martes, 9 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON PALOMITAS

Querida Mariana: vi el grupo de palomas en la escalinata del templo de San Caralampio. Pensé si ellas, como nosotros, los humanos, juegan. Te lo pregunto a vos, porque sé que vos sos una niña bonita, juiciosa. Si esto le preguntara a Romeo, sé que la risa le ganaría, su panza se movería como gelatina, y haría algún comentario soez. ¿A qué juegan las palomas? Ah, ya estoy viendo por dónde se iría su mente cochambrosa, su mente de sartén que recibió carne de cuch y no lo lavaron durante una semana. Nosotros, los humanos, poseemos la maravillosa capacidad de realizar juegos grupales, desde la reunión de dos hasta el infinito. Jugamos tenis, boxeo, ajedrez, lucha romana y, de juegos de dos integrantes pasamos a mayor número de jugadores: béisbol, naipes, ruleta, billar, fútbol soccer y mil juegos más. ¿Cuál es el juego que congrega a mayor número de integrantes? ¿Has visto esas maravillosas fotografías que muestran miles y miles de integrantes para lograr un récord Guinness? Nunca hemos hecho en Comitán el intento de aparecer en el libro de récords con la hechura del pan compuesto más grande del mundo. ¿Imaginás a cientos y cientos de personas untando frijolitos molidos en una enormísima tapa de un pan francés? En España hicieron la paella más grande del mundo. ¿Por qué no hemos incentivado la reunión de la mayor cantidad de bebedores de comiteco? Imaginá a cientos y cientos de personas reunidas en el estadio, cada persona con su copita de comiteco, y a la cuenta de ¡uno, dos, tres!, bebiera el pitutazo de esa famosa bebida alcohólica. Ya, ya, sé que el estadio no es el mejor espacio para llenarlo con una enormísima bola de bolos, pero, sé que el estadio, lugar donde se practica el deporte, también es espacio para practicar el famoso levantamiento de bote cervecero. ¿A qué juegan las palomas? La mañana que estuve frente a la escalinata vi el grupo y pensé que jugaban algo que mi mente disminuida no podía tocar; estaban como si estuvieran juntas, pero no revueltas, no había un orden en sus posiciones. Vi la que tenía más cerca y advertí que ella tenía uniforme blanco con motas negras, pero había otras que, al contrario, tenían un uniforme negro con ligeras franjas blancas. Había una que se distinguía del grupo, ¿ya la viste? Es la que está al lado de la pared, de la pared maestra, en hermosísimo color ámbar. Esa paloma se distinguía por su uniforme, la vi como si fuera la árbitra de un juego de fútbol, ya mirás que los árbitros portan colores diferenciadores. Me encanta ver las fotografías del maravilloso Spencer Tunick. Un día invitó al juego: ¡vengan al zócalo de la Ciudad de México, vengan, nos tomaremos una foto! ¡Vengan sin uniforme, porque todos somos integrantes del mismo equipo! ¡Vengan desnudos! Y en ese juego no hubo vencedores ni vencidos, todos jugaron por el gusto de divertirse, de compartir, de volverse grupo. Y ahí está la fotografía que da testimonio de ese maravilloso grupo que, como palomas, se unieron sin más pretensión que el juego mismo. Ahí está la fotografía con mujeres y hombres delgados, gordos, güeros, morenos, bien dotados, disminuidos, con tetas caídas, con huevos tutimes, calvos, altos, chaparros, panzones. Miles de personas desnudas llegaron una mañana fresca y el aire del centro del país los unió, el frío se desvaneció con el calor del grupo. ¿A qué juegan las palomas? ¡A nada! ¿De verdad? No lo sé. Deben divertirse en conjunto. Esa mañana, cuando más interesado estaba en verlas, alguna de ellas dio alguna orden indescifrable para la conciencia humana y las vi volar en grupo. Todas, como si fueran niños con papalotes, brincaron, dieron vueltas y vueltas, como si fueran avionetas, como esas que estuvieron sobrevolando el cielo comiteco en días de feria. Ah, qué prodigio, su aleteo escribió algo sobre el aire, algo tan etéreo y sutil que de inmediato desaparecía, era como un juego sencillo, casi bobo, donde lo que escribían con el ala derecha lo borraban con la izquierda. Todos los juegos deben tomarse con la simplicidad con que el viento mueve las hojas de los árboles, con la placidez con que vuela una mariposa, con el suspenso que logra el halconcillo que aletea y no se mueve de un punto en el aire. Posdata: en el mundo hay muchas preguntas sin respuestas, puertas cerradas para la pretensión humana; hay ventanas que dan a universos paralelos. ¿Qué diferencias hay entre estas palomas pileñas y las palomas del centro? ¿Se creen más finas las de Santo Domingo? ¿Las pileñas están más cerca del prodigio por ser consentidas del santo más consentido? En Nueva York hicieron el hot dog más grande del mundo. ¿Cuándo en Comitán el hueso estilo tío Jul más grande del mundo? Ah, ya miro la chamorriza sobre las mesas. ¡Tzatz Comitán!