miércoles, 7 de abril de 2021

CARTA A MARIANA, SIN REMITENTE

Querida Mariana: los amigos ¿tienen celos? No lo sé, por eso pregunto. Sé que los celos, perniciosa afectación, es sanguijuela que quita sangre a los novios y a las parejas y a los matrimonios, pero ¿los amigos también son celosos? Anoche soñé que recibías una carta cuyo autor no era yo y sentí como si alguien me enredara un alambre de púas en la garganta y en el estómago. ¡Qué bobo! Fue un sueño, pero la sensación fue muy real, incluso ahora que escribo esta carta siento un reflujo amargo. ¡Qué tonto! Llegué a tu casa, me senté en el sofá y esperé. Antes de que salieras de la cocina vi un sobre sobre la mesa de centro y a la hora que serviste té en la taza y me ofreciste un pan integral con miel, dijiste que habías hallado esa carta debajo de la puerta de calle. Como no tenía remitente pensaste que era una cadena. ¡Ah, cadenas estúpidas! No las abro, no las leo. Una vez lo hice. Qué carta tan tonta, al principio decía que yo era elegido para recibir una bendición, pero que si cortaba la cadena recibiría un castigo tal que las penas de los condenados al infierno eran juegos de columpio. ¡Qué mentes tan perversas y absurdas escriben esas cartas estúpidas! Pero, en el sueño, me dijiste que cuando ibas a tirarla al basurero sentiste un aroma conocido, el sobre tenía el perfume Chanel 5, que vos usás. El perfume fue el anzuelo que te enganchó. ¿Quién manda cadenas perfumadas? En ese momento comencé a sentir una desazón, como si estuviera sentado, en lugar del mullido sofá, en un hormiguero y cientos de hormigas clavaran sus tenazas en mis nalgas. Te pregunté: ¿La abriste? ¿La leíste? Y vos, como si comieras un pan compuesto, dijiste que sí y cuando abriste el sobre hallaste la fotografía y el papelito, y me enseñaste ambas cosas. Yo imaginé la fotografía de un hombre desnudo y su número telefónico. ¡No! Era la impresión de una fotografía tuya que, en algún momento, subiste a tu Facebook. Cuando tu novio te tomó la fotografía, el sol estaba a punto de ocultarse en la falda infinita del mar y se sentía cómo el sol lamía tu cuerpo con un calorcito rico. ¿Quién te había enviado la carta? ¿Qué decía el papelito? Me dijiste que no tenía remitente, nadie firmaba el mensaje. Sólo decía: “Querida Mariana: parodio a Sabines: “…una hoja tierna de tu trasero debajo de mi almohada me provoca sueños sublimes…” Pero qué pendejo. ¡Qué manera de destrozar las líneas bellas de Sabines! ¡A quién se le ocurrió esa estupidez! ¡Qué zafio! ¿Hoja tierna de tu trasero? ¡Pucha! ¿Qué quiso decirte? ¿Que tu trasero es como una lechuga? Vos sonreíste, tomaste la foto y el papelito y los rompiste y pusiste los pedacitos sobre un cenicero que siempre está en la mesa de centro, porque nadie usa, porque en tu casa nadie fuma y los visitantes fumadores deben abstenerse, porque al lado del cenicero está un pequeño letrero, como esos que aparecen en las carreteras, que indica: Prohibido fumar. Todavía siento un ligero repeluzno en mi espíritu. ¿Quién te escribió eso? No fue un muchacho. ¡No! No fue una broma ¡No! Algún viejo perverso lo hizo. Ahora, que te escribo esta carta, pienso que ningún muchacho hace esas cosas bobas. Pensé en un viejo idiota. ¿Qué ganó con su desliz? En el sueño, vos me diste más té, tomaste el libro que estaba sobre la mesa de centro y dijiste que lo habías recibido esa mañana. Alcancé a ver que era el nuevo libro de Rosa Montero: “La buena suerte”. Posdata: Sin duda que la referencia del libro fue porque acabo de solicitarlo en Amazon, en su versión digital y ahora lo leo. Pero, ¿lo de la carta sin remitente? ¡Andá a saber! Los sueños caminan por senderos misteriosos. Ahora pienso en mi molestia. Tal vez mi molestia apareció en el momento que recibías cartas de otros. Tu novio (me lo has dicho) jamás te escribe cartas. Cuando han estado distanciados, él te hace videollamadas o te manda mensajes por WhatsApp. ¿Quién manda ahora cartas escritas a mano sobre papel y las mete en sobrecitos? Sólo los viejos. En fin. Cuento mi sueño, porque es lo que recomendaba la tía Arminda, se cuentan para que no se constipen y formen chibola en el alma. Caminabas sobre la playa, caminabas con rumbo al mar. El sol te tocaba con sus dedos de ámbar. Los celos son perniciosos, son miles de hormigas en el tutís del espíritu. Por eso, los amigos no tenemos celos, porque no tenemos ese bobo sentido de posesión que tienen los novios y los esposos. Los amigos nunca se divorcian. Si algo les molesta dan la vuelta y siguen caminando por los senderos prodigiosos de la vida sencilla.