sábado, 6 de agosto de 2022

CARTA A MARIANA, CON UNA FERIA MARAVILLOSA

Querida Mariana: se anuncia la 2ª. Feria del Barro, en San José Obrero. ¡Ah, qué guateque tan sensacional! Somos tierra de barro, lo hemos sido desde hace siglos. Ahora, gracias a la iniciativa de Jose Welbers, María Antonieta Moreno Méndez (doña Tony), Ramón Folch González y Jesús Aguilar, la tradición del barro vuelve a Comitán, para decirnos que somos polvo de aire, de meteorito. Vi una fotografía muy hermosa donde están los integrantes del comité organizador de esta maravillosa feria; están sentados, bien chentos, en una rotonda que abraza un árbol en el atrio del templo de San José Obrero. Vi la foto y fue inevitable, volví a mi infancia, a los años donde iba a esa hermosa comunidad para dar doctrina. Ah, ya miré tu cara bonita iluminarse con tu carcajada. ¿Doctrina? Sí, en mi infancia me sentaba al lado del templo, recibiendo la bendición del aire, para dar doctrina con un grupo de niños que llegaba puntual. ¿De qué años hablo? Mirá, nací en 1957, tal vez tenía nueve o diez años de edad, entonces hablo de los últimos años de la década del sesenta, del siglo pasado. Los niños que acudían a recibir la doctrina, diez o doce, niñas y niños, tendrían seis o siete. Fui un adoctrinador jovencito. Una vez a la quincena asistía a la casa de las madres violetas, en el barrio de San Sebastián, ahí, las madres nos aleccionaban para lo que impartiríamos después. No sé si algún niño de aquel tiempo recuerda esta experiencia. La recuerdo porque practicaba una de mis pasiones: el dibujo. Al preparar la clase hacía dos o tres dibujos en cartulinas, monitos que ilustraban el pasaje bíblico. Los niños asistentes ponían atención cuando señalaba la figura de Dios que había dibujado con la imagen clásica del viejo barbón, con rayos luminosos saliendo de su cabeza. Cuando la madre Sara, queridísima maestra del glorioso Colegio Mariano N. Ruiz, me contó que ella había dado clases a la sombra de un árbol, en el estado de Puebla, de donde era oriunda, le dije que yo, niño, había dado doctrina al lado de una de las paredes exteriores del templo de San José Obrero, tierra generosa, tierra donde han continuado, con amor, la tradición de los artesanos del barro de todos los tiempos. Lo que ellos hacen es digno de elogio. Por esto, aplaudimos la iniciativa del comité organizador. En el pie de foto que vi decía que Jose Welbers (así estaba escrito, sin tilde) es historiadora de arte y antropóloga especializada en fotografía y arte etnográfica; doña Tony es artesana del barro, de San José Obrero; Ramón Folch es arqueólogo especializado en estudios cerámicos y etnohistóricos (Ramón ha compartido fotografías maravillosas del Comitán antiguo, en redes sociales) y Jesús Aguilar es ceramista impulsor del uso de arcillas nativas y pigmentos locales de la región comiteca. ¡Qué grupo tan majestuoso! Sólo a ellos pudo ocurrírseles dar primacía a la belleza de la artesanía del barro. Su mirada ha hecho que todos volvamos la mirada hacia San José Obrero y a las riquezas de las artesanías que ellas realizan. Jesús Aguilar es habitante de la hermosa Yalumá, ahí, ya te conté en una carta anterior, ha construido un horno profesional, ahí trabaja las obras que han merecido reconocimiento nacional, él es egresado de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, ha expuesto en la UNAM, en el Centro de las Artes de San Agustín (creación del enormísimo oaxaqueño Toledo), en el Centro Cultural Rosario Castellanos y en otros espacios de renombre. Ha impartido talleres acerca del oficio maravilloso. Jesús ya tiene un horno profesional, pero, ya te conté que la gente de San José Obrero hornea sus piezas al aire libre, en hornos improvisados. Un día iba hacia Cajcam, ranchería que está entre San José Obrero y la cabecera municipal de La Independencia, y detuve mi tsurito para presenciar la maravilla que sucedía ante mis ojos. Bajé y vi a doña Marina Aguilar “quemando” unas ollitas que hace, verdaderas obras de arte. A la orilla de la carretera, en una bajadita, colocó sus piezas de barro, hizo una casita con palma y maderas y alimentó el fuego con algo que me dejó turulato: unas plastas secas de excremento de vaca (o de toro, andá a saber) ¿Mirás qué prodigio? Un combustible totalmente natural. Las ollas que doña Marina realiza son muy bellas. ¿Cómo los mayas “quemaban” las piezas que hoy asombran a todo el mundo y que están en museos o en polémicas subastas internacionales? En esta región somos hijos del barro, venimos de la tradición. Recuerdo, como muchos de mi generación, que en el patio de la casa había unas ollas enormes, panzudas, que recibían el agua que vendían los burreros de La Pila. Ahí, ¡ah, que bendición!, el agua se mantenía fresca, limpia, y como en ese tiempo no éramos tan cuidadosos en la higiene, metíamos un vaso y con esa agua saciábamos la sed. Los compas dicen que jamás nos enfermamos por consumir esa agua sin potabilizar. Acá en casa tengo, ahora lo estoy viendo, una obra de Jesús y dos ollitas de doña Marina, de San José Obrero. La obra de Jesús es una taza, de la exposición “Tierra”, realizada en Comitán en el año 2019, fue un obsequio que le hicieron a mi Paty; las dos ollitas las encargó mi Paty, pidió que le dejaran una ranurita para que pasara el hilo de los bollos para tejer, doña Marina le hizo unos detalles bellísimos para completar el diseño. ¡Una genialidad! Digo esto, porque la obra del artista ceramista salió de un horno profesional y la de la genial artesana de un horno improvisado a la vera de una carretera. Ambos trabajos son geniales, fortalecen lo que los asistentes podrán comprobar en esta 2ª. Feria. ¡Ah, qué guateque tan nuestro, tan hijo de nuestra identidad! ¡Felicidades a los organizadores, a los expositores, a los maravillosos artesanos! ¡Felicidades a todos los visitantes, a quienes se den el privilegio de estar cerca de la maravilla de las artesanías de barro! ¡Felicidades a todos los habitantes de esa comunidad sorprendente que se llama San José Obrero! ¡Felicidades a los participantes invitados, originarios de otros sorprendentes lugares donde trabajan el barro: Ojo de Agua-Yalmutz, Francisco Sarabia y la prodigiosa ¡Canalum! Ah, el espíritu brinca de gozo al mencionar estos nombres. ¡Qué bendición! Una feria que habla de nosotros. La sala de exposición estará en el Salón de Eventos, de San José Obrero, Yocnajab. Trepás a tu carrito con rumbo a Las Margaritas, pasando Cash, torcés a la derecha, con rumbo a La Independencia y un cachito más adelante volvés a darle a la derecha para entrar al pueblo de San José y al llegar al entronque con otra carretera hallarás el guateque más sensacional: la 2ª. Feria del Barro, San José Obrero. Habrá dos días de feria, sábado 6 de agosto, a partir de las doce del día; y domingo 7 de agosto. ¿Qué hallarás? Ah, el comité ha organizado un programa maravilloso. Por supuesto, todo el día estará la Expo-venta. Llegá con tu paguita, no te arrepentirás, podrás conseguir obras maravillosas, para obsequiar a amigos o para tener un motivo artístico en la sala de tu casa. Acá va el programa: sábado 6 de agosto, a las doce del día: inauguración y a partir de ese momento habrá demostraciones en vivo (cada hora), talleres (“pinta tu pieza”, “experimentar el barro” y “rascando diseños). ¡Genial! Qué experiencia tan maravillosa. ¿Y para el domingo 7? Ah, pues salieron con su domingo siete y acá está el programa sensacional: a las doce y media se realizará la ceremonia de premiación a la creación alfarera 2022, el Nobel del Barro; y durante todo el día, la expo-venta y los talleres, desde las diez hasta las cinco de la tarde. ¿Ves lo mismo que yo? ¿Ves que esta feria se convertirá en una de las ferias más importantes de la región? Ahí está nuestra esencia cultural, ahí continúa la tradición. Mirá qué dice nuestro amigo Juan Carlos Gómez Aranda, en su libro “Comitán, su apasionante historia”: “El nombre de Comitán ha cambiado en varias ocasiones (…) Comitlán que en náhuatl quiere decir Lugar de alfareros, la nombraron los mexicas por el año de 1482…” Basta echar a andar tantito la imaginación para ver a los mexicas llegando a este territorio, antes de la conquista española, y observar que la identidad de estas tierras era la factura de obras hechas con barro. Ah, dijeron, esta tierra es lugar de alfareros, le llamaremos Comitlán. Este nombre sigue siendo el nombre de nuestro pueblo. Esta feria, ¡asombrosa!, honra al espíritu de los comitecos, a la savia, a la raíz original. Posdata: esta feria reconoce el genio humano, la habilidad de nuestra gente para modelar el barro, acá están los cuatro elementos presentes: el agua, el fuego, el aire y ¡la tierra! Acá está el quinto elemento: la creación divina. No lo pensés más, ponete tu cubreboca y andá a vivir esta feria del espíritu de Comitlán; andá a reconocer la esencia del tronco del que, orgullosamente, formamos parte.