigos, potentes, rotundos, que, con vuelo temerario, daban vueltas alrededor de sus presas. Pensé una bobera, ¿qué más podía hacer? Pensé si en la naturaleza funciona lo de ¡Pueblo unido jamás será vencido! ¿Qué tan poderosos eran los dos gavilancillos ante el grupo de chachalacas? Porque, sin verlos, pero al oírlos, supimos que las chachalacas eran más de dos, más de cuatro. Se escuchaba un parloteo intenso. ¿Podían esas chachalacas reunirse y, con alguna estrategia de sobrevivencia, contraatacar? El parloteo se intensificó y vimos que los dos gavilancillos estaban más cerca de su objetivo. El sonido provocado por las chachalacas era como una de esas alarmas que avisaban la presencia de aviones alemanes en la Segunda Guerra Mundial. De pronto, dejamos de ver a los gavilancillos y el ruido intenso cesó. Regresó la calma. Los aviones habían abandonado la zona, podíamos seguir caminando, en busca de palitos secos con musgo y lama. Los minutos pasaron y nada grave ocurrió. Todo regresó a la calma inicial. Apenas fue como una grieta en el aire, pero la burbuja recuperó su forma perfecta y volvió a ser armoniosa. Mi Paty y mi mamá siguieron sorprendiéndose ante el hallazgo de mínimos milagros en las orillas del sendero. Yo, embobado ante el prodigio de las piedras encaramadas en los muretes y en la forma de los troncos y de las plantas. Recorrimos un breve tramo de ese sendero, pero ahí estaba la síntesis del universo. Lo de las chachalacas y gavilancillos fue apenas una manifestación de esos misterios que se dan a cada instante y no advertimos. A cada rato hay objetos que caen de la mesa, sin aviso, sin explicación racional. Yo sí veo a los dos gavilancillos en la fotografía. Los veo porque tomé la foto y sé el lugar exacto donde sobrevolaban. Son dos puntitos blancos. Llegaron de pronto y causaron un gran terror en los pájaros con crías. Asumí que los gavilancillos, desde lo alto, detectaron el botín. Se fastidiaron y emprendieron la retirada. ¿Volvieron más tarde? ¿Las chachalacas quedaron tranquilas después de esta amenaza? ¿Se reunieron y planearon alguna estrategia para un posible regreso de los enemigos? A mí me pareció que, en esta ocasión, el parloteo intenso fue defensa suficiente para hacer que los gavilancillos se retiraran. Pero sé que no siempre es así. He visto documentales en la televisión donde los depredadores logran su objetivo. Águilas detectan el brillo de un pez en el río y se lanzan en picada y con las garras capturan a su presa y levantan el vuelo, mientras el pez se mueve de un lado para otro en intento fallido de deshacerse de ese mortal abrazo. Posdata: Es una bobera lo que diré. No me espanta cuando alguien dice que en tal lugar hubo una lluvia de peces. ¡No! Hay registros históricos de lluvias de peces en alguna costa del mundo. ¿Cómo sucede eso? No lo sé. No le doy vueltas a los misterios del mundo. Sé que en el universo hay más ventanas que las simples ventanas que abrimos en la tierra todos los días.