sábado, 26 de febrero de 2022

CARTA A MARIANA, DONDE ALGUNAS PERSONAS SE QUITAN EL SOMBRERO

Querida Mariana: quitarse el sombrero era signo de respeto o de admiración. En muchas ocasiones vi cómo algunos hombres se quitaban el sombrero a la hora de pasar frente a un templo. En la escuela primaria, el maestro nos dijo que ante la bandera nacional debíamos descubrirnos, como ya en los años sesenta pocas personas usaban sombrero, lo del descubrimiento lo tomamos a broma y no faltó el que dijera que debíamos ser Cristóbal Colón y descubrir el continente que éramos. ¡Qué bobera! No cabe duda que fue una declaración optimista. El amigo nos consideró continentes, sin saber, que muchos años después, descubriríamos que apenas somos como islas. Muchos otros ni siquiera se han descubierto. Pero ya me salí del tema, decía que quitarse el sombrero era signo de respeto o de admiración. ¿Has oído la frase: “me quito el sombrero”? Se dice cuando hay algo que nos sorprende en forma grata. Los caballeros se quitaban el sombrero ante la presencia de una dama. Revisando una fotografía de los años treinta hallé que en Comitán, en ese tiempo, la mayoría de hombres usaba sombrero. Los de comunidades rurales, porque les ayudaba a protegerse del sol en la siembra; y los de comunidades urbanas, porque era símbolo de distinción. El otro día, mi mamá me dijo que recién casada con mi papá viajó de la Ciudad de México a Comitán, lugar donde residía su estrenado esposo. Llegó a la casa que mi papá rentaba (a media cuadra del parque central, casa inmensa, con patio, sitio, cuatro corredores y muchas recámaras) y al día siguiente, muy temprano, escuchó el rebumbio causado por los trabajadores que ayudaban a mi papá en la venta de refrescos, cervezas y de manta; en la atención de clientes de la Corresponsalía del Banco Nacional de México; y en el adorno de sombreros de palma. Un grupo de mujeres llegaba a la casa, se sentaban en uno de los corredores y ahí adornaban los sombreros de palma, que mi papá enviaba a la Ciudad de México. En estos dorados tiempos ¿quién usa sombrero? Los hombres del campo lo siguen usando, pero, en la ciudad, pocas personas lo emplean. Tengo amigos y amigas que sí lo usan, pero, dicen, como parte de su look. Algunos amigos usan sombreros y otros ¡boinas! Juan dice que lo usa para protegerse del sol, pero su novia se bota de la risa y dice que es para disimular la calvicie que ya comienza a avanzar en forma amenazante. En el Internet hallé que en los años veinte todos usaban sombrero, mujeres y hombres. En la foto que digo (es un documento maravilloso, porque da cuenta exacta de cómo era parte del parque de La Pila y de las costumbres comitecas) hay muchos hombres y niños en el parque, todos tienen sombreros. Hay más hombres que mujeres, las mujeres (la mayoría de condición modesta) se cubren la cabeza con un chal. Tal vez las señoras fifí usaban sombrero. Mi mamá dice que cuando fue niña usó sombrero (años treinta) y cuando asistió a quince años de sus amigas y bodas también usó sombrero. Era un símbolo de distinción. Tal vez tu abuela usó sombrero y, sin duda, tu abuelo sí lo usó. De niño usé boina, por ahí tengo una fotografía donde estoy en la ciudad de México, con una cachuchita bien cuca. La moda dicta comportamientos extraños. En un principio, el vestido obedeció a una necesidad, pero pronto respondió a ideales estéticos y económicos. Mi papá siempre repetía: “Ande yo caliente, ríase la gente”; es decir, no importa cómo vista mientras sacie mi necesidad de abrigo. Ahora, ¿quién de tus amigos podría repetir eso? Hoy, lo que importa es estar a la moda. Si alguna muchacha bonita quiere usar una blusa que deja descubierto el ombligo porque eso es sexi, no importa el frío. Un día, alguien (dueño de alguna empresa sombrerera) dictó la moda de usar sombrero y todo mundo la adoptó; y todo mundo supo que ese aditamento era signo de distinción. Hubo protocolos de uso: las personas se descubrieron ante la bandera nacional, ante un templo o ante una dama. Las personas dijeron que se quitaban el sombrero ante algo sorprendente. Ahora, nadie se quita el sombrero por estar asombrado ante tu belleza y no porque esto último no sea cierto y el de enfrente esté arrobado ante vos; no lo hace, porque no tiene sombrero. En tiempos que todo mundo usaba sombrero porque era símbolo de distinción y de elegancia, nadie pensaba en tatuarse un brazo o una pierna o una chichi. ¡Nadie! El tatuaje era un símbolo de bajeza. Se tatuaban los presidiarios. Un día, el concepto cambió. Vos y yo