martes, 1 de febrero de 2022

CARTA A MARIANA, VUELTA A LO SENCILLO

Querida Mariana: a veces vuelvo a lo sencillo. Veo el vuelo de un pájaro; pienso que con un simple lápiz, Miguel Ángel realizó dibujos soberbios; miro a la perrita de casa hacerse bolita en el sofá; recuerdo el sonido de la caída del agua en una cascada o el discreto goteo desde una teja. A veces vuelvo a lo casi simple, a lo que no tiene cintas complicadas. Pinto una raya imaginaria con el dedo; oigo el grillo debajo de un mueble; miro la rugosidad de una rama; los dedos torcidos de mi mamá, por la artritis que tuvo de joven. A veces no pienso en la bastedad del universo, tan con cuenta de millones de millones de años luz. Escucho el segundero del reloj, miro cómo avanza la sombra del sol sobre la pared, escucho los pasos de una mujer en la calle, el bocinazo, el arrancón del auto, la frenada. A veces vuelvo a lo sencillo, a lo casi simple, a la flor que crece en el patio, a la hoja que apenas se mueve con el viento. Veo a mi mamá orando frente a un oratorio improvisado, con la cabeza gacha, en la misma posición de los labriegos del cuadro “El ángelus”, de Millet. Pienso en mi papá y lo veo barriendo el frente de la casa, con la camisa arremangada, silbando una melodía un poco ateperetada, enigmática, sensacional. A veces sólo me paro frente a la ventana y veo el cielo y lo encuentro azul, azulísimo, sin una gota blanca o gris que altere su rostro limpio; a veces sólo veo una hoja de papel, la doblo y hago un barquito, voy al sanitario, coloco el tapón, abro la llave y dejo que el lavamanos se llene hasta donde el hueco interior comienza a descargar. Ahí coloco el barquito y recuerdo la hazaña de Cristóbal Colón; juego, como jugué de niño en el tanque que había en el sitio, un tanque con moho y agua verdosa. A veces el universo se concentra en un instante, en una gota de agua, en una línea del libro que leo, en la risa de Pao que me cuenta un chiste en mensaje de voz. A veces, la vida está en la mano del artesano que talla una máscara de madera, en la del que hace un hueco en un cinturón de piel, en la de la mujer que borda una tela, en la del que hace figuras con papel maché o modela plastilina, barro, que hace piñatas, que corta las varitas para los papalotes. A veces todo está concentrado en una sencilla mano que dice adiós, que saluda, que acaricia, que siembra, que ata los cordones de los zapatos del abuelo. ¿Has hecho un papalote, querida Mariana? Hay formas complicadas, pero en esencia, la forma es sencilla, sin misterios. Bastan unas varitas de tejamanil, papel de china, engrudo y un pedazo de tela vieja, para que ese chunche alcance vuelos extraordinarios y con éstos los espíritus también bailen sones divinos. A veces me siento y no hago más que cerrar los ojos y escuchar la fiesta del interior de mi cuerpo, la caminata infatigable del corazón; sin prisa, sin agobios, ha dado más pasos que un maratonista. A veces dejo de ver el edificio más alto del mundo y veo la choza a lo lejos, al pie de la montaña, en medio de los pinos, al lado de donde los corderos pastan; veo el hilito de humo que sale de la cocina y asciende y se diluye en la inmensidad del aire, ¡del aire! A veces abro la tableta electrónica y en la aplicación del piano hago que mis dedos salten sobre las teclas, sin armonía, tal como silbaba mi papá, sólo para advertir la magia del sonido con un simple movimiento. A veces prendo la luz sólo para advertir el poder de mi mano, juego a hacer la luz, a dar luz. A veces vuelvo a lo sencillo. Tomo una hoja de papel periódico, lo enrollo y miro a través de la abertura, como si fuera un pirata frente a la costa de Campeche. A veces dejo de ver a Nueva York, con su Frank Sinatra, y disfruto Comitán con su marimba a través de las fotografías que suben los paisanos en las redes sociales. Veo al pueblo como nunca lo vieron los comitecos del siglo XIX, ¡a vuelo de pájaro!, gracias a las tomas con dron. Soy un pájaro, un sencillo papalote, un cometa; soy primo hermano de la perrita Laika, el primer ser vivo sin alas que dejó la tierra y se regodeó en las alturas. A veces ando en las alturas, pero todo lo veo con la sencillez del polvo, de la hoja seca, de la línea etérea del vuelo. Posdata: a veces es bueno volver a lo sencillo, sentarse en la banqueta, mancharse la camisa con la miel de un chimbo, dejar que la mirada se pierda en el horizonte, bendecir el aire, respirar, vivir, simplemente ¡vivir!