jueves, 17 de febrero de 2022

CARTA A MARIANA, EN TIEMPOS EN PANDEMIA

Querida Mariana: y ahora se dice: en el tiempo a.p. que significa antes de la pandemia. En el tiempo a.p. me sentaba en las gradas del Centro Cultural Rosario Castellanos. Lo hacía en las tardes. Era una gran vitrina. La gente que caminaba o pasaba en sus autos me veía y yo los veía a ellos. Me gustaba sentarme ahí. Buscaba un esquinero, donde no interfiriera con el paso de las personas que bajaban o subían. Me sentaba en las gradas, como lo hacen los jóvenes en las escaleras de los departamentos en París o en la Ciudad de México; como he visto que lo hacen algunas personas en la escalinata del Museo Metropolitano de Nueva York. En Comitán aún existe la costumbre de banquetear; es decir, sentarse en las banquetas, para comer un raspado, un salvadillo con temperante o simplemente para platicar y ver cómo pasa la vida; bueno, en el pueblo también es costumbre gradear; es decir, sentarse en las gradas. Hay una sustancial diferencia entre sentarse en gradas que en bancas; hay algo de transgresión. Las bancas se hicieron para que la gente se siente, se ve mal que alguien se pare en una banca; por el contrario, aunque las gradas se hicieron para subir o bajar; es decir, para pisarlas, nadie ve mal que la gente se siente en las gradas. A mí, en una ocasión, hace años, un digno policía, con cara de tacuatz desorientado me exigió que me bajara de la banca donde estaba parado y me explicó lo obvio: que las bancas servían para estar sentados ¡no parados! Nunca he visto que un policía sancione a alguien por estar banqueteando o por estar gradeando. Quienes gozamos esta práctica mundana y cotidiana ejercemos el derecho de manchar las sentaderas de nuestro pantalón con la tierra de cientos de pisadas. No, nunca pensé que un zapato llevaba heces de chucho y había dejado huellas en el lugar donde me senté. No, nunca lo pensé. Sí tuve algunos cuidados, por ejemplo, no apoyar mis manos en la grada, ni para sentarme ni para pararme. Sobre todo, porque cuando gradeaba en el Centro Cultural comía esquites que compraba en los puestos que ahí se colocan. La señora ya sabía que mi vaso de esquites iba sólo con unas gotas de limón, un poco de sal y un puñito de polvojuan. Nada de crema, de queso, de mayonesa o de salsa de bote. ¡No! Sólo granitos de maíz, limón, sal y polvojuan. Jamás, al pararme, me limpié las sentaderas, porque era llevar la suciedad a mis manos. No, dejé que el polvo ahí se quedara. Ya en la lavadora la parte trasera del pantalón recuperaría su cara limpia. En el tiempo a.p. me encantaba gradear, en ese espacio que recibió mis pasos de estudiante de preparatoria. Me gustaba hacerlo en las tardes, desde ahí disfrutaba los colores que el sol, ya ocultándose, pintaba en los árboles del parque y, como olas, aventaba las sombras sobre la playa donde estaba. Ahí me veían todos los que pasaban y yo veía a todos. Cuando pasaba un conocido no faltaba la mano en alto o, en varias ocasiones, se acercaba para saludar, para comentar algún detalle. Eso siempre me sorprendió. El amigo se acercaba, su comportamiento era respetuoso de mi ritual. Él caminaba y yo estaba sentado en la grada, él asumía que yo era un sedentario, por eso, a él nada le costaba acercarse; hacer lo contrario habría significado modificar un ritual sagrado. Él sólo se desviaba tantito, como cuando vas en un sendero y cortás un fruto o vas al árbol porque te llegaron las ganas de hacer pis. Luego se despedía y continuaba su trayecto. Yo seguía sentado en ese espacio, que era un trono de príncipe, porque ese graderío es un lugar maravilloso para pepenar el ritmo del Comitán cotidiano, de todos los días. Posdata: un día, el tiempo cambió y de a.C. pasó a d.C. La llegada de Cristo fue fundamental para esa modificación temporal. Cristo fue el parteaguas. Un día, espero que pronto, se hablará de un tiempo d.p. (después de la pandemia), sé que el parteaguas no será a través de un ser luminoso como Cristo, pero espero que Dios, auxiliado con la ciencia, cree las condiciones para que la vida vuelva a tener un rostro menos de alambre de púas. Espero que en el tiempo d.p. vuelva a gradear, a banquetear. Estas dos actividades lúdicas han sido esenciales en mi caminar por esta vida.