domingo, 6 de febrero de 2022
CARTA A MARIANA, DONDE APARECE MOLINARI
Querida Mariana: Julieta es buena gente, simpática, pero a veces se vuelve oruga jodona. El otro día me mandó el siguiente mensaje: Mirá, Álex, encontré en un libro esta pregunta: “¿Y le sigue gustando Molinari?”
Sólo eso. ¿Qué habrías pensado? Pensé que, en medio del libro, había un papelito con esa pregunta, y comencé a volar: ¿Era la pregunta de una sobrina a la tía mayor, la tía que, una tarde, le había contado que, cuando estudiaba en la secundaria, había un chico que le gustaba mucho, el chico era Molinari? Lo pensé, te lo juro, y me dio gusto. Pero, luego caí al pozo de la realidad y pensé que no era así, sino que se trataba de una persona que había manifestado que le gustaba mi obra creativa: literatura o artes plásticas. Sí, eso era, la tía mayor le había dicho a su sobrina que a ella le gustaba la obra de Molinari y le preguntó si seguía siendo así.
Di por hecho que yo era el de la pregunta y por eso Julieta la había mandado. Si a vos te mando algo donde aparece tu nombre, ¿qué pensás?
Molinari, de inmediato pensé en mi apellido, en mi persona. ¿Quién más en Comitán? Acá hay muchos Gómez, muchos López, pero pocas personas con el apellido Molinari. Hace años vivía acá Roselita Molinari, mas hace años dejó el pueblo y fue a vivir a la Ciudad de México y allá falleció, era mi prima hermana.
“¿Y le sigue gustando Molinari?” ¿La sobrina le preguntaba a la tía porque yo le había gustado en lo físico o, últimamente, por mi proceso creativo?
Después del deslumbre inicial entré a una etapa de sosiego, me acerqué a la ventana, vi las plantas de mi mamá y pensé que para salir de la duda debía preguntar a Julieta, le mandé un mensaje y, de inmediato, me mandó un emoticón, con una cara sonriente, con una lágrima por tanta risa, y, dos segundos después, otro mensaje: “¿Pensaste que eras vos, verdad? ¡Caíste!”, y una seguidoña de emoticones con risas altivas.
Sí, la verdad, sí, caí. Entonces, ya en el plano de la realidad le dije a Julieta que tenía razón, que se botara de la risa, pero que ya, por favor, por vidita suya, dejara de lado su perversión y me dijera de qué se trataba, que ya dialogáramos.
Pinche Julieta, volvió a mandar un choricero de emoticones. Pero se compadeció de mí y en el segundo mensaje ya explicó: “No te calentés, granizo, que ya viene la temporada de raspados. Lo encontré en una carta que escribió tu amado Julio Cortázar, por eso pensé que no caerías tan fácil, pero más rápido cae un Molinari que un Cortázar”, y mandó más caritas sonrientes, que ya no me estaban cayendo tan bien.
Pero luego ya mandó la cita completa y los datos, me dijo que la cita estaba en el tomo 1, de las Cartas, de Cortázar, que publicó Penguin Random House. En esa carta, Julito Cortázar le pregunta a una amiga (que trata de usted): “¿Y le sigue gustando Molinari? Yo tengo aquí “Mundos de la madrugada” –hermosa antología que publicó Losada– y a ratos perdidos vuelvo a él; creo que es la gran voz en la Argentina”.
Julito dijo que la voz en la Argentina era Molinari, el gran poeta Ricardo Molinari.
A la amiga le gustaba la poesía de Ricardo y Julito le pregunta si sigue pensando igual, después de un tiempo. Pregunta extraña, aunque tal vez no tanto. Uno no cambia en gustos cuando se trata de autores fallecidos, pero puede modificar su opinión con autores vivos, porque a veces sucede que la obra de un determinado autor nos deslumbra, pero luego vemos que desmerece su siguiente trabajo, y el amor a primera vista puede desinflarse.
A mí me gusta Cortázar, me gustan sus cuentos y sus novelas, se me hace un poeta muy medianón; sin embargo, él apostaba mucho por su poesía, pero el mundo lector lo ha hecho a un lado, porque, comparado con Molinari, queda en la orilla; en cambio, varios de sus cuentos están en la relación de los mejores del siglo XX, usando sus palabras, se puede decir que, en narrativa, él fue “la gran voz en la Argentina”.
Posdata: caí y Julieta lo gozó como nunca. Sabía que caería. Al principio, vanidoso, humano después de todo, pensé que ella había encontrado un papelito en un libro donde una hipotética sobrina le preguntaba a la tía si aún le seguía gustando Molinari, tanto como le había gustado en la adolescencia, pero luego recordé que no tengo registro de que una muchacha bonita haya pensado así y fue cuando comencé a caer en la cuenta que Julieta me había hecho una tirada magistral en su juego perverso. Y ni siquiera me queda el consuelo de ser pariente de Ricardo, la gran voz poética de Argentina; ni ramita de ese enormísimo árbol.