sábado, 3 de abril de 2021

CARTA A MARIANA, CON LA GLORIOSA GENERACIÓN 68-71 (Parte 5)

Querida Mariana: de izquierda a derecha, en tercer lugar, de la segunda fila de mujeres, está Elsa. Ya te conté que ella creció en el mero barrio de San Sebastián. Su casa estaba (está) frente al Centro de Salud (en el lugar donde construían la plaza de toros para celebrar la feria de San Sebas). Elsa y Carlos Conde caminaban pocos pasos para llegar al colegio. Carlos vivía frente al parque, en la casa de su abuela, la famosa doña Mariana. Ahora, Elsa radica en Tuxtla, al lado de su esposo Armando, hijos y nietos. Después está Irma. Ella, ahora radica en Las Margaritas, fue integrante de la pandilla de los números. ¿En qué momento se les ocurrió bautizar así a su grupo cerrado? Ellas se identifican por sus números: 1-A, 2-A…, como si fueran salones de algún instituto o colegio. Imagino las llamadas por teléfono, al estilo de película de James Bond o del Santo, el enmascarado de plata: Sí, acá habla la 2-A para avisarte que tenemos reunión en casa de la 4-A, a las cinco de la tarde. Dice la 6-A que llevará mistela, hecha por la mamá de la 5-A. Y es que los grupos siempre se distinguen y buscan distanciarse de los demás. La identidad exige la originalidad. Yo pertenecí al grupo JAPE, que, incluso, tuvo su alfabeto JAPE. La guarida del grupo era un cuarto en el sitio de mi casa, que había servido en algún momento como gallinero. El cuarto tenía dos ventanas y una puerta en medio, paredes de ladrillo y techo de lámina galvanizada, un foco colgaba a mitad del techo. Cuando, de gallinero, pasó a ser guarida del grupo JAPE, lo adornamos con algunos recortes de revistas. El nombre contenía las iniciales de sus cuatro integrantes: Jorge (Pérez), Alejandro (Molinari), Pedro (Avendaño) y Enrique (Robles). A continuación está María de Lourdes. Lulú también era del barrio de San Sebastián, pero su casa estaba a tres o cuatro cuadras del parque, del colegio. Ella es maestra y gran basquetbolista. Su amor por el deporte ha sido sublime. Ahora, por tanto brinco sobre la duela, debió ser sometida a una operación de la rodilla, se repone en casa de su hija. La siguiente es María del Consuelo. Consuelito le decíamos todos. Ella vivió en el extranjero. Su casa estaba a media cuadra de la escuela Fray Matías de Córdova, era una construcción moderna, con un generoso jardín al frente, sembrado con rosas. Como la división era una serie de barrotes de hierro, todos los que pasábamos por ahí veíamos el jardín y habitaciones con grandes ventanas, una de esas habitaciones pertenecía a Consuelito. A continuación está Matilde. Acá aparece con dos trenzas muy coquetas que caen sobre su pecho. Maty, por desgracia, falleció hace algunos años. Ella vivía en una de las dos casas donde habitó Rosario Castellanos, la casa donde ahora está el restaurante Ta’Bonitío, frente al edificio de la presidencia municipal. Ah, ella tuvo el privilegio de caminar unos cuantos pasos y tener el parque central a su disposición. Vaya un emocionado recuerdo a nuestra compañera. Luego, justo detrás del padre Carlos, está Eva, quien no tenía nada que envidiar a Maty, porque su casa también estaba a media cuadra del parque central, a media cuadra del templo de Santo Domingo, a una cuadra de donde ahora está el Centro Cultural Rosario Castellanos. Y como en ese tiempo aún estaba la llamada Manzana de la Discordia, Eva tuvo un amplio y cercano conocimiento de los locales que estaban en dicha manzana. Sí, Eva tomó un helado en Nevelandia y tomó un refresco en el Café Intermezzo y compró un chocolate con don Arturo Rivera Alfaro (ARA) y compró un disco en La Casa del Ciclista y compró un libro en la Proveedora Cultural y compró una blusa en la tienda Selecciones, de Merce Solís. Eva ahora radica en Guadalajara, se dedica a la venta de bienes raíces y cuando puede asiste a la FIL, la Feria Internacional del Libro. Eva, siempre generosa, me invita a ir. Sabe que vos y yo amamos los libros y me dice que debo ir a vivir esa experiencia inigualable. Alejandro Abarca vio la foto de esta generación y comentó: “¡Qué bonitas todas tus compañeras!” Sí, Alejandro tiene muy buen ojo, muy buen gusto. Todas, todas mis compañeras son bien bonitas. En ese tiempo, ah, Señor de las Mil Misericordias, levantaban pasiones en el pueblo. Muchas, en primero de secundaria, eran perseguidas por compañeros de grados superiores de nuestro colegio o por alumnos de otras escuelas, sobre todo de la Escuela Secundaria y Preparatoria de Comitán, que en ese tiempo funcionaba donde ahora está el Centro Cultural Rosario Castellanos. Cuando mis compañeras caminaban por la banqueta de la manzana hoy inexistente, los muchachos se sentaban en la barda y echaban quemones a las muchachas de la escuela del padre. Posdata: Cuando entré al Colegio Mariano N. Ruiz debí, como todos mis compañeros, acostumbrarme a decir que estudiaba en la Mariano o en la escuela del Padre. Hasta la fecha, muchas personas así llaman al colegio: ¡del padre! Lo mismo sucedía con las muchachas que estudiaban en el Colegio Regina, dicho colegio también fue nombrado, hasta la fecha, como la escuela de las madres. Qué simpático. El clero, contra todo pronóstico del presidente Calles, por debajo del altar siguió conservando estas particularidades. En el Comitán de 2021 hay una escuela de las madres y una escuela del padre.