domingo, 21 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON RITUALES

Querida Mariana: mirá qué joya escribió Villefort Ara: “Mi abuelita Panchita, que vendía jocote en la tienda del portal, siempre que lo preparaba -así como el polvojuan- hacía todo un ritual; y ya la veo a la hora de abrir, nunca faltaba la oración y la encendida de veladora a la Virgen del Sagrado Corazón… y pobre de aquél que recibiera la primera paga de la venta y no diera la bendición”. ¿Mirás qué genialidad? Esto lo escribió ella en las redes sociales. Villefort Ara es lo que ahora se llama nickname. ¡Ah, pucha, otra maravilla! Y digo otra maravilla, porque si buscás en el Internet qué significa nickname (palabra inglesa) lo traduce como sobrenombre, apodo. El nickname es un apodo característico del siglo XXI. Todo mundo, en todo el mundo, usa nicknames, ¡apodos! Lo genial de este rasgo es que es un sobrenombre que se impone el usuario, así que nadie se molesta. El apodo comiteco molesta en ocasiones, porque es algo que impone otro, a veces, sólo por las ganas de joder. Bueno, lo que quiero decir es que Villefort Ara (¿Villefort será por Villafuerte?) escribió un recuerdo maravilloso. Hay mil elementos para desglosar, claro, no los desglosaremos todos, pero sí vale la pena consignar lo siguiente: acá hay muchos elementos de identidad, comenzando con doña Panchita, quien vendía jocote en la tienda del portal. Ah, miles de comitecos recordamos con afecto las tienditas donde vendían jocotío verde. Las señoras maravillosas tenían el jocotío en enormes vitroleros de cristal, con una cuchara lo servían en pedacitos de papel estraza y luego le agregaban el polvojuan. ¡Ah, el cubano diría, cosa más grande, caballero! ¡El italiano diría: che figo! Y los comitecos, nos relamíamos, nuestra boca se alargaba como hamaca satisfecha, y pensábamos que eso estaba mero lek. Hoy existen pocos locales donde venden el jocotío verde, en el barrio de Guadalupe hay un local donde sacan una mesita en la banqueta y veo el gran vitrolero, con jocotío y a veces con manguito verde. ¡Manjar de dioses gastronómicos! Cuando Villefort Ara escribió este recuerdo nos entregó un ramito de historia comiteca, de las maravillosas tienditas. En el portal, frente al parque central, donde ahora hay cafés y restaurantes, en los años sesenta había pequeños locales comerciales con venta de productos artesanales y fondas. Recordá que ahí estuvo durante un buen tiempo el local de tío Jul, donde preparaba los panes compuestos y los huesos que aún llevan su nombre. Y ahí, recuerda Ara, su abuelita Panchita vendía jocotío verde en su tienda. Y digo que el breve texto es todo un rosario de elementos tradicionales, porque basta mencionar la palabra polvojuan para entender lo que este ingrediente ha significado en nuestra memoria gastronómica. ¿Quién no ha comido naranja con polvojuan? Hoy también se ha extraviado un poco este ingrediente maravilloso, hoy, medio mundo compra el industrializado piquín chamoy. El polvojuan, por donde se le vea, es más sano, entiendo que está hecho con tostada bien molida, sal y chilito. Ah, el polvojuan no modifica el sabor de las frutas, lo potencializa; en cambio, el famoso chamoy se sobrepone al sabor original, es lo mismo que sucede con la mayonesa y con la alevosa cátsup que transforma el sabor de los guisos. Ara dijo que su abuelita cumplía una serie de rituales a la hora de preparar el jocotío y, por supuesto, a la hora de abrir la tienda. Muchos comerciantes realizan esas invocaciones para pedir bendiciones. Sí, claro, ya lo dijo Ara, pobre de aquél que recibiera la paga de la primera venta y no se persignara. Esos pequeños, pero grandiosos rituales, son señales de que el mundo terrenal está conformado por fuerzas superiores. Los creyentes se persignan al inicio del día; los no creyentes tienen otras formas de comenzar su actividad. Posdata: ¿recordás que una teoría explica que los artistas que pintaron los murales en la cueva de Altamira lo hicieron como una forma de propiciar la caza? ¿Mirás desde qué tiempo viene la costumbre de hacer rituales? En nuestro pueblo, como en todos los pueblos del mundo, los comerciantes siguen haciendo rituales para invocar bendiciones. ¿Vos viste alguna vez a tu abuela hacer un ritual en su tienda de ropa?