lunes, 22 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON UN DOCUMENTO

Querida Mariana: mirá qué hallé en el archivo del Colegio Mariano N. Ruiz, la invitación para la inauguración de la Casa Museo Doctor Belisario Domínguez, que fue el 23 de abril de 1985, a partir de las diez y media de la mañana. La invitación fue enviada por la primera directora: Hermila del R. Castellanos Durán, la querida Milys, nieta del héroe civil. Esa mañana del 23 de abril de 1985 se honró la memoria del doctor Belisario, dignificando la casa que fue su morada, donde estuvo su farmacia y atendió a muchísimos pacientes en forma comprometida con la sociedad. El dato de la inauguración lo encontramos en cualquier libro de historia comiteca, que no hay muchos, hay que decirlo, pero en esta invitación aparece un dato que no debe pasar desapercibido. La directora de la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez solicitó al Colegio Mariano N. Ruiz seis alumnas para que fungieran como edecanes. ¡Ah, qué honor! Esto me lleva a la siguiente reflexión, querida mía, la participación anónima de muchas personas en los actos. En tiempos A. P. cuando acudía a un acto protocolario siempre vi a estos personajes que tenían un cometido especial, desde los que acomodaban las sillas, los que podaban los arbolitos y segaban el pasto, hasta quienes ofrecían botellitas de agua a los invitados especiales. Por ahí fue famosa la fotografía donde el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, míster Obama, saludaba a un encargado de limpieza de la Casa Blanca. Los expertos en protocolos saben que el éxito de un acto está fincado en que todos los engranes funcionen en forma perfecta, que cada uno de los participantes cumpla con su cometido. ¿Qué sucede cuando el micrófono falla? El acto desmerece. Por eso, cuando se prepara el escenario del Festival Internacional Rosario Castellanos, los cantantes realizan una prueba de sonido para checar que a la hora de su presentación todo esté al ciento por ciento. No hay acto mínimo, todos son importantes. El realizado en nuestro pueblo el 23 de abril de 1985 fue de relevancia especial, las autoridades y todo el pueblo honraron a tío Belis, dignificando su casa. Mi querido amigo Humberto Pedrero (quien también fue director de la Casa Museo) es un experto en protocolo. No todo mundo tiene la gracia. Se requiere una capacidad especial para hacer una agenda precisa, que tome en cuenta hasta el detalle mínimo, porque esa mota de polvo es lo que puede afectar el éxito completo. Cada participante tiene un cometido relevante, el que, desde abajo, avisa al campanero que toque la campana o la chica bien vestida que da la bienvenida a los invitados y señala dónde deben sentarse. Los edecanes son auxiliares y, como mi amigo Humberto, poseen atributos para desempeñar el cargo. Uno de los atributos es el de ser atento y poseer la gracia de saber relacionarse. Sí, tenés razón, yo no podría ser edecán, mi cara de piedra y mi proverbial timidez me imposibilitan para tal maravilloso cometido. En 1988, mi Paty y yo nos lanzamos a una aventura, abrir una galería de arte, la Galería Bonampak. La inauguramos el día 9 de diciembre, a partir de las siete de la noche. Ese día develamos dos placas en homenaje a dos grandes artistas plásticos de Comitán: los maestros Javier Mandujano Solórzano (maestro Güero) y Francisco García Águeda (maestro Paquito). Acto sencillo que requirió, como cada acto, de la colaboración de varias personas, entre éstas, cuatro alumnas de nuestro Colegio que fueron las niñas agradables que recibieron a los invitados. Ah, fue nuestro privilegio. Hoy, esas cuatro alumnas son destacadísimas profesionistas: Inés Gordillo, Lucía Trujillo, Gaby Durán y Lorena Balandra. ¡Ah, tiempos geniales! Posdata: encontré la invitación en el archivo del colegio y supe que en todos los actos siempre hay muchos participantes, todos son importantes, cada uno cumple una función que da brillo al universo. ¡Tzatz Comitán!