domingo, 14 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON ANUNCIO DIARIO

Querida Mariana: no es escuela, pero este pizarrón se usa todos los días y lo usa una verdadera maestra de la cocina: doña Conchita Pérez, en su casa del barrio de La Pila. Acá bastaron cinco líneas para enseñar una maravillosa clase. Es el menú de un día cualquiera. Ella, tal vez en la tarde previa, elige qué cocinará y en cuanto ya lo decidió hace el pedido de los ingredientes y al otro día, muy temprano, a la hora que ya las manos están activas cortando cebollas, ajos, jitomates y poniendo las ollas en las hornillas, anota en el pizarrón los platillos que ofrecerá y la gente que ama su cocina pasa en su auto y descubre la bendición de la comida comiteca, hecha con una sazón especial, con la receta tradicional. Las dos primeras líneas son casi imborrables. Sólo el menú (escrito con plumones rojos) es el que varía. La gente que está acostumbrada a leer los nombres de los restaurantes puede preguntar: ¿por qué no está el nombre? Ah, es muy sencilla la respuesta: en Comitán todo mundo sabe que es la casa de doña Conchita, y con este nombre ya está garantizada la limpieza y el sabor de lo que ahí ofrecen. Muchos comitecos de gusto exquisito no dudan, adquieren la deliciosa comida que ella expende. Ya te conté que hubo un tiempo, mucho antes del tiempo A. P., en que ofrecía comida en el patio de su casa. Ah, era un doble privilegio, porque además de la riquísima comida los comensales disfrutaban el entorno maravilloso con el cielo azul, los tejados color tierra, el vuelo de palomas, los cantos de los loros y el repique de las campanas del templo del santo consentido de Comitán: Tata Lampo. Hoy sólo ofrece comida para llevar. Este término es maravilloso. He leído que muchos amigos insisten en que la vida no es para llevar es para disfrutarse en el día a día, pero acá, estas dos palabras abren puertas sensacionales, porque las personas pasan por la casa de doña Conchita y solicitan deliciosa comida ¡para llevar!, y ella prepara el pedido y lo entrega y las personas van a disfrutar esas delicias en el campo, a la sombra de un árbol, o en el corredor de la casa o en la cocina, al lado de los amigos y de los seres queridos. Compartir la comida con los afectos es uno de los privilegios de la vida, es maravilloso disfrutar la plática y la cercanía de momentos inolvidables. Cuando esto se da con comida deliciosa, el privilegio es doble. Acá, lo mejor de la vida es para llevar, pero para consumir minutos después. Ah, la pausa genial, el lapso donde la boca se hace agua, donde el deseo se intensifica. Los tres platillos anunciados son comitecos. Claro, cualquiera podría decir que la olla podrida se hace en muchas otras ciudades, en muchos otros países. Los que saben dicen que es un platillo que nos llegó de España, ah, pero esa es la gracia, en cada pueblo le adicionan su propia sazón e ingredientes locales que lo distinguen. La olla podrida comiteca es riquísima y doña Conchita la prepara en forma especial. Lo mismo puede decirse con las tortas. Tortas hay en todo el país, pero acá hay una variedad especial que se llama Torta comiteca, que debe ser como prima hermana del pan compuesto. ¿Es posible descubrir los ingredientes de cada platillo? Entiendo que al abrir una torta comiteca se puede ver, de inmediato, los ingredientes; con la olla podrida debe ser más difícil, pero un paladar educado descubre los ingredientes más escondidos. Así que descubrir la receta secreta no debe ser tan difícil, pero ¿cómo pepenás la destreza de la mano? No todo mundo tiene la gracia, no todo mundo posee el don. Hay manos especiales para alimentar el cuerpo y el espíritu. Posdata: pensé en el tiempo donde en Comitán no teníamos opción para elegir entre una cartelera cinematográfica generosa. En los años sesenta sólo había dos salas, en el Cine Comitán exhibían dos películas mexicanas, y en el Cine Montebello dos películas extranjeras, gringas, sobre todo. Como si estuvieran anotadas en un pizarrón veíamos los cartelones con el menú cinematográfico. Nunca dudé. Me encantaba ir al cine, lo disfrutaba. Acá, con doña Conchita, no hay el menú completo de un restaurante con extensa carta, ¡no! El día que pasé por ahí sólo ofrecía olla podrida, plátanos fritos y tortas comitecas. Ah, qué antojo, qué buena programación. En la tarde descuelga el pizarrón, borra lo que está en rojo y al otro día anota el menú del día. ¿Qué será? Lo que sea es garantía de una deliciosa comida. Benditos lugares que hoy ofrecen deliciosa comida para llevar. ¡Tzatz Comitán!