y medio mundo tenemos amigos y amigas que están felices con sus tatuajes. Los dibujos van desde una florecita hasta figuras grotescas, pasando por retratos y nombres de las personas amadas (esto último no es lo más recomendable, pero los enamorados siempre están como ciegos y no advierten que el día que terminen con la relación, ese tatuaje será como un grillete que les impedirá caminar en forma libre). De ser algo proscrito, el tatuaje pasó a ser signo luminoso de estos tiempos. Así son las modas. Hace cien años, el tequila era una bebida de segunda o tercera categoría, hoy es una bebida de distinción. En los años setenta, una tarde llegó a Comitán la noticia que los chavos jóvenes usaban el cabello largo, todos los que andaban “in” andaban con la melena resplandeciente; mientras más grande la cabellera más a la onda andaba uno y medio mundo de los chavos comitecos comenzó a usar las grandes melenas, causando alguno que otro disgusto a los papás conservadores y el repudio total de los peluqueros que se quedaron sin trabajo. ¿Quién dicta la moda? Los grandes emporios comerciales que controlan el mercado del mundo. Hace cien años, poquísimas mujeres usaban pantalón. Ahora, ¿cuántas de tus amigas usan falda? Los conceptos cambian. El otro día mencionamos que cuando Rosario era universitaria, su mamá, doña Adriana, miraba con ojos cuadrados y rechazaba la opinión de su hijita, quien pensaba que no sólo los hombres debían declarar su amor a una chica. Si había alguna nena que estuviera botada por un chico, bien podía declararle su amor. Ahora esta práctica es común. A mí me encantó ver a una chica bonita del pueblo que un día llegó al Colegio Mariano N. Ruiz, con un ramo de flores, y se lo entregó a un compañero de trabajo. Ah, qué acto tan igualitario, tan de seres humanos llenos de pasión y sin trabas. El mundo cambia, en esos cambios, los seres humanos ganamos y perdemos. En la foto que te digo de los años treinta se ve el parque de la Pila con ¡la pila que le da nombre! Ahora, esa pila no existe, a algún funcionario le dio por derruirla, en lugar de preservarla. No supo que ese elemento arquitectónico era representativo del lugar, el que le daba identidad. Ahora, cualquiera puede preguntar: ¿y por qué se llama la Pila? No falta el amigo que diga que no sabe. La respuesta es porque al lado de la ceiba había una pila con cuatro arcos luminosos, y en esa pila los burreros llenaban sus barriles para ir a vender agua al centro de la población. Al derruir la pila se perdió parte de la riqueza cultural del pueblo; se deshizo un rasgo arquitectónico. En la fotografía que comento (no sé quién la compartió en redes sociales) se ve una multitud reunida en la plaza, muchas personas están en un redondel del kiosco, y en la parte superior del kiosco se aprecia un grupo musical. Algunas personas portan banderines, mantas con letreros (el que está en primer plano dice: “Haga patria consumiendo artículos nacionales. Ahayash” y la fecha del 27 de septiembre). Los expertos investigadores e historiadores pueden dar luces acerca del momento jubiloso que se vivió en Comitán esa mañana. En un auto de la época se ve a una chica que lleva un charro. Hay algunos hombres con traje y, por supuesto, con sombreros finos. Busqué casi casi con lupa para detectar a algún hombre que no tuviera sombrero. ¡No lo hallé! Todos los varones, mayores, jóvenes y niños tenían sombrero o boina. Era un rasgo distintivo de la época. Un día, la moda cambió y todo mundo, en grito de rebeldía, nos dicen los expertos, botaron los sombreros, así como las mujeres decidieron adoptar el pantalón como prenda cotidiana. Posdata: no tengo el nombre de la persona que compartió esta fotografía en redes sociales. Todo Comitán le agradece a dicha persona por haberla compartido, porque es un verdadero tesoro, es una fotografía poco vista. El motivo de la reunión no fue religioso, fue social. Las puertas del templo de San Caralampio están cerradas. Ahora muchos jóvenes usan gorras deportivas, pero los tiempos también la han convertido en una prenda no prestigiosa. En las sucursales bancarias no permiten que uno entre con gorra. Así como en la primaria nos enseñaron a descubrirnos ante la bandera nacional, ahora las instituciones bancarias exigen descubrirse ante una ventanilla. En los años setenta me dejé la melena. Un día, no sé en qué año, la moda cambió y los muchachos varones dejamos de tener el cabello largo y abandonamos las camisas sicodélicas, que tenían estampados maravillosos y nos volvimos serios y formales.