domingo, 20 de febrero de 2022

CARTA A MARIANA, DONDE SE COMPRUEBA QUE CADA CABEZA ES UN MUNDO

Querida Mariana: Unos le van a los Pumas, otros son fanáticos del América; unas piensan que el tamaño sí importa, otras dicen que el tamaño del envase no importa, importa el sabor; unos creen en Dios, otros son incrédulos; unos piensan que el mundo se deshace y otros consideran que hay esperanza; unas tejen y otras bordan; unas besan rico y otras como si lamieran estropajos; unos saltan y otros caminan con trabajo; unos apuestan porque el fin del mundo está cerca, y otros hablan de la expansión del universo. El otro día escuché en un noticiario televisivo que, por la pandemia, hay muchas personas que se confinaron a piedra y lodo (anotame en la lista), al estilo de los chavos japoneses (hikikomoris), quienes no salen de sus recámaras y permanecen en un aislamiento social casi total. En el noticiario dijeron que quienes están confinados en sus casas por el temor a estar expuestos al contagio del Coronavirus padecen el Síndrome de la Cueva (anotame). Todo bien, menos el nombre. Pensé que si debe darse un nombre a este síndrome no encaja el de la cueva, porque vos sabés que el maravilloso súper héroe que vive en una cueva es Batman (el hombre murciélago). ¿Mirás que contrasentido? El virus Covid-19, dicen algunos expertos, se originó en el cuerpecito de un murciélago. ¿Cómo vamos a padecer el Síndrome de la Cueva, si huimos de esa idea nociva? ¡Mal nombre! O los bautizadores se pasan de ingenuos o se extralimitan en su perversión. ¿Sabías que Pau me dijo que de todos los súper héroes el que no le gusta es el hombre murciélago, metido en su baticueva? Cuando le pregunté el motivo de tal decisión me dijo que no le gustan los murciélagos. Ya no insistí, pero pensé que esta idea tenía una relación directa con la aparición del virus maligno. Rechazo el nombre de Síndrome de la Cueva. ¡No! Tampoco es correcta la apreciación de un médico que mencionó que quienes están en confinamiento son como hikikomoris. Si están en casa y sólo salen por lo indispensable; si han dejado de interactuar con amigos y familiares, es por precaución, desean evitar el contagio que tantos millones de fallecimientos ha ocasionado en el mundo. No lo hacen por gusto, como los hikikomoris, sino por exigencia de los tiempos difíciles que enfrenta el mundo. Quienes permanecen en sus casas se resguardaron cuando apareció la pandemia, antes realizaban lo que ahora hemos llamado una vida normal. Ahora, en la nueva normalidad, extrañan la vieja normalidad. Por eso digo que unos piensan que todo tiempo pasado fue mejor (anotame entre ellos) y otros viven los tiempos presentes con emoción. Unos están a favor de la vacuna contra el Covid, otros son anti vacunas; unas usan cubrebocas y condones; otras andan sin cubrebocas y no exigen globitos; unos van al mercado y otros piden sus alimentos a través de Uber; unas usan sostén, otras lo evitan; unos beben tequila, otros prefieren el comiteco; unas se cortan las uñas, otras se colocan uñas postizas larguísimas; unas prefieren el sexo en posición de misionero, otras disfrutan el sexo montadas a caballo. Cada cabeza es un mundo y la vida exige ser respetuoso con cada modo de ser, porque cada persona tiene derecho a vivir su vida como le plazca. Unas sueñan con casarse y tener hijos, otras sueñan con ser libres por siempre; unos saben nadar y otros no; a unos les gusta la Física y otros aman la Historia; unos practican el ciclismo, otros no hacen ejercicio; unas comen verduras y frutas, otras prefieren las gorditas rellenas de chicharrón. ¿Qué nombre deben recibir quienes no han tenido temor alguno ante el contagio del virus y han seguido su vida como si tal pandemia no existiera? ¿Qué nombre deben recibir quienes se confinaron en casa y permanecen ahí? No sé, no soy el indicado para nombrar tales prácticas, pero sí exijo mayor creatividad y congruencia con los bautizadores. Posdata: cada cabeza es un mundo y mientras ese mundo no afecte el tuyo vos debés ser respetuosa del modo de pensar y actuar del otro. Cada quien enfrenta la guerra con los armamentos que tiene a la mano; y digo guerra porque esto nos tocó vivir en este tiempo, unos salen a diario al combate y otros se resguardan en su casa. Sabemos que nadie está exento de salir lastimado. Unos pueden recibir un balazo en la calle, otros pueden terminar su vida cuando cae una bomba sobre la casa